Se sujetaba al caballo lo mejor que podía, porque si caía sabía que no sería capaz de levantarse y moriría ahí mismo. Había aprendido la lección, Heinhää le había abierto los ojos. Gracias a ella supo de verdad a dónde debía ir. Tal vez tardaría al amanecer para darse cuenta que no estaba. Pero para entonces él ya estaría muy fuera de su alcance. Se lo planteó cuando yacía moribundo en sus aposentos, después de la tortura. Y por más que le daba vueltas al asunto siempre concluía en lo mismo; debía proteger a Sansce.
Eso le costaría algo mucho peor que la muerte, pero no podía soportar la idea de que Sansce fuese la elegida y Heinhää la destruyese. Simplemente un lazo había crecido entre ambos y no planeaba romperlo, aunque pudiera.
El viento le golpeaba el rostro y un mareo espantoso se apoderaba de él. Sus últimas energías las gastaría para llegar lo más rápido posible a su destino. La gema que la reina le había dado y que aún los unía como demonios que eran, relucía en su pecho con ardor, como una lengua de fuego en la inmensidad de la obscuridad.
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Aquella noche Okono tuvo una pesadilla que consistió en engendros que iban a devorarla y muchas risas diabólicas, pero sobre todo, en un monstruo mutilado. Lo veía arrastrándose hacia ella cubierto de sangre y moribundo.
Extendía una mano masacrada, de la cual sólo restaban un par de tendones y un dedo, suplicando:
-Tráemela de vuelta. Tráela de vuelta, y yo te ayudaré a que no muera.
Tampoco tenía piernas, de hecho, de aquella cosa que se asemejaba a un humano sólo restaba el torso y un ojo de color dorado. Lo demás estaba destruido, como si alguien lo hubiera desgarrado a mordiscos. Ella intentaba alejarse, pero la bestia seguía diciéndole entre balbuceos llenos de sangre:
-Tráela y yo te ayudaré a que no muera. Puedo hacerlo, puedo mantenerla a salvo, pero necesito que me la regreses.
El roce de una mano la despertó de aquella pesadilla, y cuando fue capaz de diferenciar la realidad del sueño encontró a Sato, viéndola atentamente y con cariño.
-¿Estás bien?-susurró antes de que ella pudiera si quiera reaccionar.
-Sí...eso creo, fue sólo una pesadilla
Sato suspiró y lo que dijo después la dejó sin habla.
-Creí que iba a perderte. Yo...me morí de miedo-le costó seguir hablando sin que se le quebrara la voz, así que tragó saliva antes de reponer la compostura-. Pero no te preocupes, nunca más dejaré que nadie te aparte de mi lado. Te juro, con mi vida, que te protegeré de lo que sea que pueda hacerte daño-aseguró él, serio.
Okono lo miró sorprendida ante su respuesta. ¿Seguía soñando? ¿De verdad Sato, el chico que toda la vida pensó estaba enamorado de su hermana, le estaba diciendo que daría su vida por ella? Reparó en sus labios y en la barba que comenzaba a crecer alrededor de ellos, además de en las pobladas cejas que enmarcaban sus ojos azules, los mismos que no se habían apartado de Okono ni un solo instante.
El calor de Sato la embargaba, incluso cuando estuviera a medio metro de ella. Okono estuvo tentada a acercársele, pero el pudor y la vergüenza la dejaron donde estaba. Pareció que incluso Sato iba a recortar la distancia entre ambos pero lo pensó dos veces y se limitó a sonreírle.
-Es mejor que duermas, necesitas descansar y recuperar energías-dijo, y con esto él se volvió a girar para dormir, dejando a Okono ruborizada y decepcionada.
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Sansce cerró los ojos y se mantuvo con las manos sobre el abdomen en espera de algo. Atenta a cualquier ruido fuera de lo normal. Sabía que pronto llegaría.
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Okono volvió a dormirse, pero la pesadilla continuó, como si el despertarse solo fuese un descanso para volver a los tormentos de su mente. Sólo que ahora no podía despertar, estaba consciente que soñaba, pero por más que deseaba escapar de aquel engendro que la perseguía, no lograba abrir los ojos. Ahora era peor.
Ella había caído y por alguna razón tampoco era capaz de levantarse, dándole ventaja al monstruo. Pronto lo tuvo tan cerca que su sangre le manchó las piernas, y su mano mutilada acarició su mejilla izquierda.
-Es mejor que me ayudes a recuperarla, porque yo ya he venido por ti.
Entonces una mano cayó pesadamente sobre su boca, despertándola. Creyó que era de nuevo Sato, pero cuando pudo adaptarse a la obscuridad descubrió al mismo ser arrastrándose hacia ella. La diferencia era que tenía todos los dedos de la mano y no sangraba a mares como el monstruo de su pesadilla. Okono iba a gritar pero su agresor la sujetó de la nuca y la jaló hacia él.
-Cierra la boca o me veré obligado a arrancártela-amenazó. A pesar de que la luna era la única luz que alumbraba, estaba tan cerca que pudo distinguir los ojos dorados del muchacho.
Sekgä había llegado a su destino.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...