VITALIDAD

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Le llegó como una punzada repentina al pecho y prosiguió a hacerse más fuerte el dolor. Heinhää gritó y sintió como si el aire se le fuera por un momento. Las punzadas se iban y volvían en un ritmo aleatorio que la obligaba a perder el equilibrio. Presa del dolor y la desesperación se sujetó del mantel que pertenecía a la mesa de sus nuevos aposentos. Pero la tela no soportó su peso y la reina cayó al suelo con estrépito.

Llamado por el estruendo en la habitación, llegó el joven de los ojos dorados y al verla en el suelo la levantó.

-¡Los está matando!-gimió Heinhää aferrándose con las uñas a la piel del muchacho que la mecía entre sus brazos sin saber qué otra cosa hacer-¡No sólo los está matando!-gritaba con lágrimas en los ojos-¡Los está torturando!

Esto sucedía al mismo tiempo que Sansce, muy lejos de allí, mataba a diestra y siniestra. Y a cada soldado muerto Heinhää recibía una punzada en el pecho, equivalente al dolor de los seres que morían junto con los soldados. El último en morir fue el rey, pero lo que se hallaba dentro del monarca llevaba ya varias semanas de incubación, dándole más fuerza y vitalidad de la que jamás tuvo Rengt. Vitalidad que le había otorgado Heinhää, y que ahora había perdido para siempre.

Heinhää gritó por última vez y después perdió el sentido.

Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora