Monstruo encapuchado

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Extracto del libro "Demonología: Los demonios, sus características y clases" página 19, párrafo cuarto.

"Los demonios son seres que han evolucionado en un entorno hostil, lo que les otorga características de supervivencia difíciles de encontrar en otros lugares fuera de su dimensión. Al ser una raza habituada a las peleas constantes, su cuerpo y cerebro ha evolucionado en consecuencia: Sus capacidades físicas superan por mucho las de los humanos, su índice de magos por habitante cuadriplica al de los hombres, cuentan con una gran memoria corporal y tienen sentidos como el equilibrio o la coordinación desenvolupados al máximo. Su único inconveniente es que, al estar su dimensión por debajo de la nuestra, se ven forzados muchas veces a obedecer a humanos que les invoquen (Ver página 30, invocaciones y su funcionamiento), cosa que no les gusta demasiado, pues suelen ver a los humanos como seres inferiores, que aún no han abarcado todos los conocimientos ni habilidades que ellos ven naturales. No poseen una naturaleza malvada, pero hay que ser cautelosos cuando se trata con ellos, pues son desconfiados, impulsivos y muy poderosos (A no ser que tratemos con uno de clase menor a siete, ver página 42, jerarquía y clasificación subapartado siete). Su sociedad es estrictamente matriarcal, pues veneran la capacidad de las mujeres de concebir a otros seres vivos, y por ello se las educa en los mismos campos que a los hombres sin ningún tipo de restricción. Cada población demoníaca (véase página 82: Hábitat y comunidades, subapartado cinco) tiene, por lo menos, dos ancianas demonio, que se encargan de la resolución de problemas aportando dos puntos de vista para tener una visión más amplia del problema."

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El ambiente está caldeado. Ya han pasado las preeliminares, lo que significa que las peleas ahora se pondrán más intensas. La gente del público grita, se discute entre ella por el posible resultado y se gasta ingentes cantidades de dinero en apuestas. Algunos nos abuchean, enfadados por haber perdido dinero o orgullo, y otros nos vitorean, con la esperanza de ver el combate del siglo. Miro a mi oponente y no me gusta demasiado lo que veo... Es un feérico, el grupo que engloba a las hadas, las sílfides, las ondinas... No tengo muy claro lo que es él, pero si tiene sangre de cualquiera de estas especies será capaz de ponerme en una situación comprometida... Puede que vea mi conjuro de ocultación o que sea capaz de imbuir energía mágica en sus ataques... No me quiero arriesgar, acabaré esto deprisa, aunque sea demasiado llamativo, más lo sería ser descubierta...

El chico se me pone delante, mirándome con dos enormes ojos que parecen esferas de cristal... Me mira con desconcierto, como si me viera a través de una cortina de humo que le confundiera, que no le dejara verme.

-Tú... ¿Qué eres?-

Lo sabía... No ha visto mi camuflaje, ha visto que soy un demonio, que es peor... De verdad que tengo que acabar con él ya.

Intento un espadazo lateral, pero me esquiva, con el miedo pintando su mirada. Es realmente rápida... Muchísimo más que un humano normal... Eso me traerá problemas si no lo arreglo de inmediato... No creo que esperar a que se canse (Pese a que los feéricos sean más veloces, eso les hace consumir más energía) sea buena idea... Podría llegar a delatarme en cualquier momento.

La única forma que se me ocurre es ser más rápida que ella mis brazos se hinchan, mis músculos se retuercen como serpientes, aumentando su tamaño y tensión. Triplico mi velocidad y casi le arranco un brazo, pero consigue evitarme en el último momento.

El chico suelta un grito agudo cuando le hago un corte en el costado, cosa que hace que se curve mientras unas lágrimas de dolor caen por sus mejillas... Es rastrero, pero le doy una patada en la herida para que se desmaye del dolor... Lo siento por él, pero de verdad necesito ganar ésto... Con un poco de suerte con esto acabaré teniendo un puntaje perfecto... Sólo necesito eso, después podré volver a ser una chica más o menos normal... Obviando la magia, mi alma semi demoníaca, los muertos que cargo en mi consciencia y los misterios que rodean, entre otros, a mi familia... Sí... Una chica normal.

Se llevan el chico en una camilla, y no puedo evitar un sentimiento de culpabilidad que me carcome la consciencia. Iré a verle después... A él y al otro, el que he dejado inconsciente.

Esta vez no tendré que estar aquí hasta dentro de dos horas... Así que voy hacia la enfermería, para ver cómo ha sido éste año.

Me cuesta un poco encontrar el lugar... Parece que se ha construido para estar escondido en un rincón, pero al menos lo encuentro. Tengo suerte, me encuentro al chico en una camilla cercana, con una enfermera consiéndole la herida mientras hace muecas de dolor.

-Hola...- Saludo con timidez... No sé muy bien qué decir en estas situaciones... ¿Acaso hay algo que pueda decir?

El chico me mira con sorpresa, y nos quedamos en silencio hasta que la enfermera termina de coser y se va, dirigiéndose hacia la otra punta de la sala.

-Rem Kardan, ¿Verdad?-

-Sí... Lo siento, de verdad, yo sólo...-

-Tranquila, has ido a ganar. Esto es una competición, no te lo puedo recriminar... Pero hay algo que escondes que me inquieta... ¿Qué...?-

-No puedo decirte nada... No aún. Sólo espera, todo se acabará sabiendo... Yo tengo que irme... Pero creo que te mereces ésto-

Le pongo la mano delicadamente en el costado, justo encima de la herida. Hago que mi energía fluya hacia su cuerpo, que la absorbe y la emplea, cerrando la herida y restaurando la piel. Él se mira la zona con sorpresa, pero antes de que me pueda preguntar nada, me voy sin mediar palabra, dejándole con la herida cerrada y los ojos abiertos.

-Un monstruo, chico. Lo que yo soy es un monstruo-

Siento que no debería dejarme ver, que debería esconderme. Voy hacia un salón vacío y conjuro una capa negra como la noche, que uso para cubrirme la cabeza con su capucha. El cierre tiene forma de flor a medio abrir y así, escondida por el manto del color de la noche, me escabullo entre los participantes a esperar mi turno, como una serpiente que espera a su presa escondida en su nido.


Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora