—¿Marlena? ¿Estás ahí?—pregunto mientras llamo a la puerta de su compartimento.
—¿Jacob? —suena una voz débil.
—Sí —contesto.
—Entra.
Está de pie junto a una de las ventanas, mirando hacia el morro del tren. Cuando entro, vuelve la cabeza.
Tiene los ojos muy abiertos, la cara sin riego sanguíneo.
—Oh, Jacob... —la voz le tiembla. Está al borde de las lágrimas.
—¿Qué pasa? ¿Qué te ocurre?—digo mientras cruzo la estancia.
Ella se lleva una mano a la boca y vuelve a girarse hacia la ventana.
August y Rosie efectúan su trabajoso recorrido en dirección a la cabecera del tren. Su avance es arduo, y todos los presentes en la explanada se han parado para mirar. August la golpea por detrás y Rosie corre unos cuantos pasos. Cuando August la alcanza de nuevo, le vuelve a pegar, tan fuerte que esta vez Rosie levanta la trompa, barrita y huye hacia un lado. August suelta una larga letanía de juramentos y corre tras ella, blandiendo la pica y clavándosela en los flancos. Rosie gime, pero esta vez no se mueve ni un centímetro. Incluso desde lejos, podemos apreciar cómo tiembla.
Marlena se traga un sollozo. En un impulso, busco su mano. Cuando la encuentro, me aprieta tan fuerte los dedos que me hace daño.
Después de algunos golpes y pinchazos más, Rosie acierta a ver su vagón en la cabecera del tren. Levanta la trompa y suelta un bocinazo, saliendo luego en una estruendosa carrera. August desaparece bajo la nube de polvo que deja detrás y los aterrados peones se apartan de su camino. Ella se sube al vagón con notable alivio.
El polvo se dispersa y August reaparece, gritando y agitando los brazos. Diamond Joe y Otis trepan al vagón, despacio, con tranquilidad, y se disponen a cerrarlo.
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Agua para Elefantes
RomansaEn los difíciles años treinta Jacob lo ha perdido todo: familia, amigos, futuro... y decide enrolarse como veterinario en un circo ambulante. Envueltos por el fascinante espectáculo de los Benzini transcurren años de penuria en los que Jacob también...