Ataque de altos vuelos

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Volamos, cortando el cielo con las escamas de nuestras monturas mientras conversamos alegremente. Edel resulta ser una persona curiosa, en el sentido literal de la palabra.Parece que quiere saberlo todo, como si no hubiera pasado de la edad de cinco años. Pregunta de todo, referente a la dragona, a mi, a mi hogar, al colegio... Los temas son muy variados y, pese a que resulta un poco pesada, la sensación de hablar con alguien y explicarle cosas ameniza el vuelo.

De repente, en medio de la narración sobre un partido de Spark realmente emocionante, Edel entrecierra sus ojos mientras mira al horizonte. Con un salto elegante, protegido por un embrujo que reduce de forma notable el aire que pasa a nuestro alrededor y que hace que pueda mantener el equilibrio, se pone de pié sobre la grupa de la dragona, que, gracias a la agilidad del movimiento, apenas nota nada.

La elfa mira hacia el horizonte con mirada escrutadora, y husmea el aire como un animal cazador. Sus pupilas se contraen, y su iris pasa del agradable tono violeta a un extraño color verde brillante.

-Djavers...- La palabra d¡sale de sus labios como un susurro perfectamente audible. La elfa me mira y grita en dirección a los tres Orms, a apenas siete metros, la misma palabra.

-¡Djavers!-

Los magos se alteran, y las monturas se encabritan un poco, aunque los magos consiguen calmarles en seguida. Los Orms olfatean el aire, y silban en tono amenazador, como si un enemigo natural se acercara.

Empiezo a ver unas siluetas negras en el aire, como seres amorfos volando con alas desiguales y cuellos demasiado largos. Cuando se encuentran mas cerca no puedo evitar setir náuseas. Su olor parece el resultado de dejar un montón de carne y huevos pudriéndose en medio de una alcantarilla a pleno verano una semana. Incluso los Orms, a los que he visto comerse hígados de color sospechoso y olor no mucho mejor sacuden la cabeza, como si el olor les molestara. 

Estos bichos son desconocidos. No los he estudiado aún, y agradecería que mi primer contacto con ellos no hubiera sido encontrármelos de frente.

Su aspecto es horrible. No hay dos iguales, son como una mezcla entra pájaro, murciélago, lobo y serpiente, con un bello pardo cubriendo la mayoría de su piel, gris bajo este manto asqueroso. Parecen criaturas mal hechas, como si un científico loco hubiera cosido partes de todos los animales que tuviera a su alcance. Algunos tienen el cuello demasiado largo, y otros lo tienen apenas visible. Raras son las alas que van a la par, y su vuelo es desordenado y desagradable a la vista. Sus ojos, rojos e hinchados, son de tamaños distintos en casi todos los casos, y se encuentran hundidos entre un hocico de perro prominente y una frente abultada. En conclusión, no creo que la naturaleza haya creado algo así, debe de ser obra de algún alquimista... O algo peor.

Veo como Edel ahora tiene un fino arco elfo en sus manos. Lo tensa como si la cuerda fuera goma, y una saeta golpea al primer animal en el pecho, y este cae, después de unos infructuosos intentos de recuperar altura. De alguna forma, oigo dentro de mi mente el crujir de sus huesos contra el suelo, e imagino su forma contrahecha aplastada contra una piedra puntiaguda. No es una imagen agradable.

Algo se revuelve en mi interior y una voz suave como un susurro resuena en el interior de mi cabeza.

"Estos bichos son desconocidos. Deben de ser posteriores al la fundación de Yugiztán"

"¿Yugiztán? Ese país desapareció hará unos... ¡cinco mil años!"

"¿Qué son cinco mil años para el mundo? En cinco mil años no evoluciona una especie, en cinco mil años no se crea una montaña, o se hunde una isla. Cinco mil años no son nada, jovencita, y pregúntaselo a la mujer que está a tu lado..."

"Vale, vale, son artificiales, pero bueno ¿Puedes matarles?"

"Vaya... No pensaba que quisieras llegar a matar... Al menos tan pronto"

"Cuando tenía trece años me llevaron al bosque a ver como cazaban a un jabalí. No me encargaron alimentar a mi familia, pero querían que tuviera claro lo que se tenía que hacer para conseguirla. Matar animales no es lo mismo, y menos si es en defensa propia"

Entonces nos fundimos en uno. Sigo sin poder describir la sensación de nuestra fusión. No es como llevar una armadura, ni tampoco como si mi cuerpo se moviera sola. Es algo totalmente distinto. Ella tiene razón. Somos uno.

Paso mi lengua por mis dientes y noto mis colmillos mucho mas afilados de lo natural. Mis uñas acaban en una punta un tanto redondeada. Mi piel presenta ahora, ademas de su tono blanquecino, unas pequeñas zonas un poco escamosas. Cada vez que nos fusionamos lo hacemos mejor, de manera que nuestros cuerpos se adaptan el uno al otro y cogen los puntos fuertes de cada uno. Siento algo raro en mi espalda, como un peso extraño. Miro hacia atrás y veo unas alas, demasiado pequeñas como para vuelos largos. Supongo que con concentración podría conseguir alas decentes, pero ahora mismo tengo otras cosas de las que preocuparme. Una horda de monstruos asesinos, por ejemplo.

La bandada se acerca cada vez mas, y no creo que luchar encima de mi dragona sea buena idea. Si solo estuviera yo lo sería, pero con Edel las cabriolas y maniobras de evasión quedan descartadas, si no queremos que una de las dos salga volando. Tendré que apañármelas como pueda.

Pienso en que hacer mientras veo cada vez con mas detalle los horribles animales que Edel (Que sigue disparando flechas incesablemente) ha nombrado Djavers. Cada vez mas cerca... El pánico no invade mi mente, supongo que es una de las cualidades que mi cuerpo ha apartado en el momento en el que se preparaba para la batalla.

Una idea viene a mi mente. Es, para decirlo de algún modo, un refrito de algo anterior, pero bueno, si funciona me irá bien, y tampoco hace falta innovar cada día. Miro hacia adelante. Los Djavers se encuentran a cien metros, y vienen deprisa. Muy deprisa. Incluso demasiado. Su velocidad no se compara a la anterior. Supongo que la sed de sangre les hostiga.

Los Orms gruñen, y los magos preparan conjuros de batalla por segunda vez en demasiado poco tiempo.

Mi plan es un poco distinto.

Miro hacia abajo. Y espero. Y espero. Agudizo mis sentidos hasta que puedo sentir las corrientes de aire que rodean el hechizo contra el viento. Parece que me son favorables, y no tendré que crear ninguna yo misma con magia, algo de agradecer, la verdad.

Me concentro, y cuando creo que es el mejor momento, salto.

Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora