A Okono le cruzó un escalofrío de arriba abajo. Algo no andaba bien, podía sentirlo en cada poro de su ser.
-¿Ocurre algo?-inquirió Sato mirándola fijamente. Sari también clavó sus ojos violetas en ella, atenta.
Sari no había tenido problemas en hospedarlos todos ésos días de lluvia, ya que ambos le ayudaban en el hogar. Y Okono había terminado por acostumbrase, aunque en ese momento deseaba salir huyendo. Sin saber muy bien de qué o porqué.
Su vista comenzó a hacerse borrosa, y después de unos minutos sólo consiguió distinguir la silueta de Sato. Sin imaginarse que su hermana estaba pasando por algo mucho peor.
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"Muévete" le ordenó a su cuerpo, pero apenas si podía sostenerse en pie. Un rugido feroz le heló la sangre en las venas y la motivó a seguir consciente. Con las manos trastabilló hasta que por fin sus piernas le respondieron.
Consiguió dar unos cuantos pasos antes de chocar contra la roca de la cueva. La lluvia ahora caía con más potencia. Años después, entre los libros de historias, los cuenta cuentos dirían que fue la última noche en que los Dioses lloraron por las gemelas, lamentándose por la lucha que se avecinaba. La última noche de tormenta.
Respiró hondo y salió de la cueva. El agua le golpeó el rostro con tanta fuerza que la despejó un poco. Devolviendo parte de aquella vitalidad que el chico de los ojos dorados le había arrebatado. ¿Dónde estaba?
Lo divisó a través del granizo, o más bien distinguió dos figuras que se enzarzaban en una feroz pelea. Pero ninguna de las dos parecía humana. Una era como un lobo, la otra era como un atisbo de humano.
Iba a desmayarse.
-¡Corre!-escuchó decir a una voz lejana.
Lo dijo justo cuando la bestia se lanzaba hacia ella. Por un segundo se quedó paralizada, viendo cómo aquel ente se le acercaba a toda prisa. Alcanzó a verle los ojos inyectados de sangre. En el último momento el chico de los ojos dorados logró retener a la bestia, pero no a las mortíferas agujas que alcanzaron la espalda de Sansce cuando ésta se cubría el rostro con los brazos.
Las agujas se encajaron en la piel de la maga, haciéndole lanzar un aullido de dolor.
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Okono gritó a todo pulmón, corrompiendo toda tranquilidad que pudo haber existido en la casa de Sari. Se desgarró la garganta en un intento vano por expresar el dolor que le producían las heridas que se le habían abierto en la espalda.
Sato se sorprendió por un instante, pero no tardó en recuperar la compostura y recostarla boca abajo sobre el suelo.
-Rásgale la ropa-le ordenó Sari. Sato la fulminó con la mirada, pero hizo lo que le ordenó y ante los ojos atónitos de los dos observaron como unos puntos sangrantes se abrían en hilera del cuello hasta el coxis.
Cómo agujas.
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El último hálito de vida de la bestia se lo quitó el muchacho al romperle el cuello de un fuerte movimiento. Cuando notó que el lobo ya no se movía, lo dejó caer con estrépito al suelo y corrió hacia Sansce.
La chica aún estaba consciente, pero pronto cerraría los ojos. Y el muchacho temió que lo hiciese para siempre.
La maga estiró la mano hacia su él y antes de perder el conocimiento musitó:
-Sekgä...
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...