ESTAMOS A SALVO

92 4 1
                                    


Sujetó a Okono por los hombros y la giró hasta colocarla boca arriba. Ella ni se inmutó. El demonio se acercó a la parte de su pecho donde la ropa no le cubría y esperó.

Ningún latido.

Continuó en calma, aunque el terror ya comenzaba a hacer mella en su interior. Para él podían morirse tanto Sato, como Sari. Pero Okono no, no mientras él estuviera a su lado.

Pegó los labios a su boca e insufló hasta quedarse sin aire en los pulmones. De pronto Okono comenzó a pestañear y una tos incontrolable la asaltó, ayudándola a sacar los restos de agua. Cuando por fin recobró por completo el control de su cuerpo y pudo respirar con normalidad, Sekgä le ayudó a incorporarse.

-¿Dónde estamos?-preguntó la joven.

-No lo sé, acabo de despertar hace unos minutos...-la observó de nuevo con más detenimiento. Dadas las circunstancias no había reparado en que estaba casi desnuda. Al parecer Okono lo notó también, porque se cubrió a la velocidad del rayo.

Sekgä no despegó la mirada de los ojos turquesa de Okono. La fiereza que había en su iris azul le recordó al brillo que vio en Sansce la primera vez que la conoció. Su recuerdo le devolvió el dolor al pecho. La añoraba a sobremanera, y era muy difícil no dejar que su ausencia lo torturase. Aún más cuando tenía a Okono delante.

-Hmmm- masculló Sato, haciendo que se rompiera el contacto visual entre los jóvenes. Okono, sin importarle el pudor ya, se abalanzó sobre su amigo.

Lo único que veía Sato eran figuras borrosas que se mezclaban unas con otras en un escenario meramente amarillo. Estiró la mano y ésta se cubrió de arena. La cabeza le daba vueltas y era difícil  enfocar la vista. Lo cual hacía la situación terriblemente desesperante porque no tenía noción de ningún tipo. Okono lo tomó entre sus brazos y colocó con suavidad su nuca sobre el regazo.

-Estás bien, estás vivo-murmuró con dulzura-. Sekgä, encárgate de Sari-ordenó bruscamente. 

El demonio no dijo nada, sólo la miró por unos segundos más y se giró para auxiliar a Sari.

Okono acarició el rostro de Sato, paciente. Cuando el muchacho regresó en sí, lo primero que vio fue la sonrisa de Okono.

Y aunque ya había despertado, ella no lo soltó.

-¿Do..donde...?-balbuceó Sato.

-Estamos a salvo-interrumpió con un susurro, recargando su frente contra la de él-Y eso es lo único que importa.


Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora