Cosas de la corte

1.4K 172 6
                                    

Camino hacia la sala de descanso con aire abatido... No creo que Deimos muera, pero le costará recuperarse de esto... Algo me hace pensar que es más probable que gane un combate contra Tánatos con una hoja de papel que que llegue a saberlo todo sobre mí misma... Cuando esto acabe, haré una exhaustiva investigación sobre demonios y el pueblo de Salem en la biblioteca del colegio... Algo me dice que están relacionados de una forma caprichosa, que nadie aún ha sabido intuir.

Un hombre se interpone en mi camino y casi choco con él... Es algo bajo, le paso unos centímetros, y rechoncho; viste ropas opulentas y sus manos están enfundadas en unos finos guantes de seda negra sobre los cuales reposan incontables anillos, que le inmovilizan los dedos casi por completo... Destila riqueza y altiveza por cada paso que da, y me mira con una sonrisa falsa que me deja entrever unos cuantos dientes de oro... Vaya no ha escatimado en cuidados personales.

-Oh, estabas aquí, encantadora Rem Kardan...- Dice con una voz musical

Me pregunto como sabrá mi nombre... Falso, pero se supone que es mi nombre.

-Si, y usted es...-

Me hace una reverencia exagerada sin dejar de sonreírme y mirarme con unos ojos color miel.

-Aldous Barent para servirle... No he podido evitar ver su espléndido combate... Será relatado durante siglos en los festivales, y constará en la memoria del coliseo por los siglos de los siglos... Es usted una batalladora excelente... Pero me temo que su talento sea desperdiciado en tan aciago lugar como el ejército imperial... Un mal gesto y esas manos de guerrera podrían terminar en una enfermería putrefacta, o en una tienda al lado de un campo de batalla abandonado con la función de proteger un lugar que ningún ejército atacará jamás...-

No me gusta el rumbo que está tomando esto, pero el hombre parece estar en su salsa, mientras me cuenta su historia mezclada a partes iguales con adulaciones.

-Eso sería un desperdicio, como usted podrá comprender... Y los hombres que me mandan odian los desperdicios de talentos como el suyo... Es usted un diamante, pero temen que si se une al ejército termine siendo un diamante en una porqueriza, donde nadie podrá ver su brillo-

Ni siquiera viene por su cuenta, le manda alguien... Me pregunto quien podría ser... Y que es lo que quiere este hombre de mí.

-Creen, agraciada señorita, que su talento sería mucho más aprovechado aquí, en el coliseo, donde podría refulgir en los torneos semanales... Obviamente el sueldo de soldado sería ridículo al lado de la oferta que traigo conmigo... Sin contar con la fama y el prestigio que alguien como usted no tardaría en ganar entre los ciudadanos...-

Casi me pongo a reír en su cara... Oh, dios mío, algo tan simple... No tenía ninguna razón para preocuparme... Es solo un cazador de talentos... Se ve que en las ciudades grandes los grandes eventos siempre van acompañados de torneos en el coliseo, con luchadores que se contratan previamente... Normalmente no hay muchos puestos fijos, si no que te contratan temporalmente... Mucha gente no dudaría en aceptar esta oferta, pero no es mi objetivo... El dinero no está nada mal, pero necesito estar cerca de Tánatos, no de una mansión lujosa... Seguramente con dinero y prestigio podría acabar acercándome a él igualmente, pero tardaría mucho más, y prefiero jugar sobre seguro... No combatiría contra niños, sino contra soldados experimentados, veteranos de guerra o luchadores expertos que podrían traerme problemas... Sin contar los posibles sabotajes que podría acabar recibiendo. Incluso sin que estuviera pasando todo esto, me lo plantearía seriamente.

Interrumpo el monólogo de Aldous, que llevo un buen rato ignorando por completo, tan amablemente como puedo.

-Lo siento mucho, señor, pero debo decir que no... Ahora mismo necesito el puesto para el cual estoy opositando... Llegaré al cargo de general, y priorizaré eso sobre todo lo que se me ponga por delante-

Seguramente sea el tipo de hombre que no se da por vencido... Pero prefiero ahorrarme una conversación eterna que me agotará mentalmente... Una vez dicho esto camino lo más rápido que puedo por lo largo del pasillo hasta que le pierdo de vista, dejándole con la palabra en la boca, pese a que oigo que me grita desde lejos... Vaya, sí que me necesita de verdad...

----------------------------------------------------

Después de una frenética carrera desde lo bajo del sótano hsta la más alta de las gradas del coliseo, Aldous llega, sacudiendo sus elegantes y ligeramente sudadas ropas que le tienen embutido en una funda de colores chillones y brillantes... La grada le ignora con bastante normalidad... Solo es un criado mimado por su dueño, que se cree rico pero olvida con frecuencia su posición... No está al nivel de ninguno de los nobles que se sientan alrededor de Tánatos, que intentan conversar con normalidad con el nuevo monarca que, pese a entablar conversaciones amables, sigue desprendiendo esa aura... Esa energía negra.

Pese a todo la gente intenta actuar con normalidad... Hablan sobre los luchadores que han conseguido convencer para unirse a su séquito personal, sobre precios de mercado, sobre comida, sobre el servicio, cotilleos de la más alta nobleza... Básicamente las típicas conversaciones entre gente demasiado rica como para saber qué hacer con su vida. Entre ellos sobresale un elegante hombre que, pese a sobrepasar la cuarentena, no aparenta más de veinticinco. Es un de los pocos que es capaz de mirar a Tánatos a la cara de forma digna y, por lo que parece, su aura maligna le da bastante igual.

Aldous se acerca a él con una agilidad y rapidez poco propias de alguien de su tamaño, como si fuera un ratón regordete que se escurre entre las nobles damas y los aguerridos caballeros hasta llegar a los pies de su amo, a quien le susurra al oído.

-Señor, la chica se ha negado, he intentado convercerle pero....-

-Vaya, estás perdiendo facultades, Aldous... ¿Estás seguro que la has adulado lo suficiente? No parece el tipo de mujeres que se dejan convencer por unos cuantos cumplidos, pero por probar... Bueno, es lo que hay, puedo pasar sin ella, aunque siento curiosidad por saber...-

-¿De qué habláis?- Tánatos interrumpe la conversación mientras le da un recatado sorbo a una copa de vino blanco.

-Nada, miseñor... He intentado convencer a una de las luchadoras, ya sabéis, la muerte albina, como la llama la plebe, para que trabajara para mí... Sin embargo ella se ha negado... Una pena, era un diamante sin pulir que me hubiera encantado tener entre mis filas- El hombre le contesta con normalidad, como si no fuera su superior, o peor, un poderoso nigromante.

-Tranquilo, superarás esa pérdida... ¿Así que la muerte albina, eh? Una chica interesante... Y un apodo grandilocuente, todo lo que un luchador puede desear... Es una pena, tenía un futuro brillante...-

La conversación se desvía y pronto estalla una explosión de risas en la grada... Algún chiste tonto el cual el alcohol ha favorecido. Tánatos, pese a fingir prestar atención a una apasionante conversación sobre las infidelidades de la corte, no saca de su mente a la muerte albina...

"Una chica interesante... Y peligrosa. Es mejor tenerla de mi lado. No dudo que ganará este torneo... Supongo que el cargo es una buena manera de tenerla contenta... Aunque no acabo de entender porque ha rechazado la oferta de Linneus...  Ni la fama ni el prestigio deben de interesarle"

Tánatos no podía llegar a imaginar que esa chica acabaría siendo el mayor de sus problemas.

Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora