Continuar con el resto del día fue difícil, por no decir una tortura. Sin embargo Sato y Okono se las arreglaron para aparentar que seguían siendo los mismos amigos de siempre, aunque ambos ocultasen lo que realmente sentían. En el comedor, al desayunar, compartían de vez en cuando miradas discretas. Donde se decían con los ojos cuánto se adoraban. Okono trataba con todas sus fuerzas amainar el dolor que se agolpaba en su corazón cada vez que tenía que sentarse frente a Sato, no junto a él. Cuando tenía que reprimir el impulso de tomarle la mano.
Y así las horas transcurrieron hasta que Kemira les pidió que se fueran a sus cuartos a arreglar.
-La fiesta comenzará en un rato. Les pido se alisten, dejé ropas para cada uno de ustedes en sus recámaras-evaluó a los jóvenes con una sonrisa de oreja a oreja-. Por favor sean puntuales.
Okono frunció el ceño ante el repentino cambio de humor de la reina. Admitía que Kemira no le agradaba en absoluto, pero la compadecía por lo que conocía de su pasado. Aunque verla sonreír tan falsamente no le gustó nada. ¿Qué estaría tramando?
No dijo nada, sin embargo no despegó la vista de la reina hasta que salió del comedor.
Kemira no aclaró que, además de un vestido, había mandado a un par de sirvientas para ayudar a alistarse. En cuanto entró a la tina, Arew y Gur no pararon de tallarle el cuerpo. Okono se sentía incómoda al estar desnuda delante de dos desconocidas. Sin embargo ellas actuaban con seguridad y sin pudor. Pidiéndole amablemente que alzara los brazos para limpiarlos o que saliera con cuidado de la tina para secarla.
Arew cepilló su cabello mientras que Gur maquilló sus ojos. Dejando con delicadeza sombras verdes sobre sus párpados. Después de lo que Okono intuyó, fue una hora, ambas le tendieron el vestido.
Ella se lo puso con cuidado mientras observaba en el espejo como la tela se amoldaba a sus curvas.
-Se ve preciosa-aduló Arew.
-Realmente preciosa-corroboró Gur.
Sato esperaba en la sala principal junto con Funren y Sekgä. A diferencia de las mujeres, a ellos les había bastado con darse un buen baño y alisarse la ropa antes de salir. Ninguno de los dos hablaba y tampoco parecían tener mucho interés por hacerlo. Sato ansiaba ver a Okono. Observarla de lejos no le era suficiente y sabía que si intentaba tocarla o besarla, el dolor volvería. Y esta vez no podría evitar que le hiciera daño.
"Lo que daría por ser capaz de amarla como ella se merece" pensó mientras jugaba con sus dedos, absorto en pensamientos. Unos instantes después la escuchó llegar. Sato alzó la mirada y en cuanto la vio, se le atascó la voz en la garganta.
Era bellísima. Su atuendo era alucinante, llevaba la espalda descubierta con un lazo entrelazado en el cuello. Pero lo que más relucía, aún más que las zapatillas de cristal que llevaba, era su sonrisa.
Sari llegó poco después. Ataviada en un vestido más sobrio, pero bello. Ambas muchachas lucían espectaculares, sin embargo Sato era incapaz de apartar la vista de Okono.
-Te ves deslumbrante-dijo él, queriendo sonar casual, empero la gran sonrisa que llevaba en los labios lo delató.
-¿Todos listos ya?-inquirió Funren.
-¿Y Kemira?-hizo notar Sari. Entonces un soldado se acercó.
-La reina ha pedido que se adelanten. Ella los alcanzará allá-indicó. Sato iba a tenderle el brazo a Okono, listo para irse, cuando el mismo soldado volvió a interrumpir-. Pero a usted joven, lo está esperando.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...