PORTADA HECHA POR: @bizzleselfie
DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA.
Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...
El mar se extendía delante suyo, infinito y hermoso. Tanto así que por un momento quiso fundirse con las aguas, dejarse llevar por la corriente y ser libre.
-No es seguro que subas a la cubierta sola-dijo una voz a sus espaldas.
Okono no se volvió.
-No pasa nada-respondió.
-No quiero arriesgarme-sonrió Sato poniéndose a su lado. La sonrisa se esfumó de su rostro al ver la mirada melancólica de la muchacha-. Okono...
Dudó un momento antes de continuar. Era difícil hablar con ella, no tenía idea de qué decirle o que no. Era como si Okono hubiese construido un muro alrededor suyo sin darle permiso a nadie de entrar. Al ver que las palabras no salían de sus labios, Sato se limitó a contemplar el horizonte junto a la joven.
-Déjame revisar tu espalda-murmuró cambiando de manera drástica el tema-. Debo ver si ya has cicatrizado por completo.
Okono lo miró sin decir nada por unos segundos, después se separó de la borda y se encaminó a su camarote.
Gracias a que se embarcaron en un navío que llevaba tinta a los reinos del Noroeste, la poca gente con la que compartían el barco era, por lo menos, educada. A Sato le había costado un poco sobornar al encargado, pero trescientas monedas le fueron suficientes para dejarlos pasar y sobre todo, conseguir un camarote.
Caminaban por el pasillo de madera en silencio hasta que llegaron al espacio que les proporcionaron para dormir. La joven entró seguida de Sato, quien cerró la puerta.
La estancia era pequeña, por no decir incómoda. Pero bastaba para que los cuatro muchachos durmieran en privacidad. Sin embargo en esos momentos se hallaba vacía salvo por Okono y Sato.
-Seguro fueron por algo de comer-argumentó Sato. Okono seguía en un silencio inquebrantable-. Si quieres algo puedo ir a buscarlos...-comenzó a decir, pero antes de que diera un paso a la puerta Okono había dejado caer la ropa hasta las caderas.
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