Lo primero que notó, fue el sabor del lodo mezclado con la sangre en sus dientes y labios. Lo que nos llevaba a la segunda cosa; no tenía idea de dónde se encontraba. Yacía tendido sobre la tierra, mareado y adolorido. Tanteó su cuerpo para descubrir si tenía alguna herida, pero un par de moretones y unos rasguños sangrantes fueron lo máximo que halló.
Y por último: Estaba con Sansce. O bueno, acostado detrás de Sansce para ser más específicos.
-Puedes irte si quieres-dijo la maga al notar que había recobrado la conciencia-. Lamento haberte metido en todo esto, pero ya no es necesario. Vete si es lo que deseas, no voy a retenerte ni a lastimarte.
La voz de Sansce lo estremeció por dentro. "Si deseas..." había dicho. Por mucho que la maga lo hubiera usado para escapar, él no le tenía miedo. De hecho, todo lo contrario, tanta belleza y seguridad sólo le causaban admiración.
-¿Dónde estamos?-inquirió Rengi.
Solo entonces Sansce se dio la vuelta para verlo a la cara. Unos cuantos rasguños surcaban las mejillas de la joven, pero eso servía para darle una apariencia salvaje que resultaba muy atractiva.
Las palabras de la joven le resonaban en la cabeza "¿Regresar?" Pero, ¿a qué? ¿A su vida rutinaria y aburrida en una granja donde terminaría pudriéndose de viejo y siendo comida para cerdos?
Observó los ojos turquesa de la maga y descubrió que no quería regresar jamás.
No después de haberla conocido.
La noche llegó pronto, y después de que Rengi le dijera que se quedaría a su lado, Sansce no volvió a pronunciar palabra. No planeaba discutírselo, pero tampoco tenía ánimos para preguntarle el porqué. Aunque el joven no tardó en mostrarle con actos sus motivos personales.
Ya no hacía tanto frío como lo hizo los días pasados. Ya no llovía a cántaros, ahora sólo una llovizna mojaba sus hombros con delicadeza, como indicándoles que el peligro se había alejado.
Al menos por el momento.
Sansce encendió una hoguera y Rengi cazó unos conejos. Era un intercambio justo, pensó la maga, ella le daba fuego y refugio a cambio de haberlo tomado como escudo. Después de comer, Sansce continuó con la actividad que estaba haciendo horas atrás; cortarse el cabello.
-Veo que no tiene mucho filo ésa navaja-argumentó Rengi para romper el silencio incómodo que se alzaba entre los dos. Empero Sansce no parecía muy emocionada por iniciar una conversación.
-Lo intenté ésta tarde, pero dolía más de lo que cortaba, al final decidí dejarlo así-dijo encogiéndose de hombros.
Rengi apretó los labios, no estaba seguro si lo que iba a decirle a la maga iba a ofenderla o a darle igual.
-Puedo...claro si me permites-se aclaró la garganta, nervioso-. Puedo cortártelo yo. En casa, mi madre tenía unas manos que sólo servían para cortar carne, más no cabello, así que yo era el encargado de...
Sansce lo miró con esos ojos tan intensos.
-Es mejor que no intentes nada, porque te mataré antes de que el cuchillo alcance mi cuello-advirtió dándole un último mordisco a su cena. Rengi se quedó de piedra, creyendo que la había insultado, pero suspiró de alivio al ver que Sansce le tendía la navaja. Al menos que le permitiera cortarle el cabello ya era un indicio de más confianza. Miró la cascada azul que le caía por la espalda.
Sansce apenas había cortado un par de mechones que no hacían la diferencia en ésa larga melena. Rengi se preguntó porqué querría cortárselo, pero se limitó a sujetarle el cabello y alzarlo. Debajo, estaba un cuello largo y hermoso que él deseó con todas sus fuerzas poder besar, sin embargo se contuvo y comenzó su tarea. Despacio.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...