Por años, Sansce había crecido escuchando miles de historias acerca del amor. De cómo podía surgir de una simple plática, un roce e incluso una mirada. Pero sabía que eran precisamente eso; sólo historias. Dudaba mucho que dos personas pudieran conectar en cuestión de horas. Le parecía estúpido creer que era posible desvivirse por un completo desconocido.
Pero la tormenta duró mucho tiempo. Dos semanas tal vez. Tiempo en el que Sansce y el joven tuvieron que permanecer juntos. A él no le importaba quedarse allí, había algo en Sansce que le intrigaba. Por otro lado Sansce tampoco quería demostrarlo, pero ése sujeto la atraía y la repelía a la vez. Se decía a sí misma que no podía confiar en nadie. Sin embargo cada vez que él le sonreía, no podía evitar olvidarse de las precauciones.
Ambos compartían una química extraña, pero palpable. Llena de cierto recelo pero con deseos de estar cerca uno del otro. Cada día iban bajando la guardia poco a poco, yendo de la hostilidad a la amabilidad. Tanto así, que un día el muchacho le dejó frente a ella una muda de ropa.
-No es digno de una dama vestir así-fue lo único que dijo. Sorprendida por éste gesto, Sansce se limitó a asentir e utilizar un poco de su magia para lavarse.
Y cuando la suciedad no ennegreció su piel blanca, el muchacho de los ojos dorados se quedó impactado ante tal belleza. El cabello azul le caía como olas sobre la espalda y su piel resplandecía con las gotas de lluvia. Como el rocío en las mañanas.
-Gracias-dijo Sansce, sentándose al calor del fuego que él se había encargado de encender. Nunca se había considerado alguien pudoroso, pero tenerla de frente, después de haberla espiado mientras se duchaba, hacía que el rubor amenazara con apoderarse de sus mejillas.
-¿Quién eres?-soltó de pronto Sansce, sacándolo de pensamientos-. Llevamos días compartiendo el refugio y ni siquiera sé tu nombre. Sé que hicimos una promesa, que no nos haríamos daño, pero no puedo confiar en un hombre del cual no sé nada.
El chico dejó de remover la madera y con un suspiro soltó el palo.
-Adelante, seré lo más explícito que pueda.
-¿De dónde eres?-preguntó.
-De ningún lugar-respondió él. Sansce torció el gesto, disgustada.
-Creí que ibas a responder con la verdad-replicó.
-Y eso es lo que hago. No soy de ningún lugar y si lo fui, no lo recuerdo.
-Alguien debió criarte-dijo ella.
-No recuerdo a mi madre, mucho menos a mi padre. Lo único que sé de mis progenitores es que ambos están muertos. Mi madre era...era de los pueblos que rodean Joylar.
-¿Y tu padre?-inquirió Sansce. Él no pudo reprimir una sardónica sonrisa antes de decir.
-Del mismo infierno.
_________________________________________________________________________
Sato observaba a Okono mientras dormía, sin perder un solo detalle; la forma en que su pecho subía y bajaba, el cabello que le cubría los hombros y sus labios entreabiertos.
Alzó la mano, tentado a acariciarle el brazo. Pero antes de que pudiera rozarla, se detuvo, notando una presencia tras él.
-No deberías estar con ella-escupió Sari sin tapujos cuando el muchacho se giró para verla a la cara-. Tú no puedes protegerla.
-¿Qué te hace creer eso?-respondió el joven.
-Si tú fueras suficiente yo no estaría aquí-dijo con cizaña.
Sato esbozó una media sonrisa sin ofenderse ni un poco.
-¿Acaban de enviarte de regreso, verdad?-no era un pregunta, era una afirmación. Sari crispó los dedos de las manos, visiblemente molesta-. Verás, yo llevo en este mundo dieciocho años y la mayor parte de mi nueva vida aquí, la pasé junto a ella-dijo señalando a Okono, que ajena a la discusión dormía plácidamente-. No eres quién para decirme si puedo o no estar a su lado.
-Sí tanto tiempo has pasado en éste mundo, ¿no te da miedo morir?-inquirió Sari-. Eres sólo uno. Y las amenazas contra ésta joven te superan.
Sato la penetró con la mirada.
-Estuve muerto una vez, cómo tú. Y créeme que no me importaría morir de nuevo por ella
Sari se rió con mal sana alegría. No le agradaba Sato en lo absoluto, pero antes de que pudiese replicar, el joven concluyó:
-Eres igual que yo, pero jamás llegarás a tomar mi lugar-las palabras se escurrieron por los labios del chico, despacio. Para que Sari pudiera percibir el odio en cada sílaba. Y con esto se dio la media vuelta para acostarse al lado de Okono.
ESTÁS LEYENDO
Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...