Última vez

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Eris siente que algo se retuerce en su interior. Salem parece estar recuperándose y quiere su cuerpo de vuelta.

"Lo siento, pequeña. Necesito esto sólo un poco más... Hay algo que quiero que tus ojos vean por mí"

Eris se apresura, trotando mientras sus ojos escrutan cada centímetro del patio hasta encontrar una pequeña cúpula que resulta coronar un edificio medio escondido, incrustado en la pared más alejada del patio.

Los templos de Caribdis forman parte de una religión antigua, prácticamente dejada de practicar... Los pocos vestigios que quedan de ella son los templos y algunas festividades, asociadas a las estaciones del año. Básicamente, la religión se dejó de practicar porque los magos no tardaron en descubrir que la mayoría de dioses de esa religión no eran más que demonios guerreros, algunas criaturas mágicas con poderes poco comunes y algún que otro elemental... Con la mayoría de sus dioses sacados del podio en el que se los tenía, los adeptos empezaron a reducirse hasta quedar apartados a templos lejanos y aislados del mundo.

Eris camina hacia la puerta del pequeño edificio, ornamentado con gravados de criaturas variadas como Wyrms, ancestrales o elementales bellos y temibles a la vez... La dualidad, adorada por los adeptos de Caribdis, se hace evidente incluso en detalles como estos... Cualquiera con tiempo suficiente vería que hay el mismo número de elementales de aire, de fuego, de agua y de tierra, que los soplidos del aire y las flores de la tierra se entrelazan en un complejo tejido que se enrosca hasta ser uno, que el agua y el fuego se rozan hasta formar un vapor etéreo que sube hasta encontrarse con la máxima divinidad... La luz.

La puerta, con los goznes de hierro oxidados, cruje levemente al abrirse... Nadie se encargó de poner un candado, ningún tipo de vigilancia... Los pocos objetos de valor del lugar fueron saqueados hace siglos.

El aire del interior se encuentra cargado de polvo y huele a humedad, a madera podrida, a piedra fría... Se respira tranquilidad y abandono a partes iguales.

Eris observa el lugar, más amplio de lo que cabría imaginar por su aspecto exterior, con detenimiento, viendo que los gravados apenas son reconocibles, que el altar ha sido partido por la mitad, seguramente en busca de algo de valor, y que la majestuosidad del lugar se perdió en algún punto de los siglos pasados...

Eris no sabe exactamente qué se supone que debe de buscar... Mira el lugar con detenimiento y ve que al final del lugar hay una enorme escultura de piedra negra que, de alguna forma, ha conseguido resistir durante el paso del tiempo... Está decorada con pequeñas piezas de un color plateado casi blanco, y sostiene en sus manos una espada, que clava en el cuello de un enemigo que sólo puede arrodillarse ante su grandeza, mientras muere con una expresión aterida.

Eris mira la figura con un aire de familiaridad...

"¿Eris?"

La voz de Salem resuena en su mente con un aire cansado.

"Tranquila, peque, ahora mismo te devuelvo tu cuerpo, es sólo que hay algo que tengo que ver, pero no sé el qué..."

"¿Sabes? Hará un par de meses que, en mitad de un sueño, nuestros pensamientos se cruzaron... Fue bonito... vi muchas cosas... El infierno es bello, pero hay algo más importante... No sé cuantos años debías de tener en ese momento, pero el recuerdo era nítido, como si lo viera yo misma... Era una canción, aunque no recuerdo la letra ni el ritmo... Pero era bonita. Quien cantaba era... Era tu madre"

El silencio parece hacerse más pesado cuando se extiende hasta la mente de Eris.

"Salem, ¿Porque me dices esto?"

"Eris, mira hacia arriba"

Eris obedece a Sale y en cuanto lo hace el tiempo parece detenerse. La figura de piedra negra parece cobrar vida, como si realmente estuviera clavando una espada en el cuello de su enemigo. Grandeza, poder, altiveza... La estatua parece emanar todos estos sentimientos que golpean a Eris como un mazo. La figura representa a un poderoso demonio guerrero, con una imponente armadura negra y una melena de piedra que parece fluir como si fuera cabello real azotado por el viento... Pero no es un demonio ordinario, ni mucho menos. Es una hembra. Y no una cualquiera, precisamente.

"No pensaba que hubiera un templo de Caribdis en un lugar como éste... Pero no llegaba a imaginar que algún día me encontraría con uno que adorara a mi madre"

"Ella era bonita"

"Oh, si, era preciosa. Nunca he visto a una diablesa, ni siquiera en las más altas cortes demoníacas, que llegara a alcanzar la belleza guerrera de mi madre... Era algo más que bella, era hipnotizante... Pero creo que ella hubiera podido ser la mitad de guapa y hubiera conquistado a quién hubiera querido de igual forma..."

El silencio vuelve a extenderse por el lugar. durante un incómodo y largo rato.

"¿Sabes? En realidad, no es de extrañar. Tu madre ha sido la más grande luchadora de las hostes diabólicas, y en tiempos pasados seguramente llegó a la dimensión humana más de una vez... Los adeptos de Caribdis no debieron de tardar en fijarse en ella, y le otorgaron características divinas... De hecho, si no me equivoco Krig nos lo dijo una vez"

"Sí. Le llamaron Eris la sequía, Eris la matanza y Eris la guerra personificada. Supongo que no debería de ser una diosa benevolente..."


"No, pero era una diosa necesaria. En ese momento estábamos en guerra contra Yerácia y Frostmourne al mismo tiempo, así que necesitábamos una divinidad que nos inspirara, necesitábamos creer que, en lo alto de un trono de espadas fundidas, nos miraba una diosa guerrera que felicitaba nuestros logros y lloraba nuestra derrotas..."

"Que poético... Mi madre lo odiaría"

Las dos chicas comparten una cacofonía mental de risas y recuerdos alegres durante unos instantes.

"Deberíamos irnos"

"Lo sé..."

Salem lentamente recupera el control de su propio cuerpo. Dirige una última mirada a la escultura y se va, dejando el lugar tan solitario como cuando ha entrado en él.

"Eris..."

Salem retoma la conversación mientras empieza a caminar hacia el comedor.

"Dime, Salem"

"Esta noche seremos unos"

"¿Estás segura de ello? Sabes que no hay vuelta atrás"

"Lo sé. Por eso quiero hacerlo"

"Cambiarás de aspecto. Llamarás la atención"

"Ya nos inventaremos algo"

Eris suelta una risita ahogada mental que resuena en los huecos de la psique de Salem.

"Quiero que dejes de ser una parte de mí. Quiero que seas yo. Ya no tengo miedo"

Salem entra al comedor y saluda a sus amigos, todavía en la mesa donde les ha dejado, con una sonrisa. Va y habla con ellos con normalidad, sin que sepan que será la última vez que hablan con su amiga como tal.

Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora