Alas rotas

1.6K 192 0
                                    

Abro las alas y veo que la temperatura ambiente ha subido considerablemente. No es raro. Miro entre las cenizas que antes eran un grupo de orcos, esperando encontrar a algún superviviente que siga dando guerra. Nada. Cuerpos calcinados y armaduras simples deformadas por el excesivo calor. Noto que mi piel arde por el calor residual, que tinta las piedras de color rojo. En cuanto hemos avanzado unos cuantos metros ésta recupera su aspecto natural. Mejor, un campo de batallas ardiente solo limitaría nuestros movimientos. Además el calor nos molestaría considerablemente.

Caminamos un buen rato, cautelosos.

"Salem, ¿Qué piensas hacer después de esto?" La voz de Eris resuena por mi mente otra vez.

"Iré a mi casa"

"Este sitio es tu casa"

"Mi antigua casa. Espero poder pasar el verano ahí y volver a ver a mi familia... Les hecho de menos"

" Ya veo... Pero... ¿No crees que alejarte de ellos es lo que mas te conviene ahora mismo?"

"No sé a que te refieres"

"Hasta que acabemos con Tánatos, serás alguien odiado por una persona que tiene un ejército. Con un poco de suerte, no sabrá dónde está tu familia, si te acercas a ellos, vulneras su seguridad"

Me paro repentinamente y esta vez Celeste choca contra una de mis alas.

"¿Me estás diciendo que tengo que dejar de ver a mi familia... Por la MÍNIMA posibilidad de que uno de los nigromantes más poderosos que ha existido no sepa dónde están?"

"Salem... Escucha..."

"¡No! Escúchame tu... Si Tánatos es tan poderosos como para que gente como Selene o Edel se lo tomen en serio, no tardará en saberlo TODO sobre mi. Ya has visto al tipo de gente que puede contactar. Un asesino y una moradora, ¿Qué te hace pensar que no puede contactar un espía, o un mentalista? ¿Qué te dice que no lo ha hecho ya? NO quiero esperar a que ataque. Quiero proteger a mi familia. Le prometí a mi hermano que iría a verles..."

Eris se calla. Creo que me ha entendido, aunque me arrepiento de haberle hablado mal. No lo he podido evitar. Ya me disculparé mas tarde.

Sigo andando. Los demás susurran, seguramente piensen que me he vuelto loca. Puede que tengan razón.

El siguiente grupo es una mezcla de humanos, semielfos y razas que no conozco, o de las cuales no recuerdo su nombre.

Un flecha impacta repentinamente con la parte mas gruesa de mi ala: La más sensible. Suelto un pequeño grito de dolor, pero la horrible sensación desaparece en unos segundos. Pensaba que eramos prácticamente inmunes al dolor, pero esto nos ha dolido.

"Eris, ¿Se puede saber qué ha sido eso?"

"La flecha tenía un pequeño demonio dentro. Esos bichejos muerden mucho, así que nos ha dolido de verdad. Tranquila, se morirá dentro de poco. Ya no puede ni moverse, de echo"

Miro hacia el ala y veo como la flecha se encuentra rodeada por un aura oscura, que se retuerza, adoptando por momentos la apariencia de un pequeño y retorcido ser.

Repliego mi ala y me arranco la flecha. Un corro de sangre cae al suelo y la herida escupe este rojo fluido hasta que empieza a cicatrizar a ritmo acelerado

"¿Hay algo que nos pueda hacer daño de verdad?"

"Conjuros específicos, armas demoníacas, espadas con encantamientos antiguos... Ya sabes, lo típico"

"Iré con cuidado de no toparme con ninguno"

"Más te vale. Dolería mucho más que eso"

Levanto mi espada y me dispongo a luchar. Los dragones de tan poca edad no pueden escupir fuego dos veces tan seguidas. Aún queda un buen rato para que la mía pueda volver a soltar una llamarada... Me sigue costando pensar que sólo tiene unos meses de vida... Ahora mismo es enorme.

El primer hombro que me ataca se lleva un flechazo en el pecho antes de poder tocarme. Antes he visto a una chica con arco, es la única que puede haber disparado. La cantidad de flechas me preocupa hasta que veo que la flecha se desclava del pecho del hombre y se dirige hacia mi hasta que sale de mi campo visual.

Un hechizo recuperador. Sencillo, pero eficaz. El problema de las flechas que se agotan en medio de la batalla se ha quedado anticuado. Una preocupación menos.

Del segundo se encarga Jatte, con un veloz golpe lateral que bloquea su ataque. Se quedan luchando un rato, pero no me quedo a mirarlo. Yo ataco.

El primer hombre se lleva un golpe en la pernera de la armadura con la parte plana de mi espada. Pongo mucha fuerza en el golpe, eso sumado a un desagradable crujido y a un aullido de dolor me hacen pensar que le he roto un hueso. Ya no me importa... Al menos ya no soy la única con las manos manchadas de sangre.

Un hombre me ataca con una maza enorme mientras suelta un feroz grito de guerra. Le esquivo poniéndome de forma lateral.

"¡Salem, no!"

Se me habían olvidado las alas. Antes de que tenga tiempo de replegarlas, la maza impacta con la zona más cercana a mi hombro.

Duele. Mucho. Me imagino mis huesos crujiendo, rompiéndose, astillándose mientras las astillas blancas se clavan en mi músculo, machacado ya por el golpe. Grito, y las lágrimas de dolor vienen a mis ojos como por arte de magia.

Miro la zona dañado. Una de mis alas está intacta, pero la otra es un amasijo de carne, membrana y huesos que afloran entre mi piel. Veo como algunos empiezan a recolocarse con dolorosos movimientos autónomos. Espero no perder mi movilidad.

-Que paquete...- Oigo a Bía decir esto en voz baja con una pequeña risita. No me extraña, la mayoría ya saben sobre mi regeneración, así que no tienen que preocuparse por mí. Reírse es mas fácil.

El hombre que me ha atacado no ha levantado su maza aún. Supongo que haberme causado tanto daño le ha sorprendido. Aprovecho su distracción y le clavo la espada en el pecho.

-Pues no tan paquete...-


Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora