YO LA CONOZCO

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Eso era más que obvio, pero escucharlo de una persona que vivía en aquel mágico lugar, lo hacía  aún más impresionante. Okono tuvo tiempo suficiente para observarla más de cerca, e intentó encontrarle alguna imperfección.

Pero no halló ninguna.

-¿Qué es lo que están haciendo aquí?-Kemira alzó la barbilla, altanera y a sabiendas que Okono la evaluaba. La pregunta fue tan tosca que por un segundo nadie supo muy bien cómo responder. Cómo explicar que habían caído ahí por mera casualidad.

Todos estaban tan atentos a Kemira, que nadie percibió la presencia de un anciano detrás de la muchacha, quien irrumpió con toda naturalidad:

-Lo que mi joven reina quiso decir, es que somos una civilización que lleva oculta por más de quinientos años...y que no es común recibir invitados-el hombre llevaba las manos entrelazadas bajo el vientre y la manera lenta de moverse le recordó de inmediato al Monje.

-Hemos encontrado su ciudad por error, esperamos no ser un inconveniente-Sato dio un paso adelante-. No representamos ninguna amenaza.

Kemira lo recorrió de arriba abajo con interés.

-¿Y se puede saber qué hacen un grupo de jóvenes en una de las islas más recónditas del mundo?

A Okono le molestó la forma en que la reina  ronroneó al hablarle.

-Vamos al Este-cortó Okono  interponiéndose entre Sato y ella.

-¿Al este? ¿Las Tierras vacías?-inquirió Kemira con desdén-.Sólo los monjes o nosotros los hechiceros podemos ir a ése tipo de lugares...

Kemira volvió a recorrer a Okono con el ceño fruncido antes de decir.

-Y tú no tienes pinta de ninguna de esos dos.

Okono apretó los puños, furiosa.

-Soy la Elegida-escupió las palabras antes de pensarlas y al instante se arrepintió, pero era demasiado tarde.

El rostro de Kemira se congeló mientras toda la estancia caía en un profundo silencio.

-No profanes la leyenda del Deltaff-advirtió Kemira, lívida. Okono notó la mano de Sato presionando un poco su antebrazo como diciéndole "Cállate". Empero la muchacha continuó desafiando a la reina con la mirada.

-No lo hago, mi nombre es Okono Lesback y yo soy la Elegida-reiteró, más segura que nunca. Kemira meneó la cabeza, con sus ojos volando desde rostro de Okono hasta sus pies. Retrocedió un paso.

-No es posible...

-Todos nosotros estamos al servicio del Deltaff...caer aquí fue un error-continuó Okono, suavizando la voz. La reina se cubrió la boca con la mano y casi instantáneamente se volvió hacia el anciano.

-Es cierto mi reina -asintió el viejo con un brillo de picardía en la mirada. Una sonrisa se dibujó en su arrugado rostro mientras señalaba a Okono-. Yo la conozco.



-¿Dis..disculpe?-balbuceó Okono, helada por la sorpresa. El anciano dio un paso adelante.

-Tal vez tú no me conozcas a mí, pero yo a ti sí-clarificó él-. Soy un viejo amigo de tu abuela.

La muchacha frunció el ceño, desconfiada. Estaba segura que jamás había escuchado hablar a sus padres de aquel hombre calvo y mucho menos lo había visto en su vida. ¿Quién demonios era?

-Mi nombre es Funren-dijo, como si eso lo explicase todo. Funren, al ver que Okono y sus amigos seguían igual de confundidos prosiguió-. Hace muchos años, al menos cuatro décadas atrás, estudié con Taloma en la escuela de hechicería. La única que siguió en pie después del destierro de los magos.

Funren dio dos pasos más hacia Okono.

-Por todos los universos, eres idéntica a tu abuela-murmuró con la voz teñida de nostalgia y dulzura-. Tan hermosa...

Funren hizo amago de acariciarle una mejilla, pero la chica se apartó y al instante Sato se interpuso entre ambos. El anciano dejó escapar una risa amarga.

-Está claro que no confías en mí. Y-agregó, entrelazando las manos debajo de su vientre-. Que tienes un amigo muy...peculiar.

-Soy su protector-corrigió Sato con firmeza, marcando distancia con los ojos. El hombre, por su parte, inclinó la cabeza en señal de respeto.

-Me honra tener a unos invitados como ustedes aquí. Espero que mi reina me conceda el permiso de hospedarlos.

Todas las miradas se centraron en Kemira, quien anonadada observaba en silencio. Ella asintió casi imperceptiblemente.

-Cualquier enviado del Deltaff es bienvenido-dijo entre dientes. 

Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora