Casi no movió la boca al decirlo, pero Okono la escuchó fuerte y claro.
Ángeles terrenales
La sorpresa la inmovilizó, inundándola de un frío que petrificó su cuerpo. Era...tan obvio. ¿Cómo es que nunca se puso a pensar en ello? Siempre supo que Sato era distinto desde la primera vez que lo vio. Pero lo relacionó a que era un introvertido brillante.
Y era mucho más que eso.
Giró despacio hacia Sato, esperando ver unas alas enormes saliendo de su espalda. Sin embargo el muchacho seguía siendo el mismo de siempre. Viéndola con aquellos ojos azules penetrantes.
Okono descubrió que él no tenía miedo o vergüenza de que la verdad saliera a la luz. De hecho, podía ver cierto brillo de alivio y expectación en su mirada. Nada más.
-¿Tú...?-le salió un hilo de voz apenas audible, así que carraspeó la garganta y señaló a Sari.
-Yo también soy uno-asintió antes de que preguntara, después volvió a encarar al chico-. En serio Sato, no sé como es que sigues vivo.
-¿Vas a decirles?-habló Sato por fin, irritado y firme-. De otro modo no podemos seguir perdiendo el tiempo.
Sari hizo una mueca ante la leve amenaza que escondía la voz del joven.
-No-dijo al fin de un rato-. No voy a decirlo. Pero no lo hago por ti, lo hago por Okono-aclaró.
-Entonces tienes que jurarlo, júralo por ella-le insistió Sato, inclinándose con el dedo índice de frente. Sari carraspeó la garganta, esto le estaba costando demasiado. Iba en contra de todas las reglas.
-Lo juro.
-Bien-aceptó el muchacho dejando caer la mano. Luego se volvió hacia Okono-. Es tiempo de que lo sepas todo. Quiénes somos y porqué estamos aquí.
La fogata se extinguió poco después y los dejó sumidos en la oscuridad de la noche. Nadie se molestó en encenderla de nuevo. Creyendo que tendrían más privacidad.
Así que la luna fue la única luz que les alumbraba los rostros. Y Okono aprovechó para evaluarlos a cada uno de ellos. Pero sólo Sekgä parecía tan calmado como siempre. Sólo que ya no llevaba la gema. Quiso preguntarle que había pasado, pero Sari habló antes de que pudiera abrir la boca:
-Junto con los Dioses-su voz fue como un estallido en el silencio de la isla a pesar de que habló en susurros-. Surgieron los ángeles. Su trabajo era supervisar lo que ellos habían creado. Y ser mensajeros para otorgar magia a los humanos. Con el paso del tiempo los hechiceros heredaban su magia, sin embargo los ángeles supremos (ángeles desde su origen) eran muy pocos. Siendo el hombre aún muy primitivo, había demasiadas personas que desperdiciaban su vitalidad en matar. Muchas enfermedades, muchos...inocentes...
Sari desvió la mirada a la izquierda y reparó en lo mismo que Okono.
-Sekgä ¿dónde está la gema?-inquirió la ángel.
-Me la arranqué-respondió.
-Creí que morirías si lo hacías-hizo notar Sari. Okono estaba tan ansiosa de saber la historia que narraba Sari, así como de descubrir qué había hecho el demonio para arrancarse la gema sin morir.
-Transmití la esencia-contestó encogiéndose de hombros. A Sari se le desencajó la mandíbula, comprendiendo lo que eso implicaba. Todo tenía sentido ahora, por eso Sato seguía vivo, por eso ella sintió algo maligno. Lo había infectado.
-Tú...-susurró asqueada. Sato le sostuvo la mirada.
-No te atrevas a decir una sola palabra más-le advirtió el muchacho-. No tienes idea de lo que he pasado, no tienes idea de nada. Así que tampoco tienes el derecho de decirme...
Okono decidió que era importante interrumpir antes de que una pelea se desatara. El ambiente era suficientemente tenso ya. Sabía que en cualquier momento podrían explotar.
-¿Alguna vez fueron mortales?...¿humanos?-lo preguntó más fuerte de lo que era prudente y se encogió en sí misma. No tenía idea de quiénes eran esos mensajeros ni cómo serían. Así que procuró hablar más bajo.
Sato relajó los hombros por décima vez en lo que llevaba de la noche y exclamó:
-A eso iba Sari-indicó, despacio-. Los ángeles supremos eran muy pocos y los muertos, muchos. En especial los niños, así que...
Miró a Sari, creyendo que completaría la frase, pero ella siguió viéndolo con todo el desprecio y asco que era capaz.
-Nacimos muertos-anunció-.Los ángeles nos acogieron, a nosotros y a muchos tantos más y nos convirtieron en lo que somos ahora. Ángeles terrenales. No entregamos magia, pero sí cuidamos. Supervisamos. Nos dieron una segunda oportunidad de vivir, pero ya no como humanos.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...