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El maitre y el camarero siguieron el protocolo, ambos demasiado nerviosos como para querer comer algo fuerte, pidieron solo por hacerlo, más no creían poder comer nada.

¿Como has estado? ¿Que ha sido de tu vida? ¿Como esta tu familia? ¿Como esta tu vida en el ámbito de trabajo? ¿Terminaste la universidad? ¿Como esta la empresa?

Esas fueron las preguntas que salieron de sus bocas tiempo después de mirarse las caras por unos largos minutos. Luego de eso nadie habló, y aunque tenían la comida en frente ninguno la había tocado.

—¿Qué me cuentas? — ella preguntó intentando iniciar otra ronda de preguntas.

—Vamos, Pía, que sé que estás loca por soltar la lengua. Te conocí muy bien durante un tiempo y se... ¿Que tienes que decirme? Habla conmigo, estoy dispuesto a escuchar todas las cosas que quieras decirme y... A no molestarme por ninguna.

Estuvo tentada a gritarle.

Pues no te molestes conmigo, pero tenemos un niño de tres años.

—Pues la verdad es que no tengo nada para decirte— no fue honesta, si lo era a totalidad quería preguntarle mucho y gritarle más.

—He aceptado reunirme contigo por ese motivo, quiero que hablemos.

—Comprendo. Entonces prefiero quedarme con la culpa que con las ganas.

El sonrió abiertamente, más no sabía lo que le esperaba, por el bebé ella no había explotado como se prometió  que lo haría cuando lo tuviera frente a frente, pero ahora era un hecho y no iba a sentirse culpable por reaccionar natural.

—Cuando te fuiste, soñé con un bate de béisbol para ti— el abrió los ojos con una sonrisa en la comisura de los labios— bórrala, o lo haré yo. No sabes por todo lo que pase cuando te fuiste, ni si quiera te imaginas el sufrimiento. Pensé que eras un poco más sabio para tus decisiones, pero me di cuenta de que no eres así, no sé si has cambiado, espero que si.

>Tenía tanta fe en nosotros como una pareja, y en ti... Siempre pensé que éramos diferentes, luego de que me dejaras sin una explicación, me di cuenta de que éramos iguales a todos los demás. Una pareja de joven más. ¿En qué diablos estabas pensado cuando tomaste todas tus cosas y te fuiste solo diciendo que no iba a funcionar? ¿No pensaste en que una explicación era lo mejor? Me dejaste tan vulnerable, me dejaste tan vacía, pensé que había hecho algo mal, pensé que todo era mi culpa, me culpe y odie por tanto tiempo, porque pensé que la razón por la que te habías ido era yo. Tú eras tan perfecto. ¿Sabes que? No quiero hablar de esto. No pienso perder mi tiempo.

—Aguarda, tenemos que...

—Cuatro años tarde para arreglar todo esto. Es muy tarde, Daniel. A pesar de ser pesimista siempre fuiste mi lado positivo, en ti deposite todo aquello, en lo poco que creí, y me dejaste, de la peor manera. Íbamos a formar una familia, íbamos a casarnos. Y dejaste todo. No te culpo, al final sentía que era lo correcto, el que te fueras para responsabilizarte por las cosas de tu padre, luego de enterarme de la razón, cosa que no hiciste tú, me vi como una carga inmensa, y lo era en ese entonces y hubiera seguido siéndolo. De haber pensado en mí a la hora de irte no hubieras logrado lo que has hecho hoy. Lo comprendo, pero yo solo necesitaba una explicación.

Un silencio se formó, a pesar de que no estaba para nada llorosa o alterada como pensó una vez, si estaba sentimental, no quería hablar mas porque podía soltar algo que él no fuera a tomar muy bien en ese momento.

—Yo creí que la mejor forma de hacer las cosas eran de la manera rápida. Fue difícil para mí alejarme, créeme, pero sentía que era mi responsabilidad estar allí, y no creo que me hubiera sido posible contigo a mi lado, éramos muy jóvenes, no te ofendas. Yo no quise hablarlo, pensaras que es todo fríamente calculado para ahora, pero puedes créeme, lo hice de esa forma porque no quería que fueras a hablarme con tu razonamiento y hacerme entender que había otra manera, porque para mí la única que había era dejarlo todo y quedarme contigo. No quería que me dijeras que podía hacer ambas cosas, yo siempre iba a elegirte a ti. Tu siempre ibas aser mi prioridad.

—Entonces fue una buena decisión. Supongo.

Fue lo último que ella dijo, e inicio una ingesta de lo que tenía en frente con brusquedad, despertar  los fantasmas del pasado no era cosa fácil, remover la herida que pensabas curada asustaba mucho y dolía por igual.

Ningún de los dos tocó el tema, más sabían que había quedado inconcluso. Ella solo sentía que el iba a volverse completamente loco cuando le dijera lo del bebé. Estaba segura.

Como no había quedado en nada de lo que quería decirle, no se habían abierto, según el, quedaron de encontrarse otro día, sin una fecha fija, solo de encontrarse. No pudo pedir postres ya que su odioso jefe llegó  por ella. Como todo un caballero de la vieja usanza pago la cuenta y ella no se quejó, pero le aseguro que la siguiente ella la pagaría. Con la misma caballerosidad la ayudo a salir del local, encontrándose entonces al mal educado.

Bueno suerte la mía.

—Exquisito espécimen de mujer el que tienes ahí.

Abrió la boca al escuchar eso, ¿en verdad había dicho eso?

—Gracias— había respondido Daniel.

—Daniel... Te voy a matar, yo no soy una muestra.

—Ya lo sé... Pero él no, ¿Que puedo hacer?

Continuó el camino con él al parqueo una vez fuera divisó el pomposo auto de Saul.

—Mi jefe me espera, ten bonito día, me gusto hablar.

—Seguro. Hablaremos más en la próxima, te lo aseguro.

—Se que te encargarás de ello...

Y vio a Saul salir del auto, con un traje costoso y se veía despampanante, pero solo suspiro y afilo las garras, ese viejo berrinchudo se iba a llevar unos cuantos raspones en el camino.

Feliz noche...

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora