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Me sentía mal. 

¿Cómo podía haberle echo esto a Rubén?

El móvil se me resbaló de mi mano haciendo un ruido bastante fuerte en toda la habitación. Inmediatamente sentí los brazos de Samuel rodearme la cintura. Con fuerza, me separé de él. Me miraba extraño.

-Tengo que irme.- agarré mi camiseta que estaba tirada en el suelo, mientras me ponía mis zapatos.

-¿Qué?- se sentó junto a mi y puso una mano en mi hombre. Me aparté de él nuevamente. -¿He echo algo malo?

-No, Samuel... Yo me tengo que ir. Lo siento.

Sin decir nada más salí de allí lo más rápido que podía. Sentía que mi corazón se iba a salir en cualquier momento de mi pecho como no me tranquilizara. No podía ni tan si quiera respirar bien. Todo me daba vueltas, me sentía mal, mareada. Me daba asco ahora mismo. Nada más de pensar en lo que habría estado a punto de hacer. Me doy asco. 

Rubén no se merecía esto.

Nada de lo que le estaba pasando se lo merecía. 

Notaba como mis lágrimas descendían por mi rostro con rapidez mientras corría sin mirar atrás hacia Rubén. No podía pensar en otra cosa nada más que en él. ¿Y si llegaba tarde? ¿Y si por mi gilipollez perdía completamente a Rubén?

 ¿Y si llegaba tarde? ¿Y si por mi gilipollez perdía completamente a Rubén?

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Sin darme cuenta, llegué en menos de diez minutos. Me paré en frente de la puerta. Después de aquí, podría pasar cualquier cosa y tenía que estar preparada para lo que sea. Tragué saliva y entré rápidamente. En la recepción estaba la misma chica que me había ayudado. Al verme, negó con la cabeza. Yo me llevé la mano a la boca. Las lágrimas eran incontrolables. Me sentía jodidamente mal. Estaba a punto de caerme al suelo y no levantarme de él jamás. Miré hacia los policías que allí se encontraban. Cerré mis puños, por su puta culpa Rubén estaba pasando por todo esto. Me encaminé a ellos a paso rápido. Me importaba nada una mierda. ¿Qué más podía perder? Si lo que más quería en este mundo me lo habían arrebatado sin ni si quiera poder despedirme de él. Sin ni si quiera poder recordarle lo mucho que lo quería. Cuando estaba a punto de llegar hasta ellos, la chica de la recepción hizo que me girara y la miraba.

-¿Estás loca?- dijo mirando a los policías y después a mi. -Ni si te ocurra hacer ninguna tontería o estas muerta.

-¿Acaso eso importa? Joder, me da igual lo que me pase a mi. Esos hijos de puta han jodido a Rubén para siempre. 

-No piensas con claridad. Piensas con el dolor que sientes ahora mismo, con la rabia. Pero eso no solucionará nada. -la chica me miraba atentamente a los ojos. Yo ya estaba cansada de esta conversación. -Ven conmigo. 

No me dio tiempo a decir nada o ni siquiera forzar para que no me llevara con ella. Estaba tan jodida que ahora mismo cualquiera podría mangonearme y yo no me daría ni cuenta. La chica, que no sabía su nombre, me llevó a un pasillo que estaba completamente vacío y en él habían puertas -como de hospital- con números en ellas. 

-¿Dónde estamos?

-Te voy a llevar a ver Rubén pero tienes que estarte quieta y no hacer ninguna tontería o las dos acabaremos muy mal.

Sentí un gran alivio en mi interior. Una pizca de esperanza había resurgido. 

La chica me conducía por aquel pasillo hasta que llegamos  a una puerta, casi al final, me fijé en ella. La 122. Al lado de ella había un pequeño soporte en el que dentro de él se encontraban sus papeles. Uno de ellos sobresalía en el que ponía peligroso en letra mayúscula. Esperaba ansiosa a que la chica abriera por fin  la puerta y pudiera entrar. 

-Ya está. -me encaminé a abrirla con rapidez, no quería perder ningún segundo más. La chica puso su mano en lo alto de la mía, que ya se encontraba en el pomo de la puerta.- Lo van a trasladar a otro sitio, la suerte es que no le van a inducir un coma. -volví a sentir un poco de esperanza. Solté un gran suspiro.- Pero no quiero que te hundas a lo que puedas ver ahí adentro. 

-Él jamás me haría daño.

-Lo que quedaba del Rubén que habías conocido a desaparecido. Es muy, muy peligroso. No quiero que te pase nada. Por eso nunca te dejaban verlo. 

-¿De qué hablas? 

-Rubén se ha convertido en un monstruo. Está mal de la cabeza, Samantha. 

Entré sin querer escuchar más. Y, sinceramente, no podía creer lo que estaba viendo. 

Los monstruos si que existían y ahora mismo tenía uno en frente mía

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Los monstruos si que existían y ahora mismo tenía uno en frente mía. 

Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora