9

37.3K 2.5K 50
                                    

9

Cerró el teléfono de golpe y suspiró cansada, entonces volvió a tomar el teléfono y marcó el número de Sally, estaba molesta y ansiosa, no era la primera vez que llamaba al número de Dan y esos sentimientos la abrumaban, cuando recién se había ido ella le llamaba constantemente solo para escucharle, a él exasperado o al contestador, había movido cielo y tierra para conseguir su nuevo número, pero estaba apagado, había llamado a su secretaria gracias a su madre quien le había preguntado a una amiga de la madrastra, Valerie, pero había salido y no iba a estar por cinco días. No quiso ni si quiera dejar  un mensaje, nada, ¿para qué?

—¡Dímelo! — habló emocionada.

—La operación fue un éxito, pero el paciente murió.

—Explica, ahora mismo.

—Conseguí su móvil personal, no responder, conseguí el número de su secretaria y nada ni si quiera le deje un mensaje, nada, no pude y ya no quiero.

—¿Piensas soportar la cara  de tu hijo otra vez? Mi hija hace algo así... Y me muero... Buscaría a su padre, si no supiera dónde está ese mal...

—Sally...

—Sabes que es un mal nacido, te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir, recuérdalo, es la segunda vez y solo te lo digo porque sé que te hace pensar de más. El padre de mi hija es un mal nacido que sabiendo que tiene una hija hermosa, fruto de lo que una vez fue bueno, ni si quiera así se digna en llamarle, verla, aunque vive a cinco minutos o menos, no tiene la suerte que tiene Danmark, imagino que Daniel amara a ese niño tan especial que tienes tu. Insisten. Llámale. Búscalo. Dile.

Eso fue lo último que escucho y luego el tono de que había colgado. Intentó llamarlo, cinco veces más, al final tenía más de veinte llamadas y no había dado con el, desistió y salió de la casa lista para hacer compras y buscar a su hijo al colegio.

&

—¿Especiales? ¡Ha! Cómo no... — dijo mientras tachaba de la lista los cereales que a su hijo le gustaban.

Miró su larga lista de cosas y miró su carrito de compras, tenía casi todo ahí, aunque le faltaba el papel higiénico, el detergente y el jabón de baño. Avanzó hasta el pasillo donde se encontraba el papel higiénico e introdujo eso y continuó  con lo que faltaba.

Caminó hasta la caja y saludó a la cajera que casi siempre la atendía, era más o menos frecuente y siempre usaba la caja dos.

—Hola, Pía.

—Hola, Lorena.

Tenía cupones y los uso, pago lo que le restó y caminó con sus cosas hasta el auto. Cerca de su vehículo había una señora de cabello negro, tenía una chaqueta a lo Chanel, pantalones blancos, tacones y unos lentes enormes. Su móvil timbro, lo tomó  y cuando habló era de la escuela, él niño estaba en enfermería, muy mal. Corrió hasta su vehículo y fue abordada por la señora.

—Me va a disculpar, de verdad lo lamento— le dijo sin si quiera saber porque le hablaba — me han llamado del colegio, mi hijo está muy mal y necesito ver que le sucede, si está perdida puede hablar con un dependiente de la tienda. Lo lamento.

Subió por completo al auto luego de decir aquello mientras arrojaba salvajemente las bolsas al auto, arrancó derrapando las llantas y condujo, intentando ser prudente, hasta el colegio. Al llegar al estacionamiento, abrió la puerta y algo  decesperada, ya que nunca había recibido una llamada del centro informándole que su pequeño estaba enfermo, se había imaginado lo peor, como madre al fin, intentó bajar del auto sin haberse quitado el cinturón de seguridad, maldijo por lo bajo un par de veces y se lo quito con molestia, cerró la puerta y caminó , trotó, corrió hasta la entrada, ni si quiera se digno en saludar a nadie, y caminó  hasta la enfermería, que sabía dónde estaba gracias a su instinto sobre protector, la primera vez que llevó a su pequeño recorrió la escuela desde la entrada hasta la última puerta de emergencia. Al entrar vio la enfermera.

Fiebre, garganta inflamada y vomito, nada bueno, llamó a su pediatra e hizo una cita, lo más pronto posible. Como era de esperarse Dan no quería ir, aunque no hizo ninguna rabieta, eso significaba una sola cosa, se sentía realmente mal.

—¿Como te sientes, corazón? — el pequeño la miro desde su sillita.

—Quiero dormir.

Fue todo lo que dijo y giró  la cabeza.

Chasqueo la lengua y miró al frente mientras conducía, iba pensando en muchas cosas y como siempre la felicidad y bienestar de su hijo estaban ante todo. Al llegar a la casa, abrió la puerta de atrás, tomó a su bebé, luego de quitarle el cinturón y lo cargo hasta la entrada, abrió como pudo y lo llevo directo a la habitación de ella. Le quito los zapatitos, lo acomodo y lo cobijo y le beso.

—¿Quieres algo? — negó.

—¿Te acuestas conmigo? —sonrió mientras acariciaba el hermoso cabello negro azulado de su bebé.

—Si mi amor, buscaré las bolsas en el auto y cerraré la casa, dormiremos hasta que estés mejor y luego te prepararé una rica sopa.

—Bien.

Cayó dormida profundamente minutos después, mientras su bebé la abrazaba.

—¿Mami? — escuchó entre sueños, abrió un poco sus ojos y se removió — Mami... — abrió los ojos completamente y al ver la cara de su hijo supo que no estaba nada bien.

—¿Nauseas? — pregunto y el asintió.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora