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Rubén sonreía de oreja a oreja. Nunca le había visto sonreír así. Esto me hizo que le sonriera aún más. Bajé mi vista hasta su cuello  y lo vi. Vi el collar.  Ése colgante que extrañamente se me hacía muy familiar. Dejé de sonreír de inmediato al recordar el porqué Rubén estaba aquí. No sabía que valor tenía ese colgante o para qué lo quería aquel desconocido, pero fuera como fuera se lo tenía que quitar. No iba a dejar que el desconocido le hiciera más daño a Samuel. 

-¿Por qué has tardado tanto en decírmelo?- aún sonreía. Y yo cada vez me sentía mas mal. 

-No quería que fuera cierto.- Rubén hizo una mueca y se acercó lentamente a mi. Yo me quedé quieta. Observando cada paso que daba, cada movimiento. 

Lo tenía en frente mía, tan cerca que podía escuchar perfectamente los latidos acelerados de su corazón. Enrosqué mis manos alrededor de su nuca, para atraerlo más a mi. Escuchaba su respiración agitada. Cerré los ojos y junté mis labios con los suyos. Rubén colocó sus manos en mi cintura y me echó hacia atrás en la cama. Él quedó encima mío. Nos separamos del beso y nos miramos a los ojos. Los de él: llenos de lujuria y pasión, los míos: llenos de arrepentimiento de lo que estaba a punto de hacer. 

-Estaba deseando de que llegara este momento, Samantha.- volví a juntar nuestros labios. 

En un movimiento rápido, me coloqué en lo alto de Rubén. Ahora era yo quien tenía el control. Pasé mi mano por sus brazos y las volví a subir. 

-Perdóname, Rubén.- cerré los ojos y los volví a abrir. Él me miraba extrañado.

-Te perdono Samantha, siempre lo haré.

Sentí una punzada en el corazón. No podía, simplemente no podía. No podía traicionarle. 

Me levanté de lo alto de él y me senté en la cama, coloqué mis manos en mi cara. No me había dado cuenta, pero algunas lágrimas estaban cayendo alrededor mía. Sentí a Rubén colocarse en frente mía, me quitó las manos de la cara.

-¿Qué pasa?- me secó las lágrimas con sus manos. Negué con la cabeza. 

-¿Qué significado tiene ese colgante para ti?- dije sollozando. Él se agarró el colgante y lo apretó con fuerza. Sabía que tenía un significado especial para él. Nada más hablar de ello se le había cambiado la cara, había borrado la sonrisa que tenía minutos antes. 

-¿A qué viene eso Sam?- volvió a colocar sus manos en su cara.

-Sólo resóndeme. 

Rubén se quedó callado unos segundos, mirando hacia otro lado. Tenía que saber que significaba para él. Tenía que saberlo si o si. 

-Te voy a contar una historia...- Rubén se sentó a mi lado y me cogió de la mano.- Érase una vez un niño que creía que tenía a los padres que más se querían en el mundo. Que creía que siempre iban a estar unidos. Que siempre iban a prometer su promesa de "para siempre". Pero un día, ese niño inocente vio la realidad. Su padre, el que para él significaba un héroe, pegaba a su madre. El niño quería ayudarle. Un día intentó frenarlo, pero aquel "héroe" pegó a su hijo. El "héroe" se volvió loco, cayó en el alcohol y en las drogas. Cada vez estaba más obsesionado con pegar a su mujer y en hacer que ésta sufriera. Hasta que un día todo acabó. Aquel niño inocente, se quedó sin su madre. El niño creció y por fin pudo vengarse de su padre. Su padre fue a la cárcel y aquel niño, con tan solo trece años, se quedó solo en el mundo. Sin nadie. Hasta que un día llegó una niña a su vida. En aquel parque de Noruega, con todo después de haber nevado. La niña se acercó a él y le preguntó que por qué tenía esa cara tan triste, él respondió que estaba solo. La niña le prometió que siempre, siempre, serían amigos y que nunca se separarían. Y para cumplir la niña su promesa, le regaló al niño un colgante. Para el niño, esa semana había sido la mejor de su vida. Pero todo cambió cuando ella se fue a su país natal. El niño volvió a sentirse solo, aunque esta vez era mucho peor. Se sentía siempre mal. Y el sentimiento que sentía al recordarla le hacía sentir mucho peor.- Rubén hizo una pausa, estaba llorando. Lo abracé fuerte.- El niño ya cumplió la mayoría de edad. Encontró a un amigo que solo le llevó por el mal camino. Entró en el mundo de las drogas y de la delincuencia y mas de una vez había sido detenido por la policía. Y así siguió unos años más adelante. Hasta que volvió a ver a la niña. A aquella niña, del parque. Aún seguía teniendo su collar, nunca se lo quitaba. El chico buscó información sobre ella, quería asegurarse  que era ella. El chico volvió a sonreír. Ella era su ángel, su luz. Y así el chico desde entonces, la veía todos los días y sabía de ella. 


Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora