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—No lo hago. Se que se volverá loco, si aun sigue como cuando éramos mas jóvenes... espero que no me mande al diablo.

Estaba nerviosa, no quería ni pensar en la reacción de él y tampoco en la manera adecuada de decirle que era padre de un  niño que ya tenia cierta edad.

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No pudo llevar a su hijo al pediatra, tuvo  que llevar la montaña a Mahoma, y a pesar de siempre ser un niño calmado, había hecho un berrinche descomunal por no ponerse una inyección. No fue fácil, pero al final cedió. Sally la había llamado unas cinco veces, no quería pasar la tarde del sábado hablando en la cocina de su casa, amaba  estar ahí, pero había un día en el que simplemente no podía estar rodeada por aquellas paredes. Si, había salido el día anterior, pero para una galería de arte, que lo único que bailo fue aquella hermosa canción que Sally había escogido porque sabía que era una de sus favoritas.

Cuando el reloj marcaba las cuatro de la tarde su hijo y ella hacían unos bocadillos y cantaban una canción vieja que ella le había enseñado, aunque no siempre cantaba, si lo hacía  en las partes que ella más había enfatizado,  la seguía siempre. Aquella canción de jazz romántica estaba en su voz por toda la casa, su madre se le unió haciendo un baile lento y sublimen, aún no había perdido el toque de moverse como ella recordaba, Dan la miró con una sonrisa y dejó lo que hacía para imitar a la abuela, a ese baile se le unió su padre, agarrando las caderas de su madre y bailaron lenta y románticamente. Su hijo llegó  hasta ella y le pidió bailar, y lo hizo, subiendo al pequeño en una silla.

No pudo salir como quiso, Saul, el hijo del jefe, un cerdo narcisista y muy macho a quien ella  odiaba y en cierto momento le había gustado, la tenía presionada por un proyecto y había tenido que cancelar su salida con su amiga para terminarlo, se suponía que el trabajo era para ambos, un pequeño, pero tedioso, proyecto arquitectónico que tenían que presentar el jueves, pero el solo daba órdenes y se la pasaba andando en aquel deportivo lujoso que había comprado hacia un tiempo. Cuando su espalda se quejó miró a su hijo con sus ojitos chiquitos y rojos. Tenía tanto sueño que no podía más, pero él siempre quería dormir más tarde los fines de semana, ella le decía que podía, más el solo lo intentaba. Lo llevó a dormir cuando el reloj marcaba las nueve y cinco minutos.

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—Pía, ven aquí, tienes que ver esta hermosa película — su madre la llamó  cuando ella salió de tomar una ducha.

—¿Romántica? ¿Terror? ¿Misterios? ¿Ficción? — su madre soltó un resoplido.

—Tu bien sabes que ella no ve esa clase de cosas.

—Ay, Jay. Quiero que esté aquí conmigo, ya sé que no le gustan esas películas.

—¿De que es? — preguntó sin si quiera asomarse a la sala de estar.

Quien conocía a Pía de mucho tiempo sabía que ella detestaba las películas románticas que eran predecibles, al igual que las de terror, ficción y otras. Rara vez encontraba una a la que no le supiera el final iniciando esta, de igual forma los libros. Su madre y Daniel habían hecho una biblioteca para ella, con libros increíbles para que leyera. Más no lo hizo sino hasta que este último se había ido, y odio y amo cada libro. Extrañamente no protestó y llegando a sus padres se sentó a ver aquella película.

El móvil sonó estrepitosamente segundos después, el número no era conocido y tenía flojera, no lo tomo sino hasta la tercera timbrada de la segunda vez que comenzó a sonar.

—¿Aló?– dijo incorporándose del sofá y saliendo de la sala de estar.

—¿Pía? — conocía esa voz — Soy Daniel.

—Hola. No esperaba tu llamada — dijo con nervios latentes.

—Si, estuve esperando tu llamada, pensé que como querías que nos viéramos, pensé que sería pronto. La cosa es que te llamó  porque he tenido que regresar a casa antes de tiempo por algunos negocios, y lamentó no poder reunirme contigo como querías.

—Como quería — dijo ella sintiéndose molesta. El calló.

—Perdón... He...

—Descuida. Era como yo quería, no hay problema. No te angusties, no tenía nada importante que decirte— mentira.

—Lo lamento.

—No lo hagas.

Y no supo si el quería decir algo más o no, pero sabía que si cerraba antes de que le dijera la última palabra el iba a pensar que estaba molesta, lo estaba, pero no quería que lo supiera. Estaba a punto de llorar.

—¿Pía?

—¿Si? —cerró los ojos de golpe al darse cuenta de que su voz había salido atropellada.

—¿Estás bien? — quiso saber y ella hizo un sonido — Lo lamento, sé que te lo debo...

—No... — habló recio– y no me debes nada, Daniel. Descuida... Habrá otra oportunidad. Si la vida lo quiere así.

—Supongo... Te llamaré.

Y con eso cerró.

El llanto la asalto tan fuerte que sus padres había salido corriendo a ver de qué trataba, al principio no había querido, pero se había ilusionado y quería que su hijo conociera a su padre, si, estaba aterrada y ni si quiera sabía cómo decirle, pero ahora que veía la oportunidad lejos le dolía.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora