LA DESPEDIDA

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El tiempo pasó rápido, no fue ni una semana, ni un mes. Sino siete años en los cuales Saabi y su esposo pudieron disfrutar de sus hijas, que pronto se irían para tal vez no regresar jamás.

Ambas  eran muy bellas; con largas melenas que les llegaban a la cadera. La de Okono era blanca como la nieve y la de Sansce tan azul como el océano.  Su madre se encargaba  de  cepillarles todos los días su cabello lacio, sin dejar de decirles que  eran las más hermosas doncellas que había visto jamás. A pesar de que  no tenían ninguna relación con la nobleza, Okono no dejaba de soñar con historias fantásticas sobre reyes y reinas e increíbles hazañas.  Tanto así, que a veces  le gustaba  tomar el rol de caballero, acompañando a su padre a las arduas tareas de granja. Al contrario de Sansce, que  siendo  una maga, siempre estaba con su madre en el huerto aprendiendo hechizos básicos y una que otra receta de cocina. 

 Eran una familia relativamente feliz.  Una familia, que se había encargado de guardar el secreto de la profecía por muchos años...

Hasta aquel séptimo solsticio de invierno.

 Los padres habían reunido a sus hijas junto a la chimenea. Tratando de dar calor a un hogar que de pronto parecía tan frío y gris. Las llamas crepitaban y los minutos pasaban sin que nadie se moviera.  Sansce se mantenía quieta, con las manos cruzadas sobre su regazo, en espera de la noticia. Okono, por otro lado, comenzaba a removerse inquieta. Sintiéndose incómoda ante tanta quietud. Era su cumpleaños, ¿por qué no estaban festejando? ¿por qué no olía a canela? Su madre siempre les había preparado pan de canela con azúcar, sonriendo de oreja a oreja. Pero  ahora, aquella sonrisa había sido remplazada por unas ojeras  bajo la mirada triste.

-Niñas...-Saabi abrió la boca, rompiendo el silencio-. Lo que tenemos que decirle va a sorprenderlas, pero por favor intenten tomárselo lo mejor que puedan-les pidió.

Okono intentó buscar calidez en los ojos de sus padres, pero los dos evitaban su mirada. 

-Ustedes...tienen que...- su madre pausó- No, no puedo hacerlo-se negó, cubriendo su boca con la mano.

-¿Mamá?-dijo Sansce-¿Qué ocurre?

Kodrack se inclinó hacia delante, tratando de desviar la atención hacia él. 

-Lo que su madre quiere decirles es que tienen que ir a un lugar donde les van a enseñar muchas cosas-él intentó forzar una sonrisa, pero sólo logró que le temblara la  barbilla.

-¿Para que querría ir a aprender muchas cosas?-inquirió Okono-. Yo quiero quedarme aquí papá.

Saabi comenzó a sollozar. Kodrack tragó saliva e inspiró hondo, no sabía cómo explicarles.

-¿Recuerdan cuando les dije que ustedes eran unas niñas muy especiales?-dijo por fin Saabi, limpiándose las lágrimas. Ambas asintieron-Pues ahora trabajarán duro para ser aún más especiales-explicó-. Ahí Sansce, podrás hacer todos los hechizos que quieras y serás una gran maga.

-¿Cómo la abuela y tú?-continuó la pequeña, Saabi asintió.

-Como la abuela y yo. Y tú, Okono, podrás explotar tus habilidades al máximo.

-Pero no soy una maga-se excusó ella.

-No importa, eres fuerte, ágil y estoy segura que aprenderás muchísimo. 

-¿Todo lo que quiera?-preguntó ilusionada.

-Sí, así es cariño. Pero para eso tienen que irse.

-Pues yo  no quiero irme-negó Okono.

Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora