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Solté la pistola al segundo de que la puerta se abriera. La policía de Noruega irrumpió en la cabaña provocando que tanto Rubén como yo nos levantáramos de un salto del suelo. Mi primer reflejo -después de soltar el arma- fue levantar las manos y colocarlas en la cabeza. Mis lágrimas me impedían ver con claridad, por lo que veia como entraban aquellos hombres borrosos. Ruben no se había movido de su sitio, no apartaba la mirada de mi. 

Los hombres hablaban en noruego por lo que no entendía ninguna palabra que decían. Estaba asustada, llevaba asustada desde que me desperté esta mañana. Mi corazón latía. Muy rápido. Pensaba que se iba a parar en cualquier momento para que así dejara de respirar y por consecuencia dejara de tener miedo. 

Rubén habló con los hombres. No sabía que era lo que estaba pasando, por qué habían venido. Por qué nos estaban  apuntando con una pistola. No entendía nada. 

Tan solo pensaba en lo que había estado a punto de hacer. Le iba a quitar la vida al amor de mi vida. ¿Quién me creía para tener el poder de quitarle la vida a alguien? No sabía si estaba agradecida por que hubieran entrado para así no hacerlo o estaba arrepentida. 

Rubén dijo varias cosas, luego aquel hombre y así durante unos segundos. Lo que pasó a continuación si que no me lo esperaba. El hombre agarró las manos de Rubén y las colocó detrás de su espalda, luego le colocó unas esposas. 

-Esto es lo mejor. Lo que debería haber hecho mucho tiempo atrás. -y eso fue lo último dijo. 

A continuación, y sin seguir entendiendo nada, los hombres se lo llevaron por la puerta. Una señora entró por la puerta y me pidió que me sentara. Lo hice. La señora me echó una manta por la espalda. Ni si quiera había notado que estaba muerta de frío. 

-Tendrá que venir con nosotros. -la señora habló. Tenía suerte de que hablara español. Tan solo asentí. 

(...)

Habían pasado unas cuentas horas. Me encontraba en la comisaría del pueblo donde nos encontrábamos. Aquella señora que me echó una manta sobre mi espalda me estuvo acompañando todo el rato, incluso me había traído una taza de chocolate caliente. No había dicho ni una sola palabra a nadie desde que llegué aquí. A mi tampoco me decían nada. Pero sabía que era cuestión de tiempo que me hicieran unas cuantas preguntas. 

Tan solo pensaba en que iba a matar a Rubén. Que estaba decidida a hacerlo. Que había decidido renunciar a él. Quizás me estaba volviendo loca o quizás ya lo estaba. Pero no podía sacar aquel recuerdo de mi mente. 

-¿Samantha Jones? -el policía que había entrado a la cabaña estaba en frente mía junto con unas hojas en sus manos. Asentí. -Tenemos que hacerle unas preguntas. -volví a asentir. La señora que estaba a mi lado colocó su mano sobre mi hombro y asintió. Le di las gracias por la taza de chocolate y seguí al policía.

Entramos a una sala donde solo había una mesa y dos sillas. Todo lo demás era pared, una de ellas con un gran espejo. 

-Soy el agente Adamsen. -me sorprendió que hablara un español tan perfecto. -Verás, llevamos siguiendo la pista de Rubén desde que le internaron en aquel hospital. -me reí irónica. -¿De que se ríe usted?

-¿Hospital? ¿De verdad cree que eso era un hospital? -negaba con la cabeza mientras me reía. -Lo estaban matando ahí, eso no era un hospital, era una prisión. Lo estaban matando, lo estaban convirtiendo en alguien que no era. 

-¿Sabe usted que mató a una persona? -se me heló la sangre a recordar aquello. ¿Porque lo había tenido que recordar? Me quedé callada. -Mató a una persona y aún así no fue a la cárcel. Me parece que aquel hospital fue lo mejor que le pudo pasar. 

-No sabe de qué está hablando. No sabe nada sobre él, ¡nada!

-Ese hombre además de matar a una persona, provocó un accidente que hizo que otras dos personas mas murieran. -mis padres. -Ese hombre al que tanto defiende fue el culpable de la muerte de sus padres. Ese hombre la ha estado consumiendo cada segundo que pasaba junto a ti. ¿No se da cuenta? Créeme que tomó la peor decisión cuando le ayudó a escapar de aquel hospital. 

-¿Cómo...?

-Como le he dicho, llevo siguiendo a Rubén Doblas desde la muerte de Blair Álvarez. Lo sé todo. 

-Él no es así... -susurré para mi misma. Quería repetirme esa frase cada segundo, quería convencerme de que Rubén no es así. 

-Tiene un trastorno de la personalidad, es bipolar, trastornos psicóticos, es un manipulador, drogadicto, agresivo,...

-No, para, para. 

-Puedo seguir diciéndole. 

-Él no es así. 

-Debe abrir los ojos Samantha. La ha estado manipulando de sobremanera. Tiene un poder sobre ti que ni él mismo puede controlar. Tiene que ser inteligente.

-Usted no sabe nada. No sabe nada de su vida. ¿Dónde estabais cuando su padre le pegaba palizas hasta casi matarlo? ¿Dónde estaban cuando se tuvo que hacer cargo con tan solo  doce años de su madre cuando se suicidó delante suya? ¡No tenéis ni puta idea de nada sobre él! -me levanté de la silla furiosa. No iba a dejar que nadie hablara mal de él sin ni siquiera conocer su historia. 

-La tiene con una venda en los ojos. - Adamsen se levantó de la silla, apoyó sus manos en la mesa y se acercó hasta mi. -Tendrá que acompañarme Samantha. 

-¿Acompañarle? ¿Dónde está Rubén?

-Lo trasladarán a primera hora del día a la prisión estatal de Noruega. Su juego ya ha acabado por fin. 

Grité, pataleé, lloré y supliqué por él. Pero nada de eso iba a servir de mucho. Rubén ya había desaparecido.

Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora