Capítulo 5

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Había cedido, lo había conseguido. Me sentía terriblemente mal, le había mentido a Samuel. Lo habñia hecho solo porque un desconocido sociópata me estaba acosando escondiéndose en un número privado. ¿Por qué a mi? ¿Qué era lo que me hacía especial? No entendía porqué esta situaciín me estaba pasando a mi. Una persona que no hacía daño a nadie, que simplemente sobrevivía al día a día.

De repente, me di cuenta de que una lágrima estaba bajando por mi mejilla. No sabía en qué momento me había puesto a llorar y mucho menos por los caminos que estaba yendo. Simplemente tenía ganas de desaparecer, esconderme donde nadie pueda encontrarme. Donde él no pueda encontrarme. Desaparecer.

Sonaba tan bien. 

Mi móvil había cesado, ya no recibí más mensajes. Ni si quiera de Samuel. Estaba sola. Miré a mi alrededor. Había seguido todo recto el camino, tan solo había algunos adolescentes por la calle yéndose de fiesta para pasar lo que, según ellos, sería la mejor noche de sus vidas. Y luego estaba yo, sin rumbo fijo, porque era muy posible que me hubiera perdido. Nunca había estado en esta zona de Madrid, pero sabía que no debía de estar lejos de casa. 

No queria ni desbloquear el móvil, no quería volver a mirar ese maldito aparato que me estaba dando mas dolor de cabeza que en toda mi vida. Todo se estaba volviendo complicado y estresante. ¿Qué se hace cuando tienes a un acosador? Está claro que ir a la policía no es una opción, ya me lo había dejado bastante claro aquel policía; "si es un número privado no podemos hacer nada". ¡Maldita sea!

Me limpie las lágrimas que caían sin cesar. Volvi a mirar a mi alrededor, ahora sí que estaba sola. Me paré en mitad de la calle. Tenia que centrarme o me iba a alejar demasiado de casa. Desbloqueé el móvil para mirar la aplicación de Google Maps. Tecleé la dirección de casa y me aparecía que estaba a quince minutos, definitivamente me había alejado porque probablemente llevaba andando como unos diez minutos. 

Suspiré hondo y puse mi móvil en marcha para poner rumbo a casa.

—¿Estás perdida? —me sobresalté, pensaba que estaba sola. Sentí la presencia de otra persona justo detrás de mí. Se acercó mucho más, puso su mano en mi hombro y apartó mi pelo para poder acercarse a mi cuello. Se me erizó toda la piel al sentir su respiración tan cerca de mí. Estaba totalmente paralizada, inmóvil; mi respiración iba a mil por hora. Me costaba respirar—. Hueles tan bien, maldita sea. Podría estar horas así y no me cansaría nunca.

Iba a salir corriendo, tenía una oportunidad. Tenía que intentarlo. Aquel extraño seguía acercándose un poco más. Tanto que pude sentir su pene duro contra mi. Me dio náuseas. 

—Yo que tú no me iría corriendo. Sé que te lo estás pensando, pero eso solo empeoraría las cosas. Hoy me has cabreado muchísimo, Samantha —era él. Era mi acosador. Estaba pegado a mi cuello, tan solo tenía que susurrarme y solo nos enteraríamos los dos—. No te preocupes, no es momento de que me veas, aún no.

—¿Q-qué quieres de m-mi? —no sabía ni cómo me salía la voz. Estaba asustada, podía hacer conmigo lo que quisiera. Era mucho más alto que yo, podía notarlo. Sentí cómo sonreía, me dio un leve mordisco en mi cuello.

—Quiero follarte como nunca lo han hecho contigo, quiero verte la cara mientras te follo y quiero verte suplicando que te folle cada vez más duro —dejó un rastro de besos por mi cuello. Seguía acercándose más a mí si eso era posible. Me tenía agarrada ambos brazos con sus manos. Me fijé en ellas, eran bastante grandes y sus dedos finos y alargados. Por lo poco que pude ver, tenía el cabello de color castaño y un poco largo. Llevaba una sudadera negra.

No podía parar de llorar, estaba temblando joder. ¿Iba a violarme? ¿Eso era lo que quería hacerme? Si era así que por favor empezara ya para poder acabar cuanto antes. No podía soportar esto mucho más. Me dolia respirar cada vez más, me sentía mareada como si mi cuerpo no pudiese sostenerme, me estaba fallando. 

—Pero todavía es pronto, tendrás que esperar, nena —me fue soltando poco a poco.

Se fue, ya no estaba. Me giré rápidamente para ver si podía verle la cara al menos, pero se había ido tan rápido como había aparecido. 

Me quedé ahí unos segundos parecieron horas. Miré a mi alrededor, me abracé a mi misma, me sentía sucia. Estaba jodidamente mal. 

La calle estaba desierta ahora, como si el mundo hubiera decidido seguir adelante sin mí. Me apoyé contra la pared de un edificio cercano, intentando calmarme, pero las lágrimas seguían cayendo. Sentía un vacío en el pecho, una sensación de desesperanza que me ahogaba. Necesitaba hablar con alguien, necesitaba ayuda, pero ¿a quién podía acudir? Mis amigos no lo entenderían, la policía ya me había dejado claro que no podían hacer nada. Estaba sola en esto.

Empecé a caminar de nuevo, esta vez más rápido, casi corriendo. Necesitaba llegar a casa, encerrarme y sentirme segura, aunque solo fuera una ilusión. Mientras corría, pensé en Samuel. Me dolía haberle mentido, pero no tenía otra opción. ¿Cómo podría explicarle esto? ¿Cómo podría explicarle el miedo que sentía cada vez que miraba mi teléfono, cada vez que pensaba en aquel hombre?

Finalmente llegué a mi apartamento. Cerré la puerta con llave y me dejé caer al suelo, sollozando. Miré el móvil, esperando que no hubiera más mensajes. Estaba agotada, física y emocionalmente. Tenía que encontrar una manera de salir de esta situación, pero no sabía cómo. Solo quería que todo terminara, quería recuperar mi vida.

Pero por ahora, todo lo que podía hacer era llorar y esperar que, de alguna manera, las cosas mejoraran. Me acurruqué en el suelo, abrazándome a mí misma, intentando encontrar algo de consuelo en la soledad de mi pequeño apartamento.

Me sentía atrapada en una pesadilla sin fin, y no sabía cómo despertar.

Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora