Erael y Lilith... Algo más de pasado

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Un hombre barbudo y con una melena larga y enredada, posiblemente un enano por su estatura, pega un puñetazo sobre la mesa, aunque con el ruido ambiental casi no se le oye.

-¡No podemos dejar que, después de todo esto, la chica salga impune! ¡Merece un castigo por el incidente sucedido!- Dice, desgañitándose. Un par de personas asienten ante su propuesta, pero el resto salta, con opiniones discordantes. Una mujer logra que su voz sea más o menos audible por encima del resto.

-¡Ella ha sido atacada y amenazada! ¡No podíamos esperar a que, simplemente, estuviera quieta con decenas de personas apuntando sus armas contra ella y sus familiares!-

Algunos manifiestan su acuerdo, pero muchos otros miran a la mujer como si fuera una niña que no sabe de lo que está hablando, entre ellos otra mujer, de algunos años más y llena de visibles cicatrices de guerra. Esta, con voz grave, también consigue hacer oír su opinión.

-La chica en ningún momento ha padecido un peligro real. Sabemos que cuenta con un poder de regeneración lo suficientemente poderoso como para hacerla seguir luchando incluso al borde de la muerte, incluso si todos se hubieran lanzado encima suya con la espada en mano, dudo que la hubieran podido matar-

Esto sí que me sorprende... ¿Qué tendría que haber hecho? ¿Dejarme despedazar porque, al fin y al cabo, puedo volver a mi estado original? No cuidar de mi integridad física sería, cuanto menos, estúpido... Además, ni siquiera he sido yo quien les ha atacado... Puede que no lo tengan en cuenta, pero mi dragona no es una mascota que se deje avasallar por nadie, mucho menos por mí misma... Actúa por su cuenta, como ser racional que es, pero los presentes parecen ignorarlo con bastante facilidad...

La discusión se está empezando a alargar, pero nadie logra imponer su voz... Sólo se oyen palabras sueltas, inconexas, pedazos de frases que se pierden entre el ruido.

Esto parece que va a durar hasta la eternidad pero, de repente, alguien más llega a la sala... Un hombre. Un elfo, mejor dicho. Sus cabellos son negros como la noche y sus ojos parecen dos cristales de obsidiana hundidos en una tez blanca como la tiza. Nadie repara en su llegada, de hecho, en este momento nadie repara en nada... Todos se encuentran demasiado ocupados gritándose los unos a los otros... Hasta que el elfo pronuncia una simple palabra que, pese a pronunciarse con total calma, sin siquiera subir la voz, se oye perfectamente.

-Basta-

Todo el mundo se calla a la vez. Los presentes se giran, uno por uno, hacia el elfo, que irradia poder, tranquilidad y presencia. Él, por su parte, sólo les escruta con tranquilidad y, finalmente, ocupa una silla en la enorme mesa redonda.

El crujir de su silla es lo único que se oye cuando, finalmente, se pone a hablar con calma, pausadamente. Su voz es grave pero cristalina.

-No habrá ningún tipo de represalias contra Salem Kedward. Es conocido que ella no ha atacado primero y, a sabiendas de que no lo ha hecho, no podemos reprocharle que se haya defendido. Por otra parte, tampoco podemos obligarla a soportar daño físico para evitar una pelea: Eso sería, cuanto menos, cruel y poco considerado hacia ella. De hecho, compañeros, ni siquiera ha sido ella quien ha provocado todo esto. Su dragona ha decidido por su parte defender a su jinete y, como supongo que todos sabréis, un dragón no es un perro al que se le pueda dar órdenes. Intentar aplicar-le un castigo a un dragón es estúpido y muy peligroso. Hemos descubierto que tenemos a una poderosa aliada el lujo del cual perderla no nos podemos permitir. Una general infiltrada tras las filas enemigas es una ventaja enorme comparando nuestra situación con la de hace apenas unas horas. Con esto creo que todo está dicho. Dejadle marchar y nos mantendremos en contacto-

 Ahora se gira hacia mí, sin cambiar su imperturbable expresión e inclina su cabeza a forma de saludo a la vez que se dirige exclusivamente hacia mí.

Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora