097 - R U B É N

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Mi corazón latía a mil por hora. Estaba comenzando a pensar que todo esto había sido muy mala idea. Que no iba a salir bien. Aquel malnacido estaba con una sonrisa de oreja a oreja, la cual yo había heredado (como muchas otras cosas de él) Odiaba tantísimo parecerme a él, tanto física como mentalmente. Odiaba que por su culpa todo lo bueno que una vez había existido en mi, desapareciera.
Escuchaba sus pasos, yo aún seguía medio escondido, no serviría de nada por que pronto él iba a llegar hasta mi.
Mi contacto estaba tirado en el suelo tras el disparo que había recibido. Debía dejar mi cobardía a un lado, debía de actuar ahora mismo.

—Sigues siendo el mismo cobarde que eras de pequeño. —su grave voz se me metía por los oídos. Me molestaba todo de él.

—Tú eras el cobarde. —salí por fin de dónde estaba, él se sorprendió unos segundos. Luego me dedicó aquella asquerosa sonrisa.

—Por fin hablas. Ven hasta aquí a acompañarnos. —se mantenía firme con su sonrisa. Vacilé unos segundos pero finalmente adelanté mis pasos y me coloqué justo en frente de él. Mis puños estaban apretados, mi mandíbula igual, me hacía daño. —Mi pobre y cobarde hijo.

—Yo no soy tu hijo, nunca lo fui.

—Eso, lamentablemente, es cierto. —volvió a sonreír. Apreté aún más mis puños. Quería matarle ahora mismo, que dejara de hablar. No lo soportaba. En mi mente el único pensamiento que había era yo matando a este desgraciado. —¿Por qué estás aquí Rubén? Llevas toda tu vida escondiéndote de mi.

—Yo jamás me he escondido de ti. —él sonreía mientras daba vueltas a mi alrededor. Me estaba poniendo nervioso. Tras decir eso, soltó una pequeña carcajada.

—Eres un cobarde Rubén. Siempre lo has sido y eso jamás cambiará.

—¡No lo soy! —grité fuerte. Parece que él se sorprendió, pero no lo suficiente para dejar de sonreír. —No lo soy, no lo soy... —no podía parar de repetir lo mismo. No soy un cobarde. Mi cabeza estaba apunto de estallar, sentía como mi corazón latía cada vez con más rapidez. Como me costaba cada vez más mantener la postura y no lanzarme hacia él y partirle la cara. Pero aún no era el momento, aún no. 

 —Lo fuiste con tu madre. —por ahí si que no le iba a dejar hablar. —No fuiste capaz de salvarla. 

—Tú la mataste hijo de puta. No tienes ningún derecho de hablar de ella. 

—No, Rubén, yo amaba a tu madre. Fuiste tú quien la llevó a suicidarse. ¿No te acuerdas? 

—¿Qué coño dices?  

—Recuerda Rubén, recuerda cuando tu madre se quitó la vida delante de ti, para que sufrieras todo lo que ella estaba sufriendo tras haber nacido tú. 

—¡Estas mintiendo! —me llevé las manos a la cabeza. Estaba comenzando a sentirme muy mal. Me sentía con menos fuerzas para mantenerme de pie. Me dolía la cabeza muchísimo, no entendía que era lo que me estaba pasando. Mi padre volvió a reírse sabiendo lo que sus palabras estaban causando en mi. 

Tras esto, comenzó a pegarme un puñetazo. No me sentía con fuerzas para defenderme. Sentía como me iba desfalleciendo poco a poco. Sentía la sangre recorrer por mis labios siguiendo un recorrido por mi cuello. A los golpes de mi padre se sumaron los de sus dos perritos falderos. Sentía como mi corazón iba más lento. Juraría que me estaba muriendo. Pero en un momento vi en mi mente unos ojos azules, un cabello rubio y una sonrisa perfecta. En un momento vi  a Samantha. La luz que desprendía con tan solo sonreír. Entonces, y solo entonces, me sentí un poco más vivo y con más fuerza. Y me levanté del suelo. Y comencé a pegar a mi padre como si mi vida dependiera de ello. Pero no sirvió de mucho, porque tan pronto como me levanté, me volví a caer al suelo. No podía ni tan si quiera con mi cuerpo. Estaba jodidamente mal y como no huyera ahora mismo de aquí, me mataría. Mi padre me mataría. 

Así que eso hice, salí corriendo como pude. Torciéndome de dolor. Me había equivocado en todo. No había servido para nada hacer lo que había hecho. Había conseguido que una persona inocente muriese. Y todo por mi culpa. ¿Cómo pensaba que lo iba a matar? Había sido un ingenuo al pensar que por fin todo mi dolor iba a desaparecer con su muerte. Eso jamás iba a pasar. No iba conseguir nada con la venganza. De hecho, con ella lo único que iba a conseguir era alejar para siempre lo único bueno que ha existido en mi asquerosa vida. 

Tenía que olvidarme de esto por fin. Tenía que dejar de sufrir por un tiempo. No podía más, simplemente quería cerrar los ojos y poder descansar por fin. 

No sabía como me estaba manteniendo de pie. Al salir corriendo de allí ni si quiera vinieron tras de mí. Solamente escuché a mi padre reírse a carcajadas. Riéndose de mi, como siempre había hecho. Llegué a donde había dejado el coche y me monté en él. Me miré por el espejo y tenía la cara prácticamente llena de sangre, luego miré hacia mis manos y también estaban llenas de sangre. Me dolía muchísimo todo el cuerpo, había recibido golpes por todos lados. Pero no era nada comparable al dolor que sentía en estos momentos. 

Conduje hasta la pequeña cabaña. Tenía que coger las maletas e irme con Samantha lo más pronto que podía de este lugar. Yo ya estaba roto en pedazos, pero no iba a dejar que Samantha se rompiera. Eso jamás.


Para que podáis entender y situaros un poco, los capítulos 96 y 97 es lo que pasa antes de los capítulos 93, 94, 95. Espero que lo hayáis podido entender todo, cualquier duda puedes escribirla aquí y con gusto la responderé o el tablón de mi perfil o incluso por mensaje. Por cierto, tan solo faltan tres capítulos más ♥

Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora