DESINTOXICACIÓN III

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Heinhää movió un dedo por primera vez en días, después la muñeca. Los brujos que habían estado cuidándola reaccionaron de inmediato. La reina estaba despertando y eso sólo podía significar una cosa:

 La guerrera estaba cerca.

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Sari sopló con cuidado el estofado caliente que le había servido a Okono. A pesar de que ya era consciente de sus actos, la joven seguía muy débil. Últimamente su estómago no procesaba la comida y la había hecho bajar visiblemente de peso. Sari podía verle los pómulos aún más marcados. Después de aquella vez que Sekgä  bajó a verla, la muchacha no volvió a presentar otro episodio parecido, de hecho, todo había vuelto a la normalidad.

-Vamos Sari, ya no soy una niña, soy completamente capaz de sostener un cubierto por mi misma-aseguró Okono sonriéndole con amabilidad. Sari seguía siendo un misterio para ella, pero después de todo lo que había sucedido la joven demostraba ser valiente, fiel y tener las mejores intenciones del mundo. Por lo mismo Okono había terminado por tomarle cierto aprecio.

La chica de los ojos violetas sonrió y dejó que Okono tomase la cuchara.

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"No puedo seguir esperando" pensó  Sato" He estado evadiendo la noticia pero es momento de saber y este tipo no se decide a hablar."

Estaban a punto de llegar al Puerto de Luza y no había tiempo que perder. Así que lo encaró.

-Quiero que me digas qué viste. Y quiero que lo digas directo- ¿Es ella o no?

Sekgä siguió enfrascado en sus pensamientos con los brazos en el borde del barco.

-¡Oye! Te estoy hablando-insistió el joven. Como el demonio seguía con la vista perdida, Sato lo hizo girarse y en cuanto lo vio a los ojos no hubo necesidad que Sekgä dijera una sola palabra. Su mirada lo decía todo.

Sato ahogó una exclamación de asombro.

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Un dolor intenso obligó a sus dedos a encresparse y a dejar caer la sopa al suelo. Casi inmediatamente se llevó las manos a la sien. Se hizo ovillo mientras esa maldita sensación le agolpaba el pecho. Sus piernas se levantaron por si solas y Okono buscó la puerta.

-Alguien me está llamando-dijo-. Debo ir.

Sari abrió los ojos como platos y gritó:

-¡Okono no!-chilló.

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Sansce miró a Rengi con una desesperación infinita. No podía ayudarlo, pero tampoco podía detener todo ese desastre. Jamás había tenido el poder de hacer todo aquello, pero parecía como si no fuera ella quien lo estuviera haciendo. Sus brazos se movían por sí solos mientras la voz seguía repitiéndole la misma maldita cosa. Podía sentir como su cuerpo temblaba, su piel brillaba, su cabello cambiaba de color.

Vuelve a casa

No sabía si sobreviviría a aquello, lo único que sabía era que al menos quería hacer una cosa bien para estar en paz. Con un esfuerzo sobrehumano se acercó a Rengi, que aterrado quiso alejarse, pero el suelo cuartado se lo impedió

-Shhh, shh tranquilo-murmuró con dulzura. Alzó la mano y rezó a los Dioses para no hacerle más daño. El muchacho por fin se relajó y dejó que la maga lo tocase. Sansce hizo su último intento por controlarse y respirando profundamente dejó su magia curativa fluir por la yema de sus dedos.

Era una luz blanca que cubría la cicatriz del joven. Sansce sonrió débilmente. Ahora podía irse en paz.

La voz, por primera vez dijo algo distinto:

Eso es, desintoxícate de toda esa porquería.

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Los pasos que resonaron aquel día por los pasillos del castillo de Haew marcaron la historia de la humanidad. Al ver a la muchacha nadie dijo nada, simplemente se inclinaron al verla pasar y le facilitaron la llegada a los aposentos de Heinhää.

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Heinhää ahora era consciente de su cuerpo. Se removía a disgusto en la cama.

-Relájate-dijo alguien a su lado, deteniendo su inquietud. La reina no pudo evitar sonreír aún con los ojos cerrados. Si hubiera sido alguien más lo habría asesinado por tener el poco respeto de hablarle de aquella manera. Pero no era el caso.

La reina por fin abrió los ojos y al principio sólo distinguía la figura esbelta y alta de la chica que tenía al frente. Pero cuando por fin pudo enfocar pudo ver con claridad quien era.

Ella apretó con dulzura la mano de la reina.

-Había estado lejos mucho tiempo-musitó-. Pero ya regresé.


Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora