CAÍDA

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Okono intentó aferrarse a algo, lo que fuera. Pero sus dedos se deslizaron tan rápido por la superficie, como su cuerpo por aquel tobogán metálico. A medida que caían, chocaban de lado a lado, incapaces de detenerse. Y después de unos minutos, Sekgä pudo ver que estaban a punto de llegar al final del tobogán.

El demonio estiró los brazos en un intento desesperado por detenerse y detenerlos. Sus codos comenzaron  a quemarse por la fricción de su piel contra las paredes, pero eso no le importó.  Inspiró hondo e ignoró el dolor,   presionando aún más.  

-¡Hagan lo mismo que yo!-vociferó con dificultad, tensando la mandíbula por el esfuerzo.

Se estaban acercando cada vez más a la luz y aún no se detenían por completo.

De pronto un chirrido desgarró los tímpanos de los jóvenes; Sekgä estaba aferrando las garras a los extremos. Cuando se las hubo desgastado hasta casi llegar a la carne, el demonio se frenó. 

Fue de una manera tan súbita que Okono chocó contra la espalda de Sato, quien a su vez, chocó contra la espalda de Sekgä. Pero el demonio ya no se movió de su lugar. Pronto, la adrenalina abandonó los músculos tensos de cada uno de ellos. Normalizando su respiración y haciéndoles a la idea que seguían vivos.

Que el peligro se había ido. O al menos hasta que una flecha se clavó a los pies de Sekgä.

 O al menos hasta que una flecha se clavó a los pies de Sekgä

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Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora