092

2.2K 156 20
                                    

Ambos estábamos sentados en el avión, yo mirando hacia la ventana. No hacía ni una hora que habíamos despegado de Madrid y Rubén ya estaba con su cabeza apoyada en mi hombro, con su boca entre abierta. Giré mi cabeza hacia él, observándolo. Con mi mano izquierda, le retiré un mechón rebelde que tapaba su ojo. Sonreí al verle, tan relajado, tan perfecto. Deseaba que siempre fuera así, tranquilo, en paz, pero sabía que tenía demasiados demonios contra los que luchar. Y que uno por uno, ambos, iríamos acabado con ellos. No iba a dejarlo solo, jamás. 

Quizás pareciera una loca obsesionada por un tipo que me había causado más daño que nadie en este mundo, sabía que no lo me lo merecía. Él es una persona increíble a la que le han pasado cosas malas. Se merecía ser feliz, mas que nadie en este avión. Y aunque yo, quizás, no sea la mejor o la peor influencia para él o que se merezca a alguien mejor que yo, iba a procurar su felicidad. Costara lo que me costara. 

Rubén no me había dicho a donde íbamos, aún no lo sabía. Tenía bastante curiosidad. Ansiaba por llegar a nuestro destino, empezar de cero.  Unidos, como una pareja totalmente normal. 

No me había dado cuenta del tiempo que había pasado mientras pensaba en nosotros dos. Rubén seguía durmiendo, incluso podía ver como la baba se escapaba de sus labios, sonreí al verle tan adorable. Parecía que no había dormido en mucho tiempo, ya que en todo el camino no se había despertado ni una vez. Estábamos a minutos de llegar al aeropuerto. Estaba nerviosa. No era la primera vez que me subía en avión, lo hice una vez de pequeña con mis padres. Pero si que era la primera vez que me iba de mi ciudad natal, Madrid, a otra ciudad totalmente diferente a vivir. 

La voz de la azafata en varios idiomas comenzó a sonar, informándonos que nos abrocháramos los cinturones por que estábamos a punto de aterrizar. Rubén al escucharla se despertó. 

-Ey, ¿has dormido bien?- dije al verle. Él se restregó sus manos por sus ojos. Al verme al lado de él sonrió y me agarró de la mano mientras asentía. Yo, simplemente, me acerqué a él y le di un suave beso en los labios. 

En menos de cinco minutos, el avión ya había aterrizado. Todos los pasajeros que allí nos encontrábamos nos levantamos, cogimos nuestras maletas y salimos del avión ansiosos por nuestra vida. 

Sentí el frío recorrer por todo mi cuerpo, miré hacia mi alrededor, reconocía este aeropuerto. Las montañas a lo lejos, cubiertas de nieve, la constante brisa...

-¡No puede ser! -dije mirando a Rubén con una sonrisa enorme en mi cara. Rubén soltó las maletas en el suelo, abrió los brazos y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo. Con la cabeza echada hacia atrás, respirando el aroma, dejando que el frío se colase por todas las partes de su cuerpo. 

-Bienvenida a Noruega. - lo miraba con una sonrisa enorme. Notaba como mis manos se enfriaban por segundos, al igual que mi nariz y todas las partes de mi cuerpo. Corrí hasta él para abrazarlo tan fuerte como podía. Él no tardó en responder al abrazo. Mi cabeza, al ser mucho más baja que él, la tenía apoyada en su pecho. Rubén colocó perfectamente su cara en lo alto de la mía. -Bienvenida a nuestro nuevo hogar. 

(...)

-Nos hemos perdido.- zanjé lanzando el mapa hacia atrás, cayendo en los asientos de atrás. 

-No nos hemos perdido.

-No tienes ni idea de donde está la cabaña de tu madre, admítelo.- comencé a reírme. Rubén me fulminó con la mirada, luego comenzó a dar marcha atrás. 

Negué con la cabeza mientras sonreía y subí el volumen de la música que sonaba en la radio. Seguía haciéndole bromas con que nos habíamos perdido, era bastante adorable la actitud que tomaba Rubén en estas situaciones. Estaba comenzando a ponerse nervioso, pero no perdía la sonrisa de su cara. Después de varias horas dando tumbos por toda Noruega, hasta que porfin lo logramos. Estaba bastante apartado de la ciudad, solitario, pero perfecto para nosotros dos. 

Rubén aparcó el coche en frente de la pequeña cabaña de madera. Salí escopetada del coche, tenía las llaves de la casa así que no tardé en abrir. 

Simplemente era preciosa, Rubén me había contando una historia increíble de esta casa. De algunos recuerdos con su madre cuando él tan solo tenía cinco años. Lo veía tan feliz por estar en su casa, su verdadera casa. 

-Hay que hacerle algunos arreglillos, arreglar la calefacción, ordenar un poco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Hay que hacerle algunos arreglillos, arreglar la calefacción, ordenar un poco...- me giré hasta él y le agarré de la cintura.

-Es perfecto, tal y como está. Perfecto, muchísimas gracias. Por esto, por no rendirte. Por seguir a mi lado.

-No digas eso, no tienes que darme las gracias por nada. - juntó nuestras frentes.

-Sí, si que debo. Gracias  a ti he aprendido a amar tanto a alguien que daría mi vida por esa persona. Eso me los has enseñado tú, y te juro que jamás me arrepentiré de haberte conocido.- junté nuestros labios en un beso desesperado, lleno de pasión y deseo. 

Rubén me agarró y me levantó, enrollé mis piernas por su cintura para evitar caerme. Seguíamos besándonos con deseo, con ganas de comernos el uno al otro, él caminaba hasta el sofá. Me colocó con cuidado y él, despacio comenzó a quitarse la sudadera que llevaba. Se puso encima mío, apoyando sus manos en los lados que quedaban para no aplastarme. Volvió a besarme, dejando un pequeño mordisco en mi labio inferior, luego se separó dejándome con más ganas y dirigió sus labios hasta mi cuello. No pude evitar soltar una risa, me hacía cosquillas. Él también sonreía. Desabrochó el botón de mi pantalón, yo hice lo mismo con los suyos. Nuestros cuerpos radiaban calor. Podía notar como nuestros cuerpos querían estar juntos, unidos. No tardé en quitarme la sudadera que llevaba, ahora solo estábamos en ropa interior. Rubén inspeccionó mi cuerpo antes de volver a jugar dando pequeños besos por mi cuello. Yo enrosqué mis piernas en su cintura, haciendo que nuestros sexos se rozaran, lo que provocó un gemido tímido por parte de ambos. Acariciaba su espalda, enredaba mis manos en su pelo. Él seguía con su camino de pequeños besos por mi cuello, solo que ahora hizo recorrido hasta llegar a mis pechos. Él me miró como para pedirme permiso y yo solo asentí desesperada. Con sus manos bajó el sujetador, dejando mis pechos al aire. Pude sentir el frío rozando mis pezones, lo siguiente fue la lengua de Rubén en uno de ellos, acariciándolo mientras que con su mano tocaba mi otro pecho. Cerré los ojos mientras respiraba con dificultad. Estaba sintiéndome demasiado bien. Hice un pequeño movimiento que hizo que nuestros sexos se volvieran a rozar. Ninguno de los dos podíamos aguantar más. Así que me  desabroché el sujetador por completo y Rubén mientras agarró un preservativo que no tenía ni idea de donde había salido. Se quitó sus bóxer y no tardó en dar la primera embestida, lenta, con cuidado de no hacerme daño. Pero yo quería más, más rápido. Así que se lo pedí. Solamente sonrió mientras aumentaba el ritmo. No podría aguantar más, al igual que él. Gemidos, rasguños en la espalda, nombres susurrados, besos, caricias. Ambos llegamos al clímax. 

Había sido perfecto, algo que ambos necesitábamos después de tanto tiempo. 

Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora