PUNTO DÉBIL DE LA ISLA

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Las flechas silbaban cerca de sus oídos, de sus nucas. El aliento les faltaba y a cada paso que daban, el número de soldados crecía. Ninguno sabía a dónde corrían, sólo seguían a Sari, que tenía sus ojos violetas fijos en un solo punto. En alguien.

Antes de que Okono pudiera decir algo, el filo de una lanza rasgó su brazo izquierdo. La muchacha chilló de dolor y una segunda lanza voló por los aires, directo hacia ella.

Sato logró apartarla a tiempo, sin embargo aquellos valiosos segundos en que se detuvieron, bastaron para que todo el ejército del Mundo de Cristal los rodease. Sato apretó a Okono contra su pecho y Sekgä se detuvo, resignado. Si tendrían que pelear, lo harían.

Se miraron unos momentos y entonces, de entre todos esos hombres surgió Kemira, hermosa y letal, con una espada en alto.

Okono sentía su corazón retumbarle en el pecho y en las sienes de manera lenta, como el paso de la reina. Su rostro de muñeca estaba serio por el despecho y asco. Como el de todos sus soldados.

Okono inspiró hondo, debían ser realistas, no podrían escapar de allí.

Sus ojos esmeraldas la estaban desafiando directamente a ella. A ella que la traicionó al traer un demonio a sus tierras, a ella que podía ver el mundo, a ella quien era importante para la raza humana. A ella.

A quien Sato prefería.

El rostro de muñeca de la reina se rompió con un grito cuando de pronto, una barrera de cristal se interpuso entre ella y los jóvenes. Había surgido de la nada, pero se alzaba fuerte. Impidiéndole el paso directo a Kemira, ya que la barrera de cristal macizo se extendía por los  lados y tenía ocho metros de altura. No había manera de rodearla.

La reina observó la barrera entre sorprendida y furiosa. Buscó a Okono al otro lado del cristal y a juzgar por la mirada cargada de odio de la reina, Okono supo que iba a perseguirlos.

-¡Derríbenlo!-gritó Kemira, al mismo tiempo que Sato jalaba a Okono para correr hacia la persona que los esperaba y que los había salvado.

Atrás de los jóvenes, la barrera se iba agrietando poco a poco. A cada golpe, la oían desquebrajándose. Pero Okono no dejó de correr y al llegar al extremo de la ciudad al fin pudo ver a su salvador.

-¡¿Funren?!-exclamó Okono impactada. Funren sudaba a mares, nervioso y desesperado.

-No hay tiempo de explicaciones chiquilla, este es el punto débil de la isla-afirmó señalando algo que no había visto antes. A un metro del suelo, había un agujero cubierto por cristal-. Aquí podrán salir, yo los ayudaré.

-¿Por qué?-inquirió la chica. El viejo respiró hondo y se volvió hacia Okono.

-Kemira está cegada por la envidia, la soledad y el despecho. No piensa correctamente y no puedo permitir que ella se dé el lujo de apresar a la elegida sólo porque la acompaña un demonio. Y porque está enamorada de alguien que no le corresponde.

Entonces escucharon el terrible sonido de cristal rompiéndose en miles de pedazos. Cuando la barrera cayó por completo, Kemira se quedó pasmada al ver a Funren al lado de Okono, pero reaccionó al intuir lo que iba a hacer.

"Van a romperlo" adivinó la reina.

Dio la orden y todos los soldados corrieron hacia ellos. Sin embargo no lo suficientemente rápido.

Un segundo estallido de cristales rotos penetró los oídos de los presentes, y, seguido de eso, el agua que comenzó a inundar el Mundo de Cristal ensordeció todo lo demás.    

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