074 - R U B É N

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Abrí los ojos con lentitud. Estaba rodeado por unas paredes blancas, no había ningún cuadro y ninguna ventana. Había demasiada luz y eso hacía que entrecerrara los ojos. Lo único que pude divisar fue una figura  de alguien negra en la esquina. Pero no estaba completamente segurl de lo que era. Intenté levantarme de la cama que estaba tumbado, pero se me hacía imposible. Miré hacia mis brazos, en uno de ellos tenía puesto lo que parecía ser una vía, a continuación miré hacia mi brazo derecho, tenía como una pegatina y de ésta salía un cable que conectaba a una máquina. Descendí un poco y ambas muñecas las tenía con unas esposas amarradas en los barrotes de la cama. Estaba confuso. No recordaba nada y estaba comenzando a agobiarme. Intenté de nuevo levantarme, intenté quitarme las esposas pero nada de eso servía. Miré otra vez a la figura que estaba quieta en la esquina derecha de la habitación. Intenté abrir la boca para hablar pero se me hizo imposible pronunciar palabra alguna. Tenía la boca seca y pastosa necesitaba beber agua ya. La figura seguía quieta. ¿Es que no me veía? Volví de nuevo a moverme para ver si así conseguía salir de la cama pero nada. Sentía como si mi cuerpo no funcionara, no podía levantar las piernas. Mi cabeza me iba a explotar en cualquier momento.

Quería que esto acabase.

Me estaba sientiendo muy mal. Estaba desesperado, agobiado, preocupado, furioso... No entendía nada y nadie hacía nada.

¿Será que estaba muerto?

Si eso fuera así, este dolor tendría que haber cesado.

Lentamente, escuché como se abría una puerta. De ésta apareció otra figura que fue caminando hasta mi. ¿Por qué me costaba tanto divisar las cosas? La figura que había entrado ae fue acercando a mi. Inmediatamente, me moví para que supiera que estaba aquí. De nuevo intenté decir algo, pero no me salía nada. ¿Qué coño me estaba pasando?

—Por fin despiertas Rubén. —escucho la voz ronca de un hombre. —Has estado como tres día durmiendo. —no dije nada, bueno tampoco es que pudiera. Fruncí el ceño. —Es normal que te sientas así, los calmantes están haciendo efecto. Voy a darte un poco de agua junto con tu medicación, ¿de acuerdo? —el hombre fue acercando su mano hacia mi boca. Yo la aparté rápidamente. —Rubén, tienes que tomar la medicación. Por favor no me hagas hacer algo que no quiero, así que trágatela. —accedí y él metió una pastilla em mi boca y me dio agua con una pajita.

—¿Quién es el que está en la esquina?— dije con dificultad. Aún me costaba un poco hablar pero al menos, después de beber agua, ya podía pronunciar las palabras.
El hombre se giró y miró hacia sus espaldas, luego regresó su mirada hacia mi y frunció el ceño.

—¿Quién? Aquí solo estamos tu y yo. Y te aseguro que nadie se ha metido porque hay alguien vigilando la puerta.

—¿De qué hablas? ¡Está justo ahí! —¿qué le pasaba a este tipo? Hay una figura de alguien perfectamente colocada en la esquina.

—Rubén, tienes muchos calmantes en tu cuerpo más la medicación que te acabas de tomar... Seguro que son alucinaciones tuyas. Ahora descansa, ya mismo vendrá el doctor.

—Oye no, espera. —dije rápido para que no se fuera. —¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué coño tengo dos esposas en mis manos? ¿Y por qué coño parece que estoy metido en una puta cárcel?

—Lo siento pero no estoy autorizado a contarte nada. Yo solo cumplo órdenes y ya he cumplido con ella. Ahora tengo que avisar al doctor de que porfin despertaste.

—¡Ey! —intenté alzar mi mano pero no me acordé de que tenía la esposa en ella y me hice bastante daño. Cuando me di cuenta el tipo este se había marchado.

Miré hacia la esquina y aún seguía allí la figura. Intenté tranquilizarme y pensar que esa figura era una simple alucinación mía. Cerré los ojos fuerte, deseé que todo volviera a ser normal, los abrí y todo seguía como antes. En la misma habitación con paredes blancas, sin ninguna ventana, sin ningún cuadro que decorase las sosas paredes... Pero la figura ya no se encontraba allí. Suspiré y eché mi cabeza hacia atrás. ¿Qué había pasado y por qué no mr acordaba de nada?

—Rubén... —escuché el murmullo de una chica. Parecía como si estuviera llorando. Alcé de nuevo la cabeza y miré a todos lados pero no había nadie en esta maldita habitación de cuatro paredes. —Todo es tu culpa, todo es tu culpa, todo es tu culpa... —la voz de aquella chica seguía repitiendo lo mismo una y otra vez.

Decía que todo era culpa mía. ¿El qué? ¡No me acordaba de nada!

—Todo es tu culpa, todo es tu culpa. —quería que se callase. Mi cabeza iba a explotar.

—¡¡Cállate, cállate!! —grité fuerte.

La voz cesó. ¿Qué me estaba pasando? No podía pensar con claridad. No me acordaba de nada.

¿Me había vuelto loco?

Posesivo » elrubius | COMPLETA | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora