AÚN NO HE COMENZADO

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Heinhää dio la orden de dejarlas a solas en los aposentos de Iliene. Que incapaz de retractar los deseos de la extraña, se había limitado a encoger los hombros, buscando un poco de valentía  en aquel salón que parecía devorarla entera. 

-Iliene Denqt-recitó Heinhää despacio-. Un nombre digno de una reina, lo admito.

Ella hablaba mientras acariciaba las suaves colchas de seda que cubrían su cama.

-Pero mírate niña-dijo volviéndose hacia la temerosa reina-. No eres más que el nombre ostentoso y belleza jovial que tarde o temprano se agotará-caminó hacia Iliene y tiró de su bata, dejándola completamente desnuda-¿De qué te servirá ésa belleza tuya si no eres más que una mortal?

Iliene bajó la cabeza y trató de cubrirse lo mejor que pudo con las manos.

-Una simple humana-musitó Heinhää, como si ése fuera el peor insulto-. Así no me sirves.

Tras una pausa continuó.

-Por fortuna eso tiene remedio. Puedes ser mucho, mucho más. Escúchame bien Iliene Denqt, de ahora en adelante éste será mi reino y tu pueblo será el mío. serás mía; pero no temas. ¿Sabes por qué?

Iliene negó con la cabeza.

-Porque yo los llevaré a la eterna gloria-aseguró Heinhää. Sólo entonces Iliene reunió el valor suficiente para hablar.

-¿Quién eres?-inquirió.

Heinhää sonrió.

Tomó a Iliene de las mejillas para que la viera directamente a los ojos.

-Soy la dueña del mundo entero-dicho esto,  unió sus labios con los de ella.  La sorpresa no la dejó mover, pero en cuanto sintió un poder ajeno adueñándose de su ser, las pupilas de Iliene  se le dilataron y sus manos se aferraron a los hombros de la extraña, intentando apartarla. Heinhää hundió aún más su boca en la de Iliene,  para cuando  la soltó ya no era la misma. Ahora era una joven que se erguía orgullosa con un semblante inhumano.

 Ahora era una joven que se erguía orgullosa con un semblante  inhumano

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-A sus órdenes mi señora.



Todo el pueblo de Haew se reunía al anochecer en el patio del palacio, expectantes. Habían recibido el llamado antes del atardecer y los mensajeros habían sido muy explícitos al decir que si no se presentaban, sus vidas correrían peligro. Así que allí estaban niños, madres,  hombres, jóvenes y ancianos de pie mientras los soldados los formaban en filas, como a un ejército.

-¿Se puede saber qué está pasando?-inquirió un hombre.

-Le pido se forme-pidió el soldado que lo escoltaba hacia una fila, separándolo de su esposa. El hombre frunció el ceño, algo había cambiado; jamás habían sido así de corteses y  algo en ellos los hacía ver más...inhumanos.

Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora