Agotamiento

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El vuelo ha sido cansado incluso para mi, que solo ha tenido que aguantar encima de mi dragona. No quiero ni pensar en cómo debe de sentirse ella, pero la información sobre el hambre y el agotamiento acude de vez en cuando a mi mente antes de que aterricemos.

Los Orms prácticamente se desploman en el suelo, un par de chicos vienen y tiran de sus bridas, mientras los animales les siguen dócilmente con la esperanza de un cómodo establo y una copiosa comida. Mi dragona me dirige una mirada que ablandaría a cualquiera, y le prometo que iré a la cocina y le traeré un buey asado entero. Se lo merece. Eso y un baño caliente... Ya empieza a hacer frío, así que el baño en el lago queda descartado.

La dragona asiente y empieza a dirigirse al trote hacia la sala de los dragones. Yo me disculpo con los directores y la sigo, ya que quien tiene la llave de mi habitación soy yo, y sin mi no puede entrar. Le digo que empieza a ir hacia la sala mientras yo hablo con los de la cocina. 

Mientras camino hacia el comedor, caigo en que ni siquiera sé donde está la cocina. Hurgo en mi bolsillo y saco el mapa que me dio Luften. Tardo casi media hora en encontrar la puerta secreta, después de un largo paseo entre pasillos y recovecos oscuros y húmedos. Resulta ser una estancia como medio salón principal en referencia al tamaño. Un montón de cocineros se mueven de un lado para otro con prisa, cocinando multitud de platos.

No se toman muy bien ni mi presencia ni mi petición por adelantado, pero al saber que es para un dragón hambriento, cinco personas saltan ofreciéndome enormes platos de carne. Me decanto por un hermoso costillas de cerdo, unos veinte kilos de carne asada, y me voy manteniendo la suculenta carne en suspensión en el aire encima de su respectivo plato.

Tomo un atajo en dirección a la sala común, donde mi dragona me espera con fruición. Le abro la puerta de mi habitación y le dejo el plato de carne dentro. Mientras ella come como si no lo hubiera hecho en semanas, yo aprovecho para saludar a todo aquel que me encuentro.

Celeste se abalanza sobre mi cuello y Jatte me ofrece una bonita sonrisa que agradezco muchísimo.  Bewit me alborota el pelo y Gnist hace mas o menos lo mismo. Me comentan que tengo unos cuantos mechones de color blanco, pero en este momento me da todo igual. Nuestro regreso quiere celebrarse con una fiesta, pero yo les digo que Selene tiene un anuncio importante que darnos, y que yo estoy muy cansada, por lo que la fiesta debería de aplazarse a mañana.

Ellos me entienden y acordamos preparar una buena para mañana, aprovechando que será viernes y podremos trasnochar. Hoy quiero aprovechar y dormir hasta que el cuerpo me diga basta. 

Al ir a mi cuarto me encuentro a mi dragona rasgando las costillas con sus dientes. Al verme, vuelve a girarse en dirección a la comida y me ignora por completo. Yo, por mi parte, voy a darme un buen baño que, personalmente, necesitaba.

Una hora después vuelvo a mi habitación. La dragona ha tenido la amabilidad de dejar todos los huesos encima del plato, por lo que los lanzo por la ventana y limpio el plato con magia. Ya lo llevaré a la cocina mañana.

Por el momento, me dedico a caer encima de mi cómoda cama y a dormirme en menos de un segundo, demasiado cansada para pensar siquiera en que se supone que mañana tengo clase. Vengo de un viaje en el que he combatido contra asesinos, bestias salvajes y mi propia mente. Saltarme las clases un día mas no causará el fin del mundo. 

Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora