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—Estoy esperando una llamada— le dijo a Beth cuando la chiquilla inicio a comer aquel helado mientras estaban sentados en la heladería en una cita— es de una ex novia, la chica de los vídeos—la niña le presto atención— cuando papá murió, la deje sola sin decirle el porque me iba y no volví más, la vi el día de tu recital y quedamos de encontrarnos para hablar.

—Entonces...



—No sé qué pasará porque seguro que está molesta conmigo, cuando hablemos será largo y tendido, no tengo duda de ello. Espero no me golpe— bromeó, la niña dejo de comer y le miró.

—¿Ella te quería? — preguntó interesada en saber mientras lamia su helado.

—Si, muchísimo.

—Bueno, pues espero que te golpe—abrió los ojos sorprendido y la miró atónito— si me dejas a mí, sabiendo lo mucho que te amo, moriría. Ahora bien, cuando regreses... Ni si quiera mama evitará que te golpe con mis zapatillas de ballet. Con ellas porque causarte algún sufrimiento mayor me causaría un castigo. No puedo estar castigada.

Pía llamó  esa noche, mientras él se duchaba, fue una charla muy escueta y quedaron de juntarse al día siguiente a la hora del almuerzo en un restaurante cerca del centro. Según le había dicho en la llamada tenía la semana completa ocupada y el único espacio que tenía libre era ese viernes en la tarde.

Su madre lo encontró hurgando en la cocina cuando el reloj macaba las cuatro de la madrugada, tenía por costumbre ir a comer a deshoras de la noche, nunca había cambiado eso, claro que lo hacía si no estaba dormido porque si lo estaba y su sueño era corrido, adiós costumbre.

—Hola, ratero— él se giró al escucharla con voz ronca y alegre.

—Hola... — dijo mientras llevaba a su boca un poco de aquella pechuga de pollo fría con aderezos de ensalada encima que había tomado como aperitivo.

—¿Cómo está eso? — preguntó señalando con la cabeza lo que él comía. El extendió un poco hacia ella y con una mordida negó — Por dios, eres igual que tu padre, esas combinaciones son buenas solo para tus papilas y las de él.

Ambos rieron y ella procedió a tomar un vaso de leche descremada y un poco de canela en polvo, lo llevó al microondas y se sentó a esperar. El en un silencio abrió el refrigerador, tomó los ingredientes para hacer dos sanwiches y cuando la leche estuvo le dio uno a Valerie.

—Provecho.

—Gracias.

Un silencio se formó, y el espero que ella hablaba, por lo general ella siempre sabía cómo iniciar una conversación aunque fuera incomoda y sabía que está no lo iba a ser.

—Aun no comprendo el motivo de tu visita... ¿me quieres explicar? Porque sabes que no leo y no veo noticias de esa clase.

—Simple, me tome un descanso del bullicio de la ciudad, estaré aquí por unos días, compensando a Beth, y luego me iré con Mich a dar una vuelta por el mar. Que esté aquí no es necesariamente por el altercado.

—También te reunirás con Pía — asintió— correcto. Ahora ¿porque golpeaste a ese hombre?

Y lo dijo con un tono de reproche y el explicó como un niño que le regañan y no puede refutar por ello.

&

—Fue un maldito error que casi nos cuesta el contrato, Pía — gritó Saul y ella solo torció el gesto, tenía los ojos llorosos y estaba al estallar, no lo hacía porque su hijo estaba en el asiento trasero.

—Lo lamento— dijo, pero en su mente estaba maquinando lo que le diría cuando se encontrar esa tarde para ir a la boda en las afueras.

—No lo lamentes, solo no puede volver a pasar. Te recogeré en el restaurante y nos iremos en helicóptero. No estés tarde y lleva cambios.

Cerró y ella se quitó él manos libres y lo arrojó con rabia al sillón del copiloto. Se había pasado más de tres semanas perfeccionando el proyecto y lo había terminado. Estaba excelente y se lo envió para que lo revisara, a pesar de no haber trabajado en nada dijo que el trabajo de ambos era excelente, pero el día de la presentación por un error suyo, al no informarle de unos cambios en el diseño y medidas, los clientes habían  pegado el grito al cielo, claro que  al verse involucrado en el problema no podía decir nada ya que su padre creía que el también había trabajado, pero no era así, y ahora le gritaba por un error que ella no había cometido, quería tragárselo vivo, quería amarrar una piedra en su cuello y tirarlo al mar.

Es un charlatán presuntuoso.

Pero no se me salva.

Miró por el espejo y vio a su bebé mirando fuera del auto. Sintió su mirada fugaz y se la devolvió rápidamente.

A pesar de aparentar serenidad estaba nerviosa, en pocas horas se reuniría con Daniel, no creyó que fuera a tenerlo cerca otra vez, pero había vuelto como le dijo, y la había llamado. No sabía de que trataba su insistencia, pero ella creía que era para enmendar lo que había hecho tiempo atrás. Quería golpearlo, cuando hubo colgado la llamada la noche anterior pensó en el bate de su sueño, pero no podía, estaba en una posición donde tratarlo como si nunca la hubiera dejado era lo mejor, tenía que volver a ganárselo de  cierta forma porque cuando le diera la noticia de Danmark, él se iba a volver loco y si estaban más o menos bien quizás así él tuviera misericordia de ella y no se la tragaría viva.

Cuando llegó a su hogar, allí estaba su madre, iba a quedarse con Dan por dos días, ella tenía que salir por asuntos de negocios y placer ligados. El hermano de Saul se casaba con una compañera y las personas más cercanas a ambos estaba invitados, eso incluía a empleados, ex compañeros de universidad, vecinos, amigos de la secundaria, compañera de bailé y familiares lejanos. Ella estaba incluida en el paquete por tres de esas. Se iba con el ogro de su jefe y estarían hospedados por  dos días en un lujoso hotel.

Arreglo su maleta y lo último en entrar fue su neceser, se miró en el espejo. En el centro de belleza la habían maquillado y peinado, dos días atrás se había depilado y estaba bonita, se sentía bien con lo que veía en el espejo. No quería impresionar a Daniel, pero estaba alegre por la casualidad ya que iba a tener que ir despampanante al encuentro por motivo de la boda, porque  luego de la comida se iría.

—Estas hermosa — escuchó decir a su hijo entre dientes. A pesar de tener solo tres añitos era un niño inteligente, hablaba casi perfecto para tener tres años  y aunque algunas personas no lo entendían ella si.

—Muchísimas gracias mi amor.

El intento subir a la cama, más falló en el intento ya que era muy alta. Ella lo ayudó y cuando estuvo arriba abrazo a su mami y le beso las mejillas.

—Te amo, mami — le dijo y le tocó el pelo.

—Yo también te amo, mi amor.

No había un día que su pequeño no se lo dijera, desde que había nacido ella se lo decía, cada vez que podía, pensando que cuando tuviera una edad adulta  le devolvería el gesto tan hermoso, mas no había tenido que esperar, ya que se lo decía constantemente.

Su pequeño la interrogó por quinta vez, preguntando para donde iba y con quién. Luego de que le explicara y que el bebé le dijera.

—Pues vete... Y tráeme algo rico.

Salió en su vehículo, con su maleta y vestida elegante.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora