LAS TRES NOCHES Y LOS CUATRO DÍAS

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-No estamos muy lejos

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-No estamos muy lejos. Si se va hoy, dentro de dos días al amanecer estará de vuelta en tierra firme-había dicho el demonio al capitán del barco. Mientras los jóvenes asesinaban a los bandidos, el capitán se había mantenido oculto. Sin intenciones de interferir.  Pero todos sabían  que su estancia a bordo no era conveniente y los chicos preferían seguir su viaje solos.  Huburt, el capitán, permaneció en silencio.

-¿Qué es lo que ha pasado en mi barco? ¿Quiénes son ustedes? ¿Unos demonios?-preguntó masticando las palabras.

-Es mejor que se vaya sin saberlo viejo. Hoy en día, tener información cuesta muy caro.

El capitán lo taladró con la mirada y después reunió todas sus cosas de valor. Prefería su vida más que un barco lleno de herejes.

Sekgä observaba al hombre irse en una barca, cuando la voz chillona de Sari llamó su atención.

-Oye, tú.

El muchacho se giró para verla.

-Sato te llama, Okono está a punto de despertar-hizo una pausa-. Es hora.


Sekgä imaginó una y mil veces las mismas palabras que la muchacha le estaba diciendo en ése momento. No lo aparentaba, pero se moría de ansias por descubrir si Okono era la elegida y Sansce la maldita, o si Okono era la maldita y Sansce la elegida. Sin embargo esa frase le supo más amarga de lo que pensó. Siendo él el único demonio presente, también lo  hacía  el único capaz de  identificar otro demonio dentro de la chica.

Sekgä asintió, pero se llevó las manos a los costados, tratando de serenarse. Caminó tras la pequeña figura de Sari hacia donde habían recluido a Okono. Antes de entrar, Sato ya lo esperaba de brazos cruzados en el marco de la puerta. Llevaba barba de varios días y unas ojeras que delataban cuánto había velado a la chica. Destilaba cansancio en cada poro de su piel, pero también desesperación por saber la verdad.

Cuando la luna ya se hallaba en lo alto, el demonio se preparó para entrar. Sari se levantó con él pero Sekgä la detuvo.

-Nadie puede entra más que yo...esto es sólo cosa de demonios-musitó.

Sari hizo una mueca. No le gustó nada cómo sonó eso.

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Abrió la puerta despacio, deslizando los pies con sigilo. La oscuridad fue lo primero que lo recibió.


El silencio era palpable, pero estaba muy consciente que había alguien en la penumbra, esperándolo. Las cadenas por fin rompieron el tenso momento y Sekgä prosiguió a prender la antorcha. "No debería ponerme nervioso" "Ya he estado en lugares como este antes, el ambiente que inunda la habitación no me es ajeno" pensó y sin embargo caminaba con recelo.

El demonio prendió la antorcha y fue testigo de cómo la luz iba iluminando con timidez la figura que yacía arrinconada a la pared. Comenzó por iluminar sus pies, lento, como lamiendo cada parte de la joven y subió por fin hasta unos cabellos negros y largos que le cubrían el rostro.

Okono alzó la mirada y Sekgä sintió un escalofrío; era una mirada profunda e intimidante. La muchacha estiró el cuello, orgullosa y a sabiendas de que el demonio le temía.

-¿Qué te sucede?-inquirió, melosa-¿No puedes verme sin bajar la vista? ¿Es que no te gusto?

Y diciendo esto entreabrió las piernas, lasciva y Sekgä no pudo evitar guiar sus ojos a los muslos de la hermosa joven. Ésta chica no era la que él conocía. Sudaba atracción salvaje que le hacía un nudo en la garganta, provocada por el desnudo de sus hombros, su piel limpia y la mirada que lo incitaba. La inundaba un aura mucho más poderosa que la suya y era difícil no doblegarse.


Sondeó su cuerpo con atención y ella relajó los hombros, dejando caer aún más la tela que la cubría. El demonio divisó los senos  de Okono y sonrió. Era irónico que un demonio fuese tentado de aquella manera.

-¿Porqué no vienes aquí a mi lado?-prosiguió ella-. Eres muy bello y necesito de tu calor.

-Si voy, vas a comerme-respondió él.

-¿Y es que no lo deseas también?-replicó con una sonrisa pícara. Entonces Sekgä descubrió que quería hacerlo.

Quería comérsela entera.

-Tú no eres Okono. No puedes serlo, pareces más un...

-Un demonio-finalizó ella-Ven. Acércate.

Sekgä no se negó. Se puso de cuclillas frente a la muchacha y se dejó perder en lo profundo de sus ojos.Cuando Okono lo vio a su merced le hizo una seña con su pie para que se acercara aún más,  él lo hizo. Pronto estaban a pocos centímetros de distancia y el demonio podía oler la increíble fragancia que emanaba. 

Okono entreabrió los labios despacio.

-Eres mío-susurró. Sekgä se acercó aún más y cuando la chica planeaba besarlo, él la sujetó del cuello.

-No eres tú- dijo, mientras  ella le respondía dando un mordisco al aire, furiosa. Sekgä soltó a Okono, dio media vuelta y se fue.





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