Rubén llegó hasta mi, mis piernas aún seguían sin moverse. Quería correr, alejarme de este sitio y de él. Me prometí a mi misma no volverlo a ver. Rubén tenía sus labios entre abiertos. Dio un paso para ponerse más cerca de mi, yo no retrocedí. Tiró el porro que tenía en sus manos y lo aplastó con la punta de su zapato. Con su mano, que tenía antes el porro, me acarició la mejilla. Un fuerte olor se hizo presente en mis fosas nasales. Al sentir su roce, una lágrima descendió por mi mejilla chocando con su mano. Aparé la mirada de él y agaché la cabeza.
-No sabes cuanto he deseado poder tocarte de nuevo.- su voz era mucho más ronca de lo normal. Su mano la llevó hasta mi nuca y me atrajo hasta él. Pasó su brazo, el que llevaba una botella de algo en su mano, por mis hombros. Su otra mano seguía en mi nuca. Me estaba abrazando. Mi cabeza estaba apoyada en su pecho, no sabía que hacer. Lloraba en silencio. Verle me había provocado muchos sentimientos que hasta el día de hoy creía que habían desaparecido. -No te vas a volver a ir de mi lado, muñeca.- su voz era ronca y sexy. Me erizó toda la piel.
Por fin reaccioné y me aparté de él de forma brusca. No, no iba a volver a caer en su juego. No volvería detrás de él. No podía soportar otra vez lo que era estar enamorada de Rubén.
-¡Samantha!- me giré rápidamente al escuchar mi nombre. Aaron estaba detrás mía con la boca medio abierta. -¿Q-qué haces aquí?
Estaba confundida. ¿Cómo sabía Aaron que estaba aquí? Lo miré de nuevo, su piel se había puesto pálida. Luego miré a Rubén, éste estaba con el puño de su mano libre apretado y sus cejas estaban fruncidas. Sabía que se estaba enfadando al ver a Aaron. No quería que ninguna locura ocurriese.
Caminé, sin mirar a Rubén, lo más rápido que pude hasta Aaron. Éste me agarró de la mano, cariñosamente. Ya no lloraba, ahora me sentía protegida.
-Vete de aquí Rubén.- dijo Aaron serio. Rubén se rió y dio un paso hacia nosotros.
-¿De verdad quieres que me vaya querido Aaron?- dijo en tono burlón. -¿Quién te hará tu trabajito?- sonrió de lado. Yo fruncí el ceño. Aaron me agarró de la mano más fuerte.- ¿O es que ya se te ha olvidado?- Rubén dio otro paso más y otro y se colocó en frente nuestra. Miró fijamente a Aaron y luego posó su mirada en mi. De nuevo agaché la cabeza. No quería que me mirara, no quería que nuestras miradas se juntasen. Solo quería irme y volver a casa, con Aaron.
-¿De qué habla?- susurré para Aaron, pero sabía que Rubén se había enterado perfectamente.
-¡Oh, ella no lo sabe!- se rió otra vez Rubén.
-¡Cállate hijo de puta o te juro que...!
-¿Te juro qué?- Rubén cogió de la camisa de Aaron por el cuello, ésto hizo que me soltara del agarre de él. Intenté parar a Rubén, pero éste ya le había propinado un puñetazo. Solté un grito agudo. Aaron ya estaba de rodillas en el suelo. Rubén levantó el brazo para volver a pegarle pero logré ponerme en frente de él. Cuando me vio, paró en seco. Nuestras miradas volvieron a cruzarse de nuevo.
Mis ojos estaba acuosos, a punto de echarme a llorar, los de él aún seguían rojos por haber estado fumando a saber qué.
-Samantha, quítate.- negué con la cabeza. -¡Que te quites joder!- gritó tan fuerte que hasta los tipos del fondo del callejón se giraron para ver la escena. Volví a negar. Rubén bajó el brazo y se dio la vuelta. Yo suspiré y esperé unos segundos para ver como iba a reaccionar.
-Nosotros nos vamos.- dije seria y firme.
-No, no, no, él se va,- se giró hasta mi y me señaló.- tú te quedas conmigo.
Me agarró del brazo tan fuerte que no me quedó más remedio que seguirle el paso. Giré mi cabeza para ver a Aaron, aún de rodillas en el suelo, con la cabeza gacha y sin ni siquiera intentar detener a Rubén. Quería gritarle que se moviera. Que viniera a por mi. Que yo quería estar con él y no con Rubén. ¿Por qué no se movía? ¿Por qué no se atrevía a mirarme?
Mis lágrimas no cesaban.
Estaba completamente perdida.
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