-Sólo debo advertirte una cosa-añadió, serio-. La esencia y la vida que le di a mi reina... ella la transformó en algo sanguinario. Que incluso me es difícil de controlar.
Sato apretó los labios.
-Entonces si tú no puedes controlarte, me veré obligado a hacerlo yo-contestó, enfrentando la mirada expectante del demonio. Sus ojos echaban fuego, dispuesto a todo.
Sekgä esbozó una sonrisa apenas visible.
-De acuerdo entonces...
Sekgä comenzó a sondear a Sato, despacio. Observando cada ángulo y cada músculo tenso, en espera de una pelea.
-Relájate, no tengas miedo-murmuró con sorna el demonio.
-Algo tan insignificante como tú jamás podría asustarme-respondió Sato con la mirada fija al frente. La sonrisa de Sekgä se borró al instante. Se plantó delante de Sato y por unos segundos nadie habló. Sólo se observaron con cautela.
La tensión era palpable, podía cortarse con un cuchillo.
El demonio dio tres pasos hacia atrás, frente a Sato. Inhaló profundo y prosiguió a encorvarse. La transformación fue lenta y lastimera, acompañado de uno que otro chillido agonizante. Cuando terminó, la criatura que se plantaba frente a él no se parecía en nada a Sekgä.
Sato podía verle el torso semi-humano lleno de cicatrices a la luz de la luna. Sus músculos se le hincharon hasta casi reventar, sus uñas habían crecido como dagas y eran tan filosas como una. De entre la mata de cabello negro se divisaban unos cuernos y sus colmillos relucían, mortíferos.
Si Sato hubiese sido cualquier otro mortal, hubiera salido despavorido. Pero no lo era. Así que se quedó de pie, igual de sereno. Incluso cuando el demonio se le acercó tanto que pudo sentir el aliento de la muerte en sus mejillas.
-No eres tan impresionante como esperaba-susurró Sato. Sekgä lo miró a los ojos y un brillo de coherencia resplandeció en su iris negro. "Aún es consciente de su cuerpo" pensó Sato "Pero...¿por cuánto tiempo?"
Como si Sekgä le hubiese leído los pensamientos, lo tomó del cabello y echó su cabeza hacia atrás, paseando una garra por su cuello.
Presionó un poco más y un hilo de sangre brotó.
Sekgä se inclinó y sacando la lengua, lamió la sangre que corría por el cuello de Sato. Su sabor lo volvió loco. Ansiaba matar, quería destazar a Sato en miles de pedazos para que aquel dulce de su sangre le manchase la boca, el cuerpo entero. Tomándolo del cuello lo estrelló contra el suelo, temblando de adrenalina.
Estaba perdiendo el control, Sato lo sabía y esperaba que Sekgä fuese lo suficientemente capaz para retomar la compostura. El rostro del demonio era una mezcla de euforia incontrolable y un dolor profundo. Pero de entre todo ese poder salvaje, Sekgä luchaba por no dejarse llevar por el deseo de matar.
Así que tomó a Sato por la nuca y lo pegó a su boca. Si se mantenía un segundo más en su verdadera naturaleza sabía que se perdería a sí mismo. Debía terminar con esto de una vez por todas. Prosiguió a exhalar, pero la esencia que Heinhää le había dado se resistía a dejar su cuerpo, como si encajara las uñas en su garganta. Sekgä aferró las garras en la tierra y exhaló con más fuerza de la que se creyó capaz, hasta que sintió el sabor de la sangre en los labios. Entonces su cuerpo se liberó y el agotamiento lo embargó.
Poco a poco los cuernos desaparecieron, las garras disminuyeron su tamaño y se sentía capaz de respirar de nuevo. Cuando se sintió vacío de todo aquello que lo pudría por dentro, separó sus labios de los de Sato y se desplomó sobre el pecho del muchacho.
Sato no se movió, ni siquiera se molestó en revisar si Sekgä estaba bien. El chico mantenía la vista en el cielo, con sus ojos llenos de un brillo voraz.
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Las Hermanas Deltaff
FantasyPORTADA HECHA POR: @bizzleselfie DEMONIOS, DOS HERMANAS, UNA GUERRA. Una será la elegida para proteger el Deltaff (báculo otorgado por los Dioses para mantener el equilibrio del mundo), y la otra estará al servicio de los dang-blang. Demonios surgid...