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—Samantha, ¿qué ocurre? Te has quedado un rato mirando el móvil. —reaccioné y guardé el móvil en mi bolsillo. Miré a Samuel y le sonreí.

—Nada, no te preocupes. —le agarré de la mano. —¿Sabes qué? —Samuel me miró para que continuara hablando. —Que ya vendremos otro día a por el disco. Vayámonos a casa por favor.

Samuel me dio un beso en la frente y salimos por la puerta de la tienda. Miré por la calle por si veía a Rubén. Pero parece ser que se había ido. No estaba. Y la chica con la que estaba tampoco.

En el recorrido del coche desde la tienda hasta la casa de Samuel se hizo rápido. También es que su casa estaba casi en el centro de Madrid, entonces se llegaba bastante rápido. En el camino no hablamos de nada. No hubo silencios incómodos, cosa que agradecí muchísimo.

—Llegamos. —Samuel aparcó el coche en donde mejor pilló y bajamos de éste.

Caminamos hasta llegar a la puerta, saludó a la conserje, una mujer entrada en años, y subimos en ascensor hasta llegar a su departamento.

--Había pensado ver una película o algo... No sé, si te apetece hacer otra cosa...-- dijo Samuel rascándose la nuca.

--Una película estaría genial.

Samuel asintió con la cabeza y se entró a la cocina. Yo mientras miraba un poco el departamento. La última vez que estuve aquí lo pasé realmente mal. Rubén me amenazó con pegar a Samuel si me quedaba con él aquí. 

¿Porqué siempre terminaba recordándolo?

Resoplé y me senté en el sofá a esperar a Samuel, que después de unos segundos apareció con un bol de palomitas en sus manos. 

Decidimos ver una película romántica que estaban echando en la tele, no sabíamos su nombre pero tampoco es que estuviéramos muy concentrados viéndola. 

En un movimiento rápido, Samuel se colocó encima mío y comenzó a darme besos por el cuello. Luego subió hasta llegar a mis labios. Su mano mientras bajaba y subía por mi pierna. Mi pulso comenzó a acelerarse rápidamente.

—No, espera Samuel. —lo aparté de encima mío. Él resopló. Y se levantó del sofá. Yo me acomodé y miré hacia abajo. Estaba avergonzada.

—¿Qué pasa?

—Y-yo no me siento preparada. Aún no.

—Un momento, un momento. Samantha, ¿eres virgen? —Samuel se arrodilló delante mía. Me agarró de la barbilla para que lo viera. Estaba roja, mis mejillas estaban ardiendo. Asentí con la cabeza. —Vale, entonces iremos poco a poco, ¿de acuerdo?— me acarició el pelo y me sonrió. Le devolví la sonrisa y me dio un beso en la frente.

Luego nos volvimos a acomodar en el sofá y vimos lo que quedaba de película. 

No me di cuenta pero me quedé dormida, me acabo de despertar en lo que supongo que será la habitación de Samuel. Miré a mi alrededor pero no vida rastro de Samuel. Me hice una coleta rápida y salí de la habitación. Se escuchaba la radio de fondo. Caminé hasta la cocina y ahí estaba Samuel.

—Buenos días. —me acerqué hasta él y lo abracé de espaldas mientras él seguí haciendo tostadas.

—Hola amor. —se dio la vuelta y me dio un beso casto. —He decidido que hoy no vamos a ir a trabajar.

—¿Por qué o qué? —sonreí.

—Porque soy el que manda allí y puedo decidir si vamos a ir o no y también es porque quiero que vayamos a comer juntos.

Asentí con la cabeza y le besé.

—Está bien, pero antes tenemos que llegarnos a mi casa. Quiero ducharme y cambiarme y todo eso.

Samuel asintió y me volvió a besar. Se volteó y continuó con el desayuno. Le ayudé a prepararlo y desayunamos entre risas. La verdad es que con Samuel era todo risas. Me lo paso muy bien con él y me encanta estar con él.

Samuel se preparó y arregló y nos montamos en su coche para dirigirnos a mi casa. Una vez que llegamos le dije a Samuel que fuera a algún lado de mientras porque yo iba a tardar bastante. Él accedió a regañadientes.

Caminé hasta la puerta, saqué las llaves, que menos mal que no me las había olvidado en casa de Samuel. Abrí la puerta y las dejé en la cómoda de la entrada.

No recordaba haber dejado la luz de la cocina encendida. Así que me extrañé bastante. Fui hasta allí.

—¿Rubén? —estaba sentado en el suelo, en frente de una encimera, con las piernas recogidas y la cabeza apoyadas en ellas. Al escucharme, alzó la cabeza.

—Vaya, al fin llegas.

Sonrió de lado y comenzó a levantarse, retrocedí unos pasos hacia atrás.

—¿Q-que haces a-aquí?

Rubén me miró a los ojos. Yo me fijé en los suyos. Ya no estaban de ese color verde que tanto me gustaba, se habían convertido en oscuros. Tenía los ojos rojos y estaba muy colorado. Apenas se podía mantener en pie. Me quedé paralizada. Estaba asustada. No sabía de lo que podría ser capaz.

—No quiero que estés mas con ese, ¿me estas escuchando? —no dije nada. Me quede en el sitio. Rubén me alcanzó y me agarró del brazo fuertemente.

—Rubén, sueltame me estas haciendo daño. —las lágrimas amenazaban con salir. Cada palabra que decía me venía una oleada a alcohol. —Rubén no estás bien.

—La próxima vez que te vea con ese Samantha, —me agarró aún más fuerte del brazo. Hice una mueca de dolor. —, te juro que lo mato. —me soltó del brazo y se llevó las manos a la cabeza. —Joder Samantha, prométeme que no lo vas a ver más. —me miró de nuevo. Sus ojos estaban acuosos. Parecía que se iba a poner a llorar. —Prométemelo.

Me acerqué hasta él y le abracé. Él comenzó a llorar. No entendía su reacción. Primero actúa como un completo psicópata y luego empieza a llorar. No entendía los cambios de humor que tenía.

Pero si sabía algo.

Se me partía el alma verle llorar.

Ponerme en los comentarios las chicas que falten en el grupo de whatsapp, solo las que falten.

Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora