La había perdido. Todo lo que me hacía bueno en esta vida, mi razón de despertarme cada día, lo acababa de perder y todo por algo que yo no tuve la culpa. No podía hacer nada. Aaron no iba a contar nada porque eso no entraba en nuestro trato.
Yo le pagaba una buena cantidad de dinero si él dejara a Samantha para siempre.
Desde que ella se fue de mi piso al contarle lo sucedido con sus padres, jamás la perdí de vista. Siempre sabía lo que hacía. A donde iba, con quien iba, que hacía. Todo.
Me prometí a mi mismo dejarla en paz. Pero a quien quería engañar. Mi vida sin ella no tenía para nada de sentido. En este último año lo que había conseguido sin estar al lado de ella, fue recaer en la drogas y en él alcohol de nuevo. Todas las noches volvía a este maldito lugar borracho.
Siempre la misma rutina.
Había deseado que cuando llegase este momento, Samantha me personase. Que fuera capaz de entender las cosas. Pero no, nada de eso ha sido así.
Agarré una bolsita con unas pastillas de debajo de mi almohada. Esto haría que mi miserable y despreciable vida mejorase algunos minutos, hasta que él efecto de las pastillas pasase y me volviera a meter una en la boca para no recodar él asco que doy.
Abrí la bolsa y cuando estaba a punto de meterme una pastilla en la boca, la puerta de mi habitación -si es que a esto se le podía llamar habitación- se abrió de golpe.
—Rubén, yo... —Samantha miró sorprendida la situación. Vino rapidamente hasta mi y me arrebató con fuerza las pastillas. —¿Te ibas a drogar? ¡Joder, Rubén! —las tiró por la ventana. No sabía como reaccionar ni que decir. ¿Esto es de verdad?
—¿Sam? —dije despacio, sin dejar de mirarla. Ella se sentó en él borde de la cama.
—Me temo que no puedo dejarte aquí solo.
—Esto no está pasando. —me levanté de la cama y caminé de un lado a otro.—Esto es una alucinación de la pastilla. Tú no estás aquí.
—Rubén, soy yo, te lo prometo. —Samantha me frenó y ambos nos miramos fijamente a los ojos.
Parecía todo tan real... Pero no. Esto estaba solo en mi cabeza. Tenía que hacer que se fuera. Tenía que hacer que desapareciera.
—¡Basta! —me aparté de ella bruscamente. —No eres real, no eres real. —repetía una y otra vez.
—Rubén nada de esto está en tu cabeza. Es real. Estoy aquí. Contigo. —me colocó una mano en la mejilla. Pude notar en su mirada que sentía pena y miedo. Todo está siendo tan real...
—No... No eres real. —me deslizé por la pared hasta quedar sentado en él suelo. Agaché la cabeza y varias lágrimas descendieron por mi rostro. —No eres real. —dije una vez más. Sollozando.
Levanté la cabeza y estaba solo.
(...)
Me desperté tirado en él suelo y con un dolor de cabeza increíble. Abría los ojos y los cerraba rápido. Aun no me acostumbraba a la luz del sol. Me pasé una mano por mi pelo, apartándolo de mi cara. Me apoye con una mano en él suelo y me levanté del incómodo suelo. Genial, ahora también me dolía la espalda.
Miré a mi alrededor y recordé todo lo que pasó él día anterior y lo solo que estaba ahora mismo.
Miré en la cama y vi que la bolsita en la que había cuatro pastillas, solo quedaba una. Me la guardaría para después, cuando le pidiera a Harry que me diera otras dos bolsitas más.
Caminé a paso lento hasta llegar al baño, al abrir la puerta escuché que en la habitación donde había tenido a Samantha encerrada, se había escuchado un ruido. Cosa que me extrañó muchísimo. Fui hasta ella y Samantha estaba tumbada en lo alto de la cama, durmiendo. Abrí y cerré los ojos varias veces para ver si estaba viendo bien. Esto no podía ser alguna alucinación. Los efectos de las pastillas se habían pasado, de ahí ese insoportable dolor de cabeza que sentía.
Me acerqué hasta ella y la zarandee un poco.
—¿Sam...? —susurré. Ella murmuró algo que no entendí y se fue despertando poco a poco. Me alejé un poco. —Te dije que te podías marchar.
—No podía irme. - Samantha se levantó de la cama y se acercó hasta mi. -Rubén yo...
-No te entiendo. Primero dices que no puedes estar conmigo pero sin embargo te has quedado aquí. ¿Qué se supone que tengo que hacer yo ahora?
Me estaba volviendo loco.
Aún más de lo que ya estaba.
-Lo sé, lo sé. Yo tampoco me entiendo... Pero no sé. Creo que no voy a poder volver sabiendo que estás aquí.- se sentó en la cama y se tapó el rostro con sus manos. -Yo creo que te quiero.
Quizá estuviese a punto de cometer una tontería, quizá lo estropearía todo y esta vez si que se fuera para siempre Samantha de mi vida. Pero echaba tanto de menos sentir sus labios con los míos. Sentir su tacto, oler su aroma, decirle todas las veces que quisiera cuanto la quería... Así que no dudé más. Me acerqué a ella y me puse de cuclillas, para estar a la misma altura que ella. Le quité las manos de la cara y acaricié su mejilla. Ella me miraba como si estuviera esperando a que la besara de una vez. Así que, eso hice. Junté nuestros labios y éstos fueron acariciándose poco a poco. Nos tuvimos que separar a cusa de que ambos nos íbamos a quedar sin respiración y nos miramos.
-No sabes lo mucho que echaba de menos esto.- dije para a continuación volverla a besar. - Te quiero, - dije a mitad del beso y pude notar como Samantha sonreía.- Te quiero.- volví a pronunciar.
Ya no eran besos cálidos y dulces, ahora eran apasionados. Como si ambos nos quisieramos comer. Samantha se acomodó mejor en la cama y yo me coloqué con cuidado en lo alto de ella. Comencé a darle suaves besos por su cuello, haciendo un recorrido para luego volver a sus labios. Samantha pasó sus manos por mi cuello, para que me acercara mucho más a ella. Dios, no podía describir lo feliz que me estaba sintiendo. Después de tanto tiempo. Nos quedamos unos segundos mirándonos, para luego volvernos a besar. En un movimiento rápido, Samantha se coloca en lo alto mía. Me mira y me sonríe, lo mismo hago yo. Samantha se quita la camiseta dejando ver su sujetador de encaje negro. Sonrío aún más y Samantha se adelanta a besarme en el cuello. Dejando pequeños mordiscos en él. No podía quejarme. Con dificultad y una carcajada por parte de Samantha, consigo quitarme la camiseta. Ella me ayuda con los pantalones y a continuación ella hace lo mismo con los suyos. Ambos estábamos semi desnudos.
-Dímelo.- pronuncié antes de desabrocharle el sujetador. Ella estaba en lo alto mía y yo estaba sentado en la cama. Ella me miró extrañada.
-¿Qué?- dijo.
-Dime que pase lo que pase, jamás te vas a ir de mi vida. Nunca más me vas a volver a dejar solo.
-Nunca, - sonrió-, te voy a dejar solo.
Le di un dulce beso en su nariz y le quité el sujetador. Dejándome ver sus pechos que tanto había echado de menos. Vi como se sonrojó y acaricié su mejilla. Nos reímos y mientras le besaba, acariciaba sus pechos. Ella daba algunos pequeños gemidos. No podía aguantar más. Samantha bajó mis calzoncillos y yo hice lo mismo con sus bragas. Ahora estábamos los dos desnudos, completamente. Estuvimos algunos segundos mirándonos. No tardamos mucho en estar separados. Nos fundimos en un beso apasionado. A continuación, empecé con una pequeña embestida que se fue intensificando más.
Ambos llegamos al clímax y nos recostamos en la cama. Mirándonos a la cara. Aparté un mechón de su cara y se coloqué detrás de la oreja.
-Estoy perdida en ti.
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Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDO
FanfictionDonde Rubén Doblas es un posesivo y Samantha Jones cada vez tiene más miedo de él. «Como vea que te mira más de esa manera le mato»