LOS MENSAJEROS

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Era el momento más feliz de su vida. No podía imaginarlo mejor. Su calidez, sus caricias, sus besos ¡su amor! Todo era completamente perfecto...hasta que vio a Sari por encima del hombro de Sato. Quien los miraba sin ninguna expresión en el rostro.

-¡Sari!-exclamó alarmada y avergonzada. Quiso apartar a Sato, pero el joven no se movió. De hecho, tensó más los brazos para mantenerla debajo de él mientras miraba a Sari en silencio. Parecía que se hablaban con los ojos.

Seguido de Sari llegó Sekgä. ¡Lo que faltaba!

Okono no podía sentirse más humillada, pero nadie más compartía su vergüenza. El demonio ni siquiera se inmutó al verlos desnudos,  como si ya supiera. Deseó cubrirse o desaparecer, sin embargo la voz de Sari hizo que cualquier otro sentimiento que no fuera intriga se disipara.

-Levántate-dijo con voz neutra-. Están aquí.

Sato al fin se puso de pie para vestirse. Okono hizo lo mismo.

-¿Quiénes?-inquirió la muchacha. Nadie respondió a su pregunta. Sari seguía viendo a Sato.

-¿Vas a decirles?-le increpó Sato. Sari tensó la mandíbula.

-¿Decirles qué?-Okono intentó entrar a la conversación, sin éxito-¡Por favor!-exclamó desesperada-¡Alguien dígame qué está pasando!

-Hay reglas-respondió al fin Sari girándose para verla-. Reglas antiguas, reglas definitivas...reglas...que no deberían romperse-pronunció las últimas palabras con todo el desprecio que fue capaz dirigiéndolas a Sato. Él ni pestañeó-. Y también hay mensajeros que cuidan que todo esté en orden en la tierra, para informarles a los superiores qué es lo que hacen.

Okono cada vez se confundía más.

-¿Qué hacen quiénes?

-Sus ángeles terrenales.

-Sus ángeles terrenales

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Las Hermanas DeltaffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora