Dijo la sartén al cazo

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Tengo sueños inquietos, aunque no recuerdo ninguno en particular. Pesadillas de monstruos de dientes y ojos negros se mezclan con espadazos con sangre salpicando, haciendo un torbellino de guerra y muertes horrible. Noto algo que roza la piel de mi brazo, y me despierto de un sobresalto buscando mi espada.

Miro a mi alrededor. Nada. Lo único que toca mi brazo es un rayo de sol matutino, que calienta mi piel y me da la sensación de tacto, sobretodo ahora, después de tantas pesadillas, cuando estoy tan subjetiva.

Me levanto. Mis cuerpo se siente como si hubiera subido una montaña a pié y la hubiera bajado haciendo el pino. Son como unas agujetas multiplicadas por mil.

Me levanto como puedo de la cama. Me pongo de pie y estiro mis brazos, mis piernas y mi espalda. Mis articulaciones, mi columna, mis huesos, todos crujen con intensidad. La sensación es relajante. Sacudo mis brazos y mis piernas para despertarme del todo.

El cuerpo empieza a dolerme cada vez menos. Ahora mismo, más de la mitad de mi organismo es nuevo, así que supongo que tendré que darle algo de tiempo. Es como si se le pidiera a un arbusto de apenas un año que diera los mismo frutos que un árbol anciano.

Camino, con el cuerpo adormilado, mientras mis tripas rugen con fiereza. Hace demasiado que no como nada. Espero que el sitio no nos haya dejado sin provisiones.

Voy hacia el comedor, y me cruzo con unas pocas personas, que corren hacia todas partes, cargando armas, potes de contenido desconocido o artefactos que ni siquiera sé para que sirven.

Me encuentro con Gnist y la capitana del equipo de Spark cargando un montón de espadas considerable.

-¡Salem! Así que los rumores eran ciertos... Me alegro muchísimo, aunque me costó creer que hubieras muerto... Eres un hueso duro de roer. Vamos a llevar ésto a la sala principal, ahí lo están organizando todo... Ve a la cocina, a comer algo antes de desmayarte, y me han dicho que si te veíamos te dijéramos que fueras al comedor, cerca de la mesa de los profesores, se ve que están reuniendo a todos los que son más o menos aptos para luchar, así  que tendrías que ir con tu arma y tal, nos han dicho que te darán algo... Pero no me han dicho el qué.

Después de decirme ésto los dos se van corriendo como pueden, con más de una afilada arma a punto de caer. Por suerte, ninguna lo hace. Giran la esquina y yo empiezo a ir hacia la cocina.

Aquí no hay nadie. La cocina está vacía. Supongo que toda la gente debe de estar en el comedor, así que cojo lo que encuentro y como hasta que no puedo más. Llena hasta reventar, voy otra vez hasta mi habitación y cojo mi espada. 

Bajando hacia el comedor, puedo notar como el ruido proveniente de éste va aumentando de forma gradual. Antes de entrar ya puedo intuir que dentro habrá prácticamente todo el colegio.

Llego de forma disimulada por una puerta lateral, por donde empiezo a dirigirme hacia la mesa de los profesores, donde puedo ver las alas de mi dragona y parte de sus cuernos. Algunas miradas indiscretas se fijan en mi, pero siempre he sido bastante escurridiza, por lo que termino llegando a la otra punta de la sala en poco tiempo. Antes de que llegue, ya noto la mirada de mi dragona clavada en mi.

Nada más llegar al grupo, entre los cuales están Selene, Edel y Krig, abrazo el cuello del enorme reptil, que emite un cariñoso ronroneo.

"Me alegra que estés bien. Ya ni siquiera puedo entrar en tu habitación, así que solo podía verte a través de la ventana"

"A mi también me alegra que estés bien. ¿De qué hablabais? "

"De dónde podría estar Tánatos ahora mismo. La mayor parte del ejército aéreo desapareció ayer, junto a más de la mitad del ejército terrestre. Ahora mismo los gólems vigilan el lugar, así que podemos hacer incursiones al exterior. No sabemos la situación ni de los Djavers ni del Dracoliche, ni tampoco las intenciones de Tánatos ahora mismo... Creemos que tanto el ataque aéreo del otro día como las incursiones de unos cuantos hombres armados se hicieron fuera de la organización. Tánatos parece intentar tener un ejército caótico para que nadie sepa que va a hacer en ningún momento... No podemos elaborar estrategias, no contamos con suficientes efectivos ni armas, por lo que estamos en clara desventaja. Un ejército normal podría llegar a hacerle frente con la fuerza y la experiencia pero los únicos miembros con experiencia en la batalla o similares en toda la escuela están aquí... Y ya ves lo que hay"

Miro y veo que, sumando a Edel, Krig y Selene, no debemos de ser más de treinta. Treinta contra... ¿Diez mil? Puede que incluso más. Además de mi grupo, veo a unos cuantos chicos más. Un chico menudo y sombrío me dirige una mirada penetrante con unos ojos negros como el carbón. Una ojeras profundas enmarcan sus ojos, haciendo que su cara de piel pálida parezca el marco de dos agujeros negros y malvados. No dudo que este chico sería capaz de matar. Paso la mirada por encima al resto del grupo. 

Un hada de piel fina me mira con ojos claros y me sonríe. Mi mente me advierte sobre el peligro que aguarda en sus ojos, así que aparto la mirada de sus iris y su sonrisa se torna un tanto malévola. Una chica con la piel escamosa me mira, mientras mordisquea un trozo de carne crudo. Curiosamente, es una de las chicas que más normalidad aparentan de todo el lugar.

Los miro a todos uno por uno. Cada vez tengo menos clara mi colaboración con ésta gente.

"Bueno, normales no son"

"Dijo la sartén al cazo" Dice Eris, con aire divertido.


Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora