"Sabores de Luque" se definía por ser un restaurante elegante, glamuroso y donde la comida era de alta calidad y la mejor de todo el centro de Madrid. Para mí, era mi puesto de trabajo que tanto odiaba y que estaba deseando largarme. Sin embargo, tenía la suerte de que el jefe se hubiera convertido en mi mejor amigo.
Aquella noche salí de trabajar a las una de la madrugada, y todo porque mi querida compañera de trabajo Laura se había puesto mala y tenía que cubrirla para hacer el cierre. Samuel, antes de irme se ofreció bastantes veces llevarme a casa, pero estaba realmente agotada y no tenía ganas de hablar con más nadie. Además, siempre me había gustado caminar sola por la calle. Ya que era mi momento para ponerme mis cascos con mi música y olvidarme de todo lo que tenía alrededor.
Sabía que cuando llegase a casa no me iba a esperar nadie. Hacía un tiempo que eso era así. Mis padres murieron el año pasado en un accidente de coche. Mis abuelos maternos vivían en Noruega y nunca llegué a conocer a mis abuelos paternos. No tenía mucha relación con los familiares de mis padres y casi ninguno estaba en la ciudad. Por lo que podía decir que me encontraba sola en Madrid. Y no me importaba. Echaba de menos a mis padres pero nuestra relación siempre había sido un poco distante. Así que, llevo desde los dieciocho años averiguándome la vida yo sola, vamos, una superviviente en toda regla.
El tramo del restaurante a mi piso era de unos veinte minutos, quince si aceleraba el paso. Nunca me había dado miedo ir sola por la calle a estas horas de la noche, a pesar de todo lo que veía a diario en la tele. Pero fue en ese momento, cuando mi móvil vibró que sentí pánico.
Simplemente abrí el mensaje. No era ni por whatsapp ni por Instagram, sino un sms, de esos que se mandaban antes. Era de un número que no tenía agendado, lo cual me extrañó porque no se trataba de alguna publicidad ni nada.
"Me encantaría follarte todos los días, nena".
Fin, no ponía nada más. Miré a mi alrededor; no había nadie, estaba sola. Ni una sola persona en esa calle. Volví a mirar el móvil y automáticamente borré el mensaje, como si eso me protegiera de algo. Detuve la música que sonaba por los auriculares y me apresuré a llegar lo más rápido posible al piso.
Cuando llegué, cerré con llave y respiré hondo. Todo el camino había estado en alerta, observando por si alguien me seguía. Pero estaba todo tranquilo, como siempre. Volví a respirar una vez más, estaba en casa, ya estaba a salvo.
O eso era lo que yo creía.
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Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDO
Fiksi PenggemarDonde Rubén Doblas es un posesivo y Samantha Jones cada vez tiene más miedo de él. «Como vea que te mira más de esa manera le mato»