Kemira observó desde su ventana la partida de Okono y sus amigos, con una satisfacción burbujeando en el pecho, junto con el nerviosismo. Aquel era un gran día. Era en sí, el día decisivo. Sabía que todos creían que era una pobre reina, sola y despistada. Pero había prestado atención a muchas cosas. Como que Sato y Okono tenían una relación que iba más allá de una estrecha amistad. Y que ninguno de ellos era simples mortales. La magia le daba el privilegio de notar cosas como esas, lo que la llevaba a la tercera cuestión; Sekgä. Aquel joven le desagradó en cuanto lo vio. Sintió algo en su interior que repudió en silencio, usando la fría cortesía como camuflaje.
La habían tomado por tonta, incluyendo a su propio maestro e instructor. Nadie creía en la grandeza que ella poseía. Apretó los puños, pero al instante los relajó. No tenía sentido enfadarse, ya que, como había pensado antes:
Ése era un día decisivo.
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El pueblo entero los recibió con vítores y aplausos en cuanto bajaron del carruaje en la plaza principal. Apenas pusieron un pie en el suelo, las personas comenzaron a ir de aquí a allá. Trayendo platos y platos a las mesas donde mujeres, hombres y niños comían con alegría. Funren les indicó con la cabeza que se sentaran en el lugar reservado para ellos junto a la fuente de cristal.
Okono se pasó la lengua por los labios. No estaba segura de querer sentarse. Sabía que sería incapaz de hacer otra cosa que no fuera pensar en Sato. ¿Por qué le había pedido la reina que se quedara? "Maldita sea" pensó. Debió de haberlo esperado para no dejarlo con aquella mujer.
-¿Preocupada?-la voz de Sekgä la regresó a la realidad.
-No-negó, pero no sonó muy convincente. El demonio la evaluó por unos instantes y después le tendió el brazo.
-Camina conmigo-pidió. Okono frunció el ceño, sorprendida.
-¿Qué?-respondió él, burlón-. Ser demonio no me hace incivilizado.
Pronunció demonio en un susurro. La muchacha no pudo evitar esbozar una media sonrisa.
-Lo siento, es que no...no esperaba eso-se justificó, enredando su brazo con el de él.
-Podemos dar un paseo antes de cenar-opinó Sekgä mientras se dirigía directo hacia la multitud. La fiesta, por su parte, se desarrollaba sin ningún problema. Convirtiendo el centro de la ciudad en un verdadero mar de gente, donde Sekgä y Okono se perdieron.
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Caminaba un poco más despacio que el soldado que lo escoltaba. Ya que tal vez así tendría más tiempo de intuir con precisión el porqué de su requerimiento. "Algo malo va a pasar" se dijo desde que le informaron que la reina lo esperaba. Fuera del eco de sus zapatos contra el suelo cristalino, todo era silencio. El soldado no movió ni la boca. Sólo continuó la marcha hasta que se detuvo en la habitación más alta del castillo: los aposentos de Kemira.
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-¿Quieres decirme qué te preocupa?-inquirió Sekgä, reposando su mano derecha sobre el brazo de la joven. Okono dudó un segundo, pero llegó a la conclusión que si no se lo contaba a él, no lo haría con nadie. Y moría por expresar sus sentimientos.
-No confío en Kemira- Okono descubrió lo bien que se sintió al confesarlo y se dio rienda suelta-. Desde que llegamos noté cómo miraba a Sato. Y nada, na-da me gusta de ella.
-¿No será que estás celosa?-comentó él. Okono frunció el ceño, ofendida.
-Sé lo que vi Sekgä, ella no me da buena espina-siseó la muchacha apretando los dedos entorno al brazo del demonio.
-No tienes de qué preocuparte-Sekgä se detuvo para mirarla a los ojos-. Sato te ama-afirmó sin duda alguna-. No le interesa otra que no seas tú.
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Las puertas se abrieron y después se cerraron con la misma rapidez tras él. Dentro, Kemira observaba desde su ventana, con una bata blanca cubriéndole el delicado cuerpo.
-¿Me llamó, mi reina?-dijo él en forma de saludo. Kemira no respondió de inmediato, tampoco se movió. Sólo deslizó los dedos por el marco de la ventana, pensativa. Después se giró de golpe, y el muchacho notó que la bata que llevaba era tan traslúcida como los grandes pilares que sostenían el castillo. Kemira apretó los labios, con la cabeza en alto. Sato creyó verla temblar e incluso podía decir que parecía insegura, pero había un brillo fiero en sus ojos esmeraldas.
La joven reina desató el nudo que mantenía la bata en su lugar, y dejó que ésta cayera por sus hombros.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...