No puedo estar en todas partes

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Erael tenía razón... Apenas faltan quince minutos para las nueve, así que es mejor que me apresure... Además, mi dragona tiene que volver a las cuadras... Su ausencia se notaría demasiado, y ni siquiera he empezado a hacer los trámites para que se reconozca mi propiedad sobre ella en su forma de caballo... Un montón de papeleo me espera sobre la mesa, pero espero terminarlo por la tarde.

Por suerte consigo llegar a las cuadras bastante deprisa... Dejo ahí a la dragona, que recupera el aspecto de una yegua blanca como la nieve justo antes de que el primer mozo de cuadra venga y se ponga a ensillar a algunos caballos. Yo, por mi parte, me voy corriendo otra vez... Tengo menos de cinco minutos para llegar al comedor y fingir que no ha pasado nada.

Cuando llego a las puertas del comedor, por las cuales ya han empezado a entrar un enorme gentío, siento que se me van a salir las tripas por la boca... El sprint hasta aquí ha sido legendario.

Entro, me sirvo algo de comida y me desplomo en un banco, donde unas cantas personas, entre ellas Jatte y Celeste, se me quedan mirando. Tampoco me importa mucho... Me muero de hambre, por lo que me pongo a devorar la comida del plato y a pensar en lo que tengo que hacer.

Hoy me toca patrulla por la ciudad, esta vez en solitario... Serán cinco horas muy largas, pero al menos podré pasearme por las calles y curiosear un poco. Después tengo un turno de guardia de dos horas y hoy iré a entrenar con Sugar... Que digo, Susanne. Sigue superándome en algunos aspectos, y no quiero quedarme atrás pensando que nunca enfrentaré a alguien más fuerte.

Cuando ya casi me he acabado la comida, un hombre con armadura de cuerpo completo irrumpe en el comedor... No es algo muy usual. Pese a que los soldados pueden vestir como quieran mientras lleven parte de su uniforme, la mayoría no suelen usarlo al completo, mucho menos con armadura incluida... El hombre inspecciona todo el comedor y detiene su mirada en nuestra mesa(Supongo, al menos su visera apunta hacia aquí).

Se dirige hacia nosotros con pasos rígidos y se detiene a unos metros. Su voz, distorsionada por al casco que cubre su cabeza, suena como la de un autómata, rígida, seca, dura.

-¿Quién de vosotros es Rem Kardan?-

-Yo- Respondo, levantándome sin dejar de comer. 

-Se te reclama en la sala de mando, pasillo trece, puerta siete, dentro de veinte minutos. El capitán Esjalar reclama su presencia-

En cuanto menciona ese nombre todo el mundo enmudece... Esjalar, la marea de la muerte... Ni siquiera sabíamos que estaba aquí... Algo que no es de extrañar, suele ocultar su presencia a la mayoría de sitios a los que va y no en vano... Los intentos de asesinato hacia su persona han sido tantos que incluso él debe de haber perdido la cuenta. Me atraganto con la comida mientras me esfuerzo en responder.

-Si... Por supuesto-

El hombre no media palabra, simplemente se gira y se va del comedor con pasos perfectamente calculados. El lugar tarda un buen rato en recuperar el ambiente, y aún con esas las conversaciones cambian de tema visiblemente y un montón de miradas empiezan a fijarse en mí... La situación empieza a ser incluso familiar. Mi apetito se ha esfumado, por lo que dejo lo que quedaba de comida en el plato y voy hacia mi habitación... Creo que la situación requiere de mi uniforme, y de momento sólo llevo puesta la placa que identifica mi rango.

Diez minutos después, salgo de ella enfundada en telas negras, rojas y doradas, y empiezo a ir hacia el pasillo siete... Si mi mente no me falla, debería de quedarme cerca, pero casi no tengo tiempo, y prefiero llegar con antelación que tener que disculparme por un retraso delante de ese hombre... Espero con toda mi alma que no me reconozca... No me parezco a Eris en exceso, pero es inteligente, suspicaz y muy desconfiado, por lo que es mejor que no me fíe de nada.

Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora