PORTADA HECHA POR: @bizzleselfie
DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA.
Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...
Acarició su cabello y pasó el pulgar por su rostro hasta los labios. Unos labios abiertos y voraces. Estaba mal. Era consciente de ello. Pero no podía parar.
Ella por su parte alzó la mano, olvidándose de todo y concentrándose sólo en el calor que emanaba de él. Una valentía desconocida se apoderó de sus dedos y los llevaron a acariciar el muslo de Sato.
Titubeó un instante.
"¿Estás segura de lo que estás haciendo?" pensó.
Sí, claro que lo estaba. Había esperado años y ahora lo tenía delante suyo, a su merced. Era el momento para saciar toda su sed.
Tomó aire antes de tocarlo donde jamás había tocado a un hombre. El pecho de Sato se alzó, revitalizado por una excitación que le hacía respirar agitadamente.
Él la deseaba, cada poro de su ser le pedía a gritos tocarla y dejar ésa leve distancia entre ambos que se le hacía inmensa.
Entonces cerró el puño y así, tomada de la cabellera, la besó como siempre ansió hacerlo. Se sintió avergonzado por el atropellamiento con el que lo hizo, pero se disculparía por su inexperiencia después. En ése momento la tenía entre sus brazos y nada podía estropearlo.
La muchacha dejó que los dedos del joven, peregrinos de las curvas de su cuerpo, exploraran los parajes que ni ella misma conocía. Aquello fue como si un río se desbocara. Loca de pasión le mordió la boca y motivada por el deseo salvaje que reprimió por años, lo empujó con brusquedad. Sato meneó la cabeza, confundido. ¿Había hecho algo mal?
Pero ella tomó las esquinas de su ropa improvisada y tiró hacia abajo. Dejando su cuerpo al descubierto.
Sato sintió el dolor de su espalda punzarle, sin embargo eso no sirvió sino para hacerle tomar una decisión. Caminó seguro hacia Okono, quien mantenía las manos a los lados, permitiéndole verla tal y como era.
La muchacha desvió la mirada, insegura. Sato le alzó la barbilla.
-Eres la más hermosa obra que los Dioses pudieron haber creado-susurró con dulzura. Llevó la mano de Okono a sus labios y la besó. En señal de total admiración y devoción-. Y quiero que sepas, que daré mi vida por ti y te seguiré hasta el fin del mundo.
El muchacho se arrodilló ante ella.
Okono no pudo responder, le costaba respirar por la adrenalina, pero cuando Sato reposó su pierna sobre su hombro y la tomó de las caderas, se le fue el aliento.
El dolor era ahora más insistente en la espalda de Sato, empero era más la fascinación que sentía al probar el sabor exquisito de su amada. Sentirla escurrir por su barbilla y hundir su boca en la zona más suave de su cuerpo.
Okono olvidó la muerte que se avecinaba y se centró en la lengua del muchacho. Iba a explotar, pero no quería terminar aún. Ella tocó su hombro, para indicarle que se separara y cuando lo hizo se puso a su altura.
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Despacio, muy despacio se fue inclinando hacia atrás hasta acostarse por completo. Las piernas de Okono cubrieron la cadera del joven. Sato dudó un segundo.
Sólo uno.
Besó con suavidad a Okono mientras se hacía hacia delante. La chica clavó los dedos en su espalda, incómoda al principio. Podía sentirlo chocar contra su vientre mientras la penetraba con cuidado. Una vez dentro, soltó un suspiro y empujó a Sato de las nalgas para incitarlo a moverse. El muchacho por su parte bajó el pulgar hasta el clítoris de Okono, presionando a la vez que volvía a penetrarla.
Después de un rato el placer desplazó al dolor.
La garganta de Okono vibraba, a punto de estallar. Sato la tomó de la espalda hasta incorporarlos a los dos, de manera de que él estuviera sentado y ella encima. Siguió acariciándole el clítoris y justo en ése momento el orgasmo sacudió el cuerpo de la muchacha. Comenzó a gemir, pero Sato susurró:
-Shhh-se inclinó para besarle el pecho, sin embargo Okono lo tomó de las mejillas para que la viera venirse sobre él. Ella abrió la boca, respirándole en los labios. Desbordando su placer sin emitir un sólo sonido.
La presión lo sucumbió a él también y apretando sus nalgas un gemido escapó de su garganta. El joven también se estaba liberando como un demonio acostumbraría y un ángel...
Jamás podría.
Cuando el primer grito de placer rasgó el aire, Sari encontró lo que estaba buscando. Ella no los escuchó, pero presentía que algo andaba mal. Sin embargo, por un momento se olvidó de su instinto y se enfocó en la hermosa criatura que se hallaba delante suyo.
Una mariposa blanca.
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