DESCONOCIDOS

137 6 0
                                    


Ella se incorporó.

Estaba recostada en lo que intuyó, era el suelo de una sala. El fuego de la chimenea le daba un aspecto cómodo a la estancia, y sus suaves colores le rebotaban en la cara.

Pero no todo era cálido. Estaba sujeta de pies y manos, como un puerco al que van a azar. Forcejeó con los nudos, pero sólo logró apretarse más.

-Es inútil-dijo una voz a su lado. Cuando la muchacha se giró, se encontró con los ojos castaños de Rengi.

-¿Dónde estoy?-inquirió.

-En mi casa-respondió él.

-¿Quién eres?-prosiguió.

-Más bien...¿quién eres tú bruja?

Sansce frunció el ceño.

-Nadie. Déjame ir-dijo ella sin intenciones de desgastarse convenciendo al chico de que en realidad era una maga, no una bruja.

-No podemos, van a venir por ti y tendrás tu merecido.

-No lo hagan-soltó, descifrando lo que ésa familia iba a hacerle.

-Eres una bruja-se limitó a decir Rengi.

-No, no lo soy-negó-. Soy una maga, y no voy a hacerles daño.

Rengi se quedó callado.

-Déjame ir-pidió. El joven iba a replicar, pero el brillo en los ojos de Sansce lo cautivó. Sumergiéndolo en un momento dónde lo único que estaba presente, era su mirada. Rengi iba a abrir la boca, cuando de pronto apareció su madre.

-Está despierta...- susurró la mujer con terror.

Sansce la miró profundamente.

-Déjenme ir en paz y juro no lastimarlos. No me obliguen a escapar-advirtió la muchacha. La madre de Rengi quedó helada por la bravura en los ojos de la joven, lo que le dio aún más miedo y repulsión.

-Eso quisieras maldito hereje. Pronto vendrá mi marido con todos los hombres de este pueblo y te harán sufrir. ¡Todo sea por salvarnos del mal!-exclamó energética y con cuchillo en mano.

Sansce rió por lo bajo.

-Oh, mujer, ustedes no tienen ni idea de lo que es el mal-replicó, echándose a la chimenea y dejando que el fuego la engullera, quemando las cuerdas.

La mujer chilló, pero Rengi quedó fascinado al verla salir sin un solo rasguño.

-Ahora le digo por última vez, no manden a nadie. O me obligarán a...-al tiempo que decía esto las antorchas y las armas ya habían sido tomadas, y justo cuando iba a terminar la frase, la puerta se abrió con estruendo.

El padre de Rengi endureció el rostro al verla.

-No vas a escapar-advirtió el hombre, grande como un oso.

Sansce lo miró, de nuevo era una depredadora evaluando a su presa.

-¿Y usted me lo va a impedir?

Los gritos enfurecidos de los demás hombres respondieron su pregunta. Antes de que la horda se abalanzara, ella tomó a Rengi del cuello y lo pegó a su cuerpo.

-Alcen una sola arma y este chico volará en pedazos-amenazó colocando una mano en su sien.

El muchacho sentía el calor del cuerpo de Sansce y a diferencia de todos en la habitación, no le parecía tan malo.

____________________________________________________________________________

Okono abrió los ojos y lo primero que vio fue el rostro de Sato perlado de sudor. Un balanceo fue haciéndole recobrar la conciencia, hasta que notó que aquel suave balanceo era en realidad la huida a un lugar seguro en los brazos de su amigo. ¿De qué huían? No lo sabía. Pero la joven en su estado medio ausente fue capaz de divisar unos ojos dorados ocultos en la maleza. Mezclándose con el bosque y que la veían sólo a ella. Que la querían sólo a ella.

Sato se hincó y dejó a Okono en el suelo. Ahora ya tenía fuerzas suficientes para erguirse, pero el joven no se lo permitió.

-Quédate quieta-ordenó con un tono de amenaza en la voz. Iba a abrir la boca para replicar, pero Sato la calló posando un dedo en sus labios-. Lo entenderás todo después, ahora sólo quédate quieta y en silencio. Sari ¿cómo va el escudo?

"¿El escudo?" pensó para sí misma. La fuerte figura de Sato imponía seguridad, sólo que estaba más atento al cielo que a la tierra y ése fue su error.

Unas manos se aferraron a las axilas de Okono y la jalaron hacia la maleza, donde se perdió entre las ramas. La muchacha quiso pelear contra su captor, pero no pudo evitar quedarse perdida en la intensa mirada de unos ojos dorados.

Sekgä la recargó contra un árbol y con la mirada clavada en su rostro, susurró:

-Sólo me falta tu esencia para comprobar si Sansce es la elegida o no...

Okono abrió los ojos como platos, al ver que eso significaba que Sansce seguía ahí por algún lado y que ése sujeto le había robado parte de su esencia. Que él sabía dónde estaba su gemela. Sekgä colocó la mano izquierda sobre el tronco, soportando el peso de ambos y se inclinó. Okono intentó gritar pero el muchacho la apretó más contra su cuerpo, abriéndole la boca y comenzando a aspirar con los labios hundidos en los de la joven. Un humo blanquecino comenzó a salirse entre la comisura de ambos.

______________________________________________

-¿Dónde está Okono?- casi gritó Sato al no verla cerca. Sari torció el rostro, contraído por el terror.

-¡Ha desaparecido!-aulló. Pero su grito no superó al rugido de victoria que lanzó la bestia al encontrarlos.

_______________________________________

Sekgä miró al cielo, cesando su trabajo de manera abrupta. Okono cayó en sus brazos y él la pegó a su cuerpo instantáneamente. Aferrando con la mano libre su boca, impidiendo así que la esencia siguiera saliendo. 

Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora