La tierra se removió bajo sus garras, cubriéndolas de lodo y del olor a lluvia. La bestia olfateó el aire, en busca de unas esencias que se escondían tras el petricor. Sato contenía el aliento, encogido sobre sí mismo y con el oído a punto. Sabía que si se movía demasiado la bestia lo vería y si lo descubría a él, también descubriría a Sari. Además Okono no podía estar lejos. Deseaba pensar que la chica, sumida en shock, se había ido por cuenta propia. No por culpa de alguien más. Pero nada era seguro. Así que se mantuvo escondido tras la maleza, tensando cada músculo de su cuerpo en espera de una huida, o una pelea.
Lo único que sabía es que debía adentrarse aún más en el bosque para buscar a Okono. Y que debía hacerlo lo más callado posible. Sato iba a estirar una pierna, cuando el crujido de una rama tras él, rompió el silencio como un estallido. Sato se distrajo un momento, recibiendo el sonido con una mezcla de terror y furia. Lamentablemente, la bestia lo notó también.
Con un aullido feroz, el ente se abalanzó hacia delante, y Sato se preparó a pelear. Pero la bestia no quería a Sato, si no a la presa que se escondía tras él. En ése instante Sekgä se levantó para confrontarlo y justo cuando iban a estamparse, él lo tomó de un ala y lo azotó contra el suelo.
-¡Cúbrele la boca!-exclamó Sekgä.
Cualquier otra persona se hubiera quedado petrificada ante ésa situación. Pero Sato no era cualquier persona, porque apenas el individuo se dispuso a pelear con la bestia que los acechaba, el joven corrió hacia la muchacha. De entre sus labios salía un humo blanquecino y Sato se decidió a detenerlo. Apretó la mano contra su boca con tanta fuerza como la que usó Sekgä para decapitar a la bestia alada de un zarpazo.
Por un momento todos se quedaron tan quietos como el monstruo que yacía muerto a sus pies. Pero Sato, sin importarle lo que había sucedido y sin intimidarse ni un poco por la fuerza de Sekgä, dejó a Okono en los brazos de Sari y se encaminó con determinación hacia él. Era una brecha de dos metros, pero el joven la cruzó en dos zancadas. Cuando por fin estuvo frente al chico, que ya volvía a tener una apariencia normal, Sekgä musitó:
-¿En serio planeas atacarme cuando eres testigo de lo que soy capa...?-no pudo terminar la frase, porque Sato estampó su puño contra su cara.
-Tú no sabes de lo que yo soy capaz-increpó poniendo su dedo índice frente a Sekgä-. Lárgate.
Sekgä no esperaba eso.
-¿Crees estar a mi nivel?-preguntó Sekgä, sin embargo su tono petulante quedó enterrado por la fiereza que encontró en los ojos azules del muchacho. Sólo entonces reparó en quién era Sato y que poder llevaba protegido bajo ése disfraz de humano común y corriente. Completamente opuesto al suyo, pero igual de fuerte.
Okono comenzó a recuperar el sentido, sus párpados pesaban cómo lozas, pero ella hizo un esfuerzo para abrirlos el suficiente tiempo y averiguar qué sucedía. Pero sólo distinguió la figura de Sekgä alejándose y estiró la mano hacia él. Quiso decirles a sus amigos que ése sujeto sabía dónde estaba su hermana, que debía quedarse, pero la voz no brotó de sus labios. El intento fallido la dejó agotada y ya no pudo abrir los ojos, dejando caer todo su peso en los brazos de Sari sin intención de esforzarse más.
La lluvia por fin cesó.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...