PORTADA HECHA POR: @bizzleselfie
DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA.
Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...
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Lo que restó del día fue dedicado a encontrar refugio y comida. Ninguno de los muchachos habló mucho. El alivio que representaba seguir vivos después de una noche catastrófica los mantenía en calma. Aunque una duda flotaba en el ambiente sin que nadie pudiese contestarla.
¿Qué había pasado la noche anterior?
Creyeron que si descansaban un poco terminarían recordándolo. Pero la noche llegó y todo seguía igual.
Bueno, casi todo.
-¿Me ayudas a prender el fuego en lo que llegan Sari y Sekgä?-preguntó Okono a Sato.
Sato asintió y se inclinó junto con ella a colocar la madera. Mientras lo hacían, de reojo pudo divisar la piel que no le cubría su improvisado vestido. Habían juntado los trozos de tela de la ropa de los chicos y con ello tanto Sari como Okono se tapaban. El chico pensó que si Sari estuviera allí, ella notaría de inmediato sus intenciones, y lo reprendería por ser un fisgón. "Pero ellos no están aquí, estamos solos" pensó él.
Sato se quedó quieto, tratando de ver aún más allá.
-¿Estás bien?-preguntó la joven, regresándolo a la realidad. Sato desvió la mirada, avergonzado.
-Sí...
Okono se encogió de hombros y siguió con su labor. La humedad de la isla los empapaba de sudor. En cuanto el fuego comenzó a nacer entre la madera, Sato vio reflejada la luz anaranjada en la piel de su amiga.
¿Cómo es que podía ser tan jodidamente perfecta?
Okono se irguió, ajena a lo seductora que eran las aberturas de su nuevo vestido. Ella se giró para mirarlo, y le sonrió.
A Sato se le fue el aliento.
-Con todo lo que ha pasado...-dijo de pronto Okono-. No he tenido la oportunidad de decirte que...-pausó, sin saber cómo continuar.
Okono no encontró las palabras indicadas, algo más que no fuese un "Preferiría morir a verte muerto".
Se mordió el labio inferior, insegura.
Sato quiso romper el silencio entre ambos, pero antes de que pudiera abrir la boca Okono ya estaba pegada a su cuerpo. Con los brazos rodeó su cuello y apoyó su pecho contra el torso desnudo de él.
Las manos del joven quedaron petrificadas, sin saber muy bien dónde ponerlas. Pero el calor que los inundaba relajó sus músculos tensos y bajó los dedos hasta la cintura de la joven.
El corazón le palpitaba con fuerza. Sus brazos vibraban, deseosos de estrechar aún más a Okono. Así que lo hizo. Dejó las barreras por un momento.
Total, habían estado a punto de morir más de una vez y no tenía idea de cuánto tiempo más podrían disfrutar de esta calma.
La muchacha ahogó una exclamación de sorpresa cuando Sato hundió el rostro en el hueco de su hombro.
Él por su parte, inhaló el aroma de la joven. Sediento de ella.
Apretó los dientes, estaba llegando a sus límites.
Se separó un poco, y con delicadeza plantó un suave beso en su clavícula...
Y fue ahí donde todo se vino abajo.
Un dolor insoportable le presionó la espalda y sus dedos se crisparon sobre la espalda de la muchacha. Sato apretó los dientes y con pesar soltó a Okono. Ni siquiera la miró a los ojos antes de dar media vuelta y alejarse. Dejándola sola y confundida.
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