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Sally tenía enfrente de ella la cámara, y no lo soportaba. Tenía al menos media hora grabando todo lo que pasaba en la casa, siempre lo hacía, pero ese día estaba más molesta que de costumbre, en parte por su regla y la otra porque la estaba atosigando con muchas preguntas.

—¿Quieres parar? — preguntó  molesta mientras miraba por el espejo.

—La verdad es que no ¿tú madre traerá él niño esta noche o mañana?

—Me has preguntado eso algunas cinco veces y te he dicho que no, lo buscare mañana—y rodó los ojos.

—La cita con Daniel te tiene mal. ¿Después de cuánto tiempo por fin vas a tener sexo?

—Sally, ven aquí... Te voy a matar... — y aún en aquellos tacones correteo a su amiga por toda la casa, claro que al final termino tendida en algún lugar de la cocina — ¡Ayúdame!

—¿No me ibas a matar? — la miró sería y la pelirroja soltó una que otra carcajada— creo... Que has roto el vestido.

—¿Estas bromeando? Es uno  de los vestidos de noche más sobrios que tengo, los de mas están sucios o son del trabajo.

—Tienes el vestido que te regale para tu cumpleaños.

—Yo no uso ropa de prostituta.

—Me ofendes, pero es eso o un vestido sucio.

—No, me pondré el pantalón blanco de pierna ancha, el corpiño Borgoña  de tiras finas y me soltaré el pelo.

—¿Porque no te pusiste eso desde el principio? Es la cosa más perfecta que he visto.

Estaba hermosa, sexy sin ser vulgar. El pantalón era tiro alto, con una pequeña blusa  que más parecía un sostén , en realidad era un sostén, en color vino, su favorito y una chaqueta blanca, a juego con el pantalón. Su cabello estaba en un peinado de apariencia mojada y de último se había colocado unos tacones dorados.

Estaba matando el tiempo para salir cuando el reloj marcará una hora que le diera tiempo de llegar al menos a las ocho diez, pero Sally hizo un ruido estridente cuando un auto negro aparcó frente a la casa.

—Es el, maldita sea ¿te dijo que venia?

—Para nada... Lo voy a matar.

—Mátalo.

El timbre sonó y ella sin dejarlo esperando salió con cara seria.

—Te mataré— fue todo lo que dijo. No dejo que si quiera hablara o diera un paso, solo salió y cerró la puerta.

—Hola, Daniel, qué sorpresa tener en casa, no sabía que venías a buscarme. Bueno Pía, en último momento se me ha ocurrido venir por ti. ¡Oh! que caballeroso de tu parte, Daniel ¿quién te dio mi dirección? O bueno me he encontrado a tu madre esta mañana en el supermercado hablado con la mía. ¡Oh! Mi madre hablando siempre, Daniel. Bueno estas hermosa Pía. Oh tú también.

El chico hizo una conversación entre el mismo y ella solo pudo reír a carcajadas.

—Había olvidado eso de ti, ¿nunca piensas dejarlo?

—No, me gusta. Estás muy bonita.

—Ya nos dijimos eso... — y el río asintiendo.

—Cierto... ¿Con quién... Dejas a tu bebé?

—Oh, con mi madre, se le ha llevado esta tarde luego de la escuela.

Cliché y puntoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora