La noche se esparció tan negra y mortífera como el veneno en el océano, mientras los muchachos se hallaban en su camarote, aparentemente en calma. Había sido un día largo y exhaustivo y necesitaban descansar. Pero Okono no podía dormir, por más que lo deseara, una sensación molesta la mantenía despierta. Alerta.
Se incorporó irritada y miró a su alrededor. Todos dormían plácidamente, o aparentaban dormir sin problemas, a diferencia de ella.
La madera crujía rítmicamente, pero fuera de eso todo en el barco era silencio. Okono guió su mirada por las paredes de su camarote para entretenerse. Después observó a Sari, quien formaba una cascada de mechones negros tras ella. Luego a Sato, que dormía boca arriba y al final a Sekgä. En él fijó su vista un poco más que en los demás. Una simple cobija cubría su torso desnudo, pero no lo suficiente para ocultarle la cicatriz en el centro de su pecho. Bajo la gema que ahora permanecía apagada...sin vida. El recuerdo de que estuvo a punto de morir le hizo un nudo en la garganta y no comprendía porqué de pronto le importaba tanto. Algo había cambiado en su forma de ver al demonio. Algo relacionado con el incidente de aquella tarde.
"Es un simple dang-blang" se dijo. Pero por más que quiso hacerse a esa idea, supo que no era así. Que era aún más que un simple demonio. "Tal vez es porque me recuerda a mi hermana" "Fue la última persona que la vio y puede ayudarme a encontrarla, es por eso" pensó, o al menos, eso quiso hacerse creer.
Entonces una mano se aferró a su muñeca y en cuanto se giró se topó con los ojos azules de Sato.
-No..no es...-balbuceó, queriendo justificarse y sintiéndose de pronto terriblemente culpable porque Sato la descubriera observando a Sekgä.
-Algo maligno se acerca-anunció interrumpiéndola. Okono tragó saliva y se enfocó en lo que realmente importaba. Se pasó la lengua por los labios y prosiguió a despertar a Sari, pero ella ya estaba de pie. Tanto ella como Sekgä. El joven se había levantado y Okono pudo ver que tenía la piel de los brazos y la espalda erizada.
-¿Qué tan cerca?-inquirió Sato, tenso.
-No lo sé, pero no tan lejos como quisiera-respondió Sari-. Ni siquiera identifico qué es.
Okono no comprendía nada, no sentía algo anormal en el ambiente. La noche era hermosa, tranquila. ¿Cómo es que ellos sí podían?
-Okono, levántate-le apremió Sari tomándola del antebrazo para que se pusiera de pie.
La muchacha podía sentir la mirada penetrante de Sato frente a ella, pero el joven no pronunció palabra.
-Yo...-susurró Okono sin saber muy bien que decirle.
-Vamos-le cortó él, yendo tras Sekgä.
El demonio salió a la proa sin perder el tiempo, sus ojos dorados escudriñaban el horizonte, expectantes. Pero no encontró nada.
Todo era silencio, todo era calma.
-Tal vez haya sido una falsa alarma-opinó Okono después de un rato, relajando los músculos de los hombros.
-Tal vez tenga razón-reiteró Sari.
Sekgä no contestó, necio en su búsqueda.El tiempo pasó sin ningún cambio.
-Montemos guardias-propuso Sato-. Si alguien planea atacarnos, estaremos preparados.
El demonio meneó la cabeza.
-No creo que sea "alguien"-contestó. Caminó hacia la borda y con la daga que llevaba al cinto cortó un trozo de madera. La pasó entre los dedos y tomando impulso lo lanzó a dos metros de distancia.
Al asomarse le recibió un océano negro que pronto devoró el trozo de madera. Deshaciéndolo como ácido. Entonces lo supo. Supo que no era alguien sino un "algo". Algo que los tenía rodeados y quiso escapar.
Pero era demasiado tarde. Ya estaban navegando en un mar de sangre.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...